¿Qué libro tiene entre manos?
Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente, de Ramón Andrés, ensayista que ya me cautivó con su Diccionario de música, mitología, magia y religión. Son polianteas, obras totales donde descubro y me asombro.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Fue un intento desesperado y doloroso. Se trataba de una obra de mi condiscípulo Eugenio Trías Sagnier y versaba nada menos que de la mejor de las artes, de la música.
¿Con qué escritor le gustaría tomarse un café mañana?
Sin duda con Rimbaud y, si no fuera posible, con Julio Camba.
¿Recuerda el primer libro que leyó en su vida?
Cuentos de Andersen, ilustrado por Arthur Rackham y publicado por Editorial Juventud; aún lo conservo.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
La lectura de la Antología poética de Saint-John Perse publicada por Fabril Editora en Buenos Aires en 1960, en edición y traducción de Jorge Zalamea, supuso mi entrada en la literatura de verdad, en el descubrimiento de que se podía escribir de otra manera. La "poesía del inventario" me obligó a intentar escribir de esa manera y, luego, me dejó tocado por esa mano divina.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
En octubre se inaugurará en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza una muestra de Arte Casual, un "género artístico" que definí en los ochenta y que ahora pretendo divulgar.
¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado? Ejerza por favor de crítico, en dos o tres líneas.
La exposición de Fontcuberta en la Sala Canal de Isabel II. Quizá insistir en la originalidad produce fatiga.
¿Qué tal se vive al margen del mundillo literario?
Permanecí fuera de los circuitos durante más de 3 décadas pero, al regresar a la escritura, tuve ocasión de tratar a algunos escritores y editores que disponían de sentido del humor. Fuera de ese mundillo no se vive mejor, simplemente los negocios son distintos a los de la literatura.
Hace tiempo detectó que autores del pasado lo habían plagiado: ¿sabe ya a qué se deben esos paralelismos?
El buitre leonado y el cóndor de los Andes pertenecen a órdenes taxonómicamente muy alejados pero ambas especies desarrollan pautas de conducta similares, pautas depuradas.
En su blog reproduce portadas de varios libros de Lewis Carroll: ¿qué hay al otro lado del espejo?
Cuando cumplí cincuenta años hice retirar, por su condición de testigos del deterioro, los espejos de mi casa y de mis lugares de trabajo; me afeita una señorita portuguesa. En cuanto a lo especular, lo contó muy bien Borges, mejor que Carroll y, pese a eso, parece que allí no hay nada.
¿Para cuándo un nuevo libro de Ferrer Lerín?
En primavera saldrá Edad del insecto, poemas que, por cuestiones procedimentales, quedaron fuera de mis tres primeros libros. Y antes del verano quiero entragar a Tusquets El libro de la confusión. Además, a lo largo del año se publicará, en California, una antología bilingüe.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Estoy pendiente de ella. De hecho publicar relatos en un blog supone ser criticado de modo inmediato.
¿Qué música escucha en casa? ¿Es de Ipod o de vinilo?
Soy de You Tube; me entusiama ver y oír al unísono. He aprendido a obviar las deficiencias de las grabaciones.
¿Es usted de los que recelan del cine español?
Es fácil comprobar, gracias a los ciclos de La 2, que hay un cine español sobresaliente, pero que desde luego no coincide con el cine actual.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Parece que es obligado, entre la progresía, abominar de lo español. Nunca he participado de esa tendencia, pertenezco de modo incuestionable a su cultura, en la que la lengua es parte fundamental. La carcunda regionalista ha trastocado los valores convirtiendo lo secundario en principal. Un daño irreparable.
Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
Sólo existe una idea: mejorar la enseñanza, desde el parvulario a la universidad.