Marta Rivera de la Cruz: "La cultura debe ser considerada como un sector productivo"
Un grupo de amigos que llevan varios años sin verse se reúnen por iniciativa de uno de ellos por un motivo aparentemente trágico. Sobre esa distancia que crea el tiempo reflexiona Nosotros, los de entonces, la nueva novela de Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970), en la que refleja el cambio de "nuestro concepto de la vida y de la amistad al llegar a los cuarenta". Los cambios, como su reciente entrada en política con Ciudadanos, le han hecho echar la vista atrás y hacer balance de lo que ya no podrá ser, aunque sin nostalgias. "Defiendo la idea de que los veinte años están sobrevalorados y de que los cuarenta nos dan otro tipo de oportunidades". Aunque a cualquier edad destaca la importancia de la amistad, y el libro denota "una llamada a coger el teléfono y a recuperar a esos amigos de los veinte años que hemos perdido".
Pregunta.- Su novela La vida después ya trataba sobre la amistad, ¿qué importancia le da a ese sentimiento?
Respuesta.- Mucha. Creo que los amigos son la familia de la que nos rodeