"Lo justo es que quien se dedica a escribir pueda vivir de ello"

El escritor madrileño publica Todos los miedos, la novela con la que ganó el Premio Café Gijón 2015

Cuenta Miguel Ángel González (Madrid, 1982) que la idea principal de Todos los miedos, último Premio Café Gijón de Novela, estaba clara desde el principio: dos historias distintas, pero de algún modo paralelas, que pudieran explorar una misma sensación. En este caso un miedo. El miedo al futuro, a lo que está por venir después de una experiencia traumática o antes de un cambio que sabemos definitivo. Bajo las figuras tutelares de Raymond Carver, Truman Capote o Cortázar, el escritor madrileño propone una novela fragmentaria que, según el jurado del Café Gijón, destaca por la "sutileza" y "gran calidad literaria" con que desarrolla la trama y la subtrama de las dos historias. González está bregado en el mundo de los concursos literarios (ha ganado más de un centenar) y se considera "cuentista" antes que nada; también escribe teatro y poesía, guiones y novelas cortas. Todos los miedos, que edita Siruela, es su sexto libro publicado.



Pregunta.- En su perfil de Twitter se sigue definiendo como "cuentista". ¿Por qué no escritor?

Respuesta.- Es un poco por reivindicar el cuento. La literatura no se toma tan en serio el cuento como debería. A mí me encanta escribir relatos, es con lo que más disfruto y donde más cómodo me siento. Tengo la sensación de que los novelistas escriben cuentos solo entre novelas, como para descansar del empeño agotador que supone escribir una novela. A mí no gusta pensar el cuento así.



P.- Las citas que utiliza de Carver o Bukowski, o el mismo título, que remite a Todos los fuegos el fuego, de Cortázar, tiene también esa reivindicación de la narrativa breve, ¿no es así?

R.- Sí, de todos esos escritores lo que más me gusta es su narrativa breve. Me pasa con Carver, con Bukowski. Y con Cortázar también. En Todos los fuegos el fuego hay un cuento, "La autopista del sur", que me parece maravilloso. O "La señorita Cora". Pero Todos los miedos, aunque son dos historias, es una novela y siempre estuvo pensada así. Hasta cuando escribo una novela utilizo la estructura y las herramientas del relato. Lo hago sin darme cuenta. Ahora mismo estoy escribiendo una novela, pero en realidad son historias cruzadas en las que voy trabajando por separado.



P.- Y en esta novela ocurre así, incluso con la disposición de los capítulos cerrados, independientes, y no solo por las dos historias principales que la componen.

R. - Sí, y es cierto que cada parte podría leerse independientemente, y funcionarían solas, pero el centro, la idea del miedo o de la gestión del dolor, se perdería un poco al leerse de forma independiente. Esa es la razón, creo yo, de que funcione como un bloque, como una novela. Que busca trasladar lo que tienen en común todos los miedos.



P.- Después del fallo del premio dijo que todas sus historias tratan sobre la gestión del dolor. ¿Siente que no puede esquivar ciertos temas?

R.- No lo sé muy bien. Me cuesta escribir a la contra, escribir de lo que no me sale de manera natural. Siempre, parta de donde parta, termino hablando de la gestión del dolor, o al menos es esa la sensación que tengo. Me gusta, al crear un personaje, saber lo que le va a ocurrir y en base a su reacción construir la historia.



P.- Ha escrito también literatura de humor (con El trabajo os hará libres ganó el Premio José Luis Coll de novela humorística), que nada tiene que ver con el territorio en que se interna en Todos los miedos... ¿le interesan estos cambios de registro?

R.- Sí. Esto también está relacionado con que me gusta vivir de lo que escribo, y esto hace que toque muchos géneros. Escribí una novela humorística, aunque no exactamente: era de humor muy negro, muy ácido. De hecho le di a leer a mi mujer el manuscrito y no le hizo ninguna gracia.



P.- ¿Cómo no caer en lo tremendo, en lo insoportable, al contar una historia que trata sobre experiencias tan traumáticas?

R.- Es algo que hay que evitar siempre. Yo en este libro lo intento con los saltos en el tiempo, los viajes entre el pasado y el presente. Intento contar las historias con distancia. Decidí que la primera historia la contaría el hijo de la protagonista precisamente por esto, porque es un niño y su mirada es más inocente. Pensé que eso alejaba el dolor de una historia que no deja de ser la de una mujer que ha sido torturada y violada.



P.- ¿También favorece esa distancia el minimalismo de Carver o Cheever?

R.- Sí, para mí es fundamental. Yo de ellos tomó sobre todo esa estructura en la que el lector tiene que imaginar mucho más de lo que se cuenta. Es algo en lo que pienso mucho. En la segunda historia no se habla de la enfermedad que el hombre tiene, no se habla de cuánto tiempo le queda... y en la primera no se habla de los motivos del secuestro, ni de la identidad de los secuestradores. Tiene que ver con lo que decía antes: me gusta crear la historia a partir de las reacciones de mis personajes.



P.- En alguna entrevista hablaba de lo difícil que es hoy para un escritor vivir de su trabajo. En una entrevista con El Cultural Sara Mesa decía que el hecho de no vivir de su literatura le da independencia, hace que pueda escribir de lo que quiera... ¿está de acuerdo? ¿Hay alguna ventaja en que un escritor no pueda vivir de su trabajo?

R.- Leí la entrevista a Sara Mesa. Yo creo que hay dos grandes opiniones; una es la de Sara Mesa, es decir, la de quienes piensan que es mejor no vivir de la literatura porque te da más libertad. Y luego están quienes piensan, o pensamos, que lo justo es que, quien dedica su jornada laboral a escribir, pueda vivir de ello. Pero es como todo, y supongo que a cada cual le va bien un método. A Sara Mesa le funciona así, y se siente libre así, con lo cual es perfecto. Para mí es distinto. Yo compagino muchos trabajos, hago teatro, guiones, novela, pero todos están relacionados con contar historias. Y nunca he tenido la sensación de no tener libertad cuando escribo.