"La música es la historia viviente de los pueblos"
El músico catalán recoge la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes y ofrece un concierto con el Hespèrión XXI en el Auditorio Nacional
A Jordi Savall (Igualada, 1941) no le dejan de caer premios encima en los últimos tiempos: Insignia de Caballero de la Legión de Honor en Francia, Medalla de Oro de la Generalitat, Premio Nacional de Música... Reconoce que le alegran tantas distinciones pero, a la vez, no erradican su disgusto por la que cree una indiferencia institucional generalizada hacia su sensibilidad musical. Ese malestar lo expresó al rechazar el último de los citados, con sus 30.000 contantes y sonantes. Aprovechó la ocasión para leerle la cartilla a una clase política desdeñosa con la cultura, en cuyo capítulo musical él ha jugado un papel crucial en nuestro país. Savall introdujo aquí la revolución historicista desencadenada en Europa por Harnoncourt, Leonhardt, Jacobs... Lleva décadas exhumando patrimonio oculto. Impagable es su labor con las composiciones propias del Medievo, el Renacimiento y el Barroco, periodos en los que España, aunque sorprenda, se midió de tú a tú con las grandes potencias musicales del Viejo Continente. Este jueves recogerá un nuevo galardón: la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. El violagambista catalán despachará la ceremonia con celeridad porque, por la tarde, recorrerá junto a sus compañeros del Hesperiòn XXI dos siglos (1500-1700) de música instrumental en Europa. Será en el Auditorio Nacional de Madrid (el mismo programa también lo esgrimirán en Salamanca y León). A sus 74 años, no para.
Pregunta.- Su carrera como músico tiene muchas décadas a la espalda, con periodos de lucha solitaria y quijotesca. ¿De quién y de qué se acuerda ahora que tanto le reconocen?
Respuesta.- Me alegra el reconocimiento pero descorazona que todos estos premios no sirven para cambiar las cosas, por eso rechacé el Premio Nacional. Llevo 50 años en este oficio y no dejo de preguntarme qué tenemos que hacer para concienciar a los responsables públicos de la importancia de la música y de la recuperación de nuestro patrimonio. Nuestra clase política sigue anclada en una concepción de la música del siglo XIX, todavía no se han enterado de la revolución historicista que inició en 1929 Mendelssohn con su interpretación de La pasión según San Mateo de Bach y se completó tras la II Guerra Mundial. Siguen creyendo que lo importante es programar música sinfónica del romanticismo centroeuropeo y óperas mastodónticas, olvidando nuestro maravilloso legado medieval, renacentista y barroco. Esa ignorancia provoca inevitablemente indiferencia.
P.- Usted, de todas formas, no ha dejado de investigar ni de tocar. ¿Hasta qué punto es la música, a sus 74 años, lo que le mantiene vivo?
R.- No voy a abandonar porque todavía sigo creyendo que la música y el arte en general tienen la capacidad de mejorar nuestras vidas. Hace poco, tras un concierto en Cartagena de Indias, al que asistió un público muy heterogéneo racialmente (indianos, negros...), se me acercaba gente para decirme eso: que mi música les acompañaba desde hacía muchos años y que le ayudaba a avanzar en la vida. Esos comentarios son mi mayor reconocimiento y lo que me ilusiona para seguir adelante.
P.- En Madrid, Salamanca y León dará un paseo instrumental por la música de Europa durante dos siglos (1500-1700), un programa muy ambicioso. ¿Con qué criterio lo diseñó?
R.- Es un recorrido por la tradición de la música de consort para viola de gamba de varios países. Arrancamos con el repertorio italiano de Venecia, luego vamos a Inglaterra, España y Portugal durante el Siglo de Oro y principios del XVII, Francia y Alemania. Y se remata con piezas de grandes maestros de finales del Barroco: Cabanilles, Purcell, Valente...
