Víctor Ochoa junto a una maqueta de la escultura de Agamenón. Foto: Leticia Varela

El escultor ha debutado en el género lírico con gran escultura de Agamenón para un montaje de Elektra en la Ópera de Montreal

Víctor Ochoa acaba de hacer su primera incursión en los escenarios de ópera. Y lo ha hecho a lo grande. Tomen la expresión en su estricta literalidad. El escultor ha plantado en medio del montaje de Elektra producido por la Ópera de Montreal un descomunal Agamenón de 8 metros de altura. La pieza es el único elemento escenográfico que aparece durante la ópera de Strauss, compuesta por un solo acto de 100 minutos. La imponente figura ejerce como personaje central y abrumador cuya corporeidad se desborda desde las tablas. Era lo que buscaba el director artístico de la institución lírica canadiense, Michel Beaulac: una presencia monumental que evidenciase y realzase diversos ángulos de la personalidad de Agamenón. Y Ochoa, cultivador de las formas monumentales, ha empleado cinco años para materializar ese deseo.



Pregunta.- ¿En qué medida la escultura de Agamenón surge de bucear en el libreto de Hofmannsthal y en la tragedia de Sófocles y en qué medida de intuiciones personales de su inconsciente?

Respuesta.- Surge de una yuxtaposición de ambas que yo no soy capaz de controlar. Es evidente que al inicar el trabajo trato de situarme en los orígenes del drama griego y del libreto, pero es inevitable que el inconsciente vaya mucho más atrás y yo no se lo impedí. Sentía el origen del hombre no como una evolución genética sino como el caldo de cultivo donde pasamos de un comportamiento intuitivo y de supervivencia a vernos arrastrados por las pasiones y el destino. Agamenón muestra ese momento.



P.- La escultura tiene unas dimensiones descomunales: 8 metros, 2.400 kilos y 2.900 placas. ¿Qué expresa ese gigantismo dentro de la trama de Elektra?

R.- Elektra no tiene límites en la recreación de la figura de su padre. Su amor, su rencor, su recuerdo se han convertido en fantasías épicas descomunales dando vida a un espectro que, como "alicia", crece y crece en la escena hasta desbordarse sobre los espectadores. El límite del tamaño lo marcaba la altura del escenario común de las óperas que podrían recibir la producción. Lo dejamos en ocho metros de figura encogida, que si se pusiera en pie corresponde a una figura humana de 20 metros y eso es precisamente lo que el espectador ve.



P.- ¿Qué imagen de Agamenón pretende manifestar a través de las formas de su escultura?

R.- La dirección artística de la Ópera de Montreal, Michel Beaulac, lo tenía claro: la expresividad de mi escultura estaba por encima de los matices. Habría de ser tan impresionante que dejara a todos anonadados y ya el director escénico, Alain Gauthier, se encargaría de domesticarlo y recrearlo en su justa medida. Importante era el hecho de mostrar ángulos tan dispares como el de un muro, el de un cuerpo destrozado, el carnal, el asustado... Elektra, encarnada por Lise Lindstrom, convertida en escultora, la iba girando en arrebatos, para cambiar nuestra percepción.



P.-La escultura es el único elemento escenográfico sobre las tablas. Opera como un personaje crucial. ¿Cómo se consigue ese efecto?

R.- Al principio se me había encomendado también el resto de escenografía envolvente y del vestuario, y de verdad que me empeñé en ello durante meses. Pero en una de las reuniones con el equipo de la ópera me lo cortaron de tajo aduciendo que hasta mis vestuarios son esculturas y que la única escultura que debe existir en escena es Agamenón. Que lo demás le va a quitar fuerza. Fantástico, me dije. Ni vestuario, ni fondos ni nada de nada. En Etienne Boucher, un mago de la iluminación, descargué la presencia y ausencia de Agamenón a lo largo de ese único acto de 100 minutos.



P.- El director artístico de la Ópera de Montreal empezó a interesarse en su trabajo al ver El zulo, su homenaje a las víctimas de ETA. ¿Qué fue lo que le llevó a proponerle este encargo, a pensar que usted era el escultor indicado para afrontarlo?

R.- Michel, que después de estos casi cinco años, es un gran amigo, me contaba que durante sus primeros diez años en la ópera se había esforzado por la corrección técnica y artística pero que ahora apostaba por su intuición. Esa firmeza en la apuesta por mí, nacida del sentimiento, le empujaba a asumir cualquier riesgo. De hecho el supo de mi total inexperiencia previa en el mundo operístico y escenográfico y su respuesta fue: "Víctor, tu haz lo que creas y ya nos encargaremos nosotros de ayudarte". ¿Puede un artista esperar más?



P.- La escultura será exhibida en Montreal durante un encuentro internacional de ópera. ¿Tiene algún recorrido previsto en el futuro?

R.- Se quiere montar de nuevo fuera del escenario para servir de emblema de las producciones de la Ópera de Montréal durante esa convención y de paso tratar de contratar su montaje en otras óperas durante las próximas temporadas. Me pidieron que la escultura fuese operativa al menos diez años.



P.- ¿Cómo valora esta primera incursión en los escenarios de ópera?

R.- Estaba inquieto ante el estreno. La compañía y los intérpretes no hacían sino mostrarme su satisfacción y me decían que no tenía que preocuparme pasara lo que pasara, pero yo por si acaso le dije a mi hermano Álvaro, que asistía como invitado, que al final se levantara y gritara ¡bravo! Y me fue completamente fiel porque entre los aplausos, se distingue su voz.



P.-¿Cree que son un territorio fértil para la escultura? ¿Cuál es su potencial y cuáles sus limitaciones?

R.- La ópera es el espectáculo artístico total. Música, canto, interpretación, danza, pintura, arquitectura, escultura, luz y tinieblas... Todas deben conectarse para crear una sola emoción. Hace mucho tiempo que grandes artistas han volcado sus visiones en ella y de hecho la última