P.- Y el Ciclo de Música de la Universidad Autónoma le 'convoca' en mayo para ofrecer un recital de música céltica. ¿Qué le atrae más de esta cultura musical?
R.- Las músicas célticas representan muy bien una idea que sostengo desde hace muchos años: que las músicas populares son la mejor representación del alma de los pueblos, la expresión cultural que mejor los describe. Las músicas irlandesas y escocesas nacieron con el pueblo y luego fueron desarrolladas por compositores geniales e inspiradísimos. A pesar de eso, son músicas en general marginadas, consideradas despectivamente folclóricas y vetadas en los auditorios. Meterlas dentro es una de mis luchas, que poco a poco voy ganando. También han estado arrinconadas porque se pensaban que estaban incompletas. Sólo se compusieron las melodías, les falta el acompañamiento. Es algo parecido a lo que ocurrió con las Suites para violonchelo de Bach, que fue Casals el que primero las interpretó a finales del XIX. Se olvida que antes un buen arpista o laudista podía hacer perfectamente el acompañamiento, igual que un continuista en el Barroco.
P.- Ahora creo que está embarcado en un proyecto sobre el Imperio Bizantino.
R.- Sí, abarca mil años en la historia de Bizancio, Venecia y Estambul, las relaciones tan estrechas entre ambas ciudades y el poso bizantino. Va desde la fundación de la capital véneta por bizantinos que había en el norte de Italia hasta su invasión por las tropas napoleónicas, en 1794. Es un programa complejo pero muy interesante, con solistas que cantan el repertorio ortodoxo y con los grupos de la Capella Reial, el Hesperiòn y Les Concerts de Nations.
P.- ¿Cuál es el equilibrio perfecto en su vocación de hacer música antigua con instrumentos de época para un público contemporáneo y 'digitalizado'?
R.- Lo esencial es explicar la historia a través de la música, porque conociendo nuestro pasado mejor podemos solucionar algunos de los problemas de nuestro presente. Ahora estoy embarcado también en un proyecto sobre la ruta de los esclavos, que se abrió en 1444 con el primer desplazamiento de 300 personas desde Angola hasta el Algarve. Luego serían arrancados de sus tierras más de 30 millones de africanos durante más de 300 años. Si nos acordásemos de que durante todo ese tiempo nuestra riqueza se ha asentado en su trabajo forzado, tendríamos otra sensibilidad hacia todos esos migrantes subsaharianos que intentan llegar a Europa. Creo que seríamos más generosos. La música es la verdadera historia viviente de los pueblos.
P.- ¿Qué opinión le merece el intrincado proceso de formación de gobierno en Cataluña? ¿Y qué esperanzas le inspira Puigdemont?
R.- No voy a hacer juicios políticos respecto a un gobierno que está empezando. Lo que sí quiero decir, respecto a los problemas entre Cataluña y España, es que responden a una incapacidad ya ancestral de diálogo intercultural. Para que éste pueda sostenerse es fundamental que cada cultura no se vea como superior a la otra. Hay que ponerse en el mismo plano. No porque la cultura española sea más grande, numerosa o potente, tiene que mirar desde arriba a otra más pequeña, como es la catalana. Esto es lo que ha falseado todo e impide que se identifique dónde está la equivocación. Y si no vemos dónde está el error será imposible la reconciliación y un acuerdo pacífico. Yo lo veo así.
P.- Y, como catalán y español que es (y se siente), ¿se atrevería a apuntar alguna fórmula para superar este conflicto?
R.- Creo que el respeto es la clave. En el momento en que Cataluña vota un estatuto en el que se acuerdan cosas que los catalanes consideran justas y ese estatuto se impugna ante un tribunal, estamos ante una falta de respeto, que se ha percibido de una manera muy emotiva por las personas que lo han apoyado. A una persona no se le puede imponer por decreto que se sienta español. Tampoco se le puede decir que debe quererte porque se ha casado contigo.
@albertoojeda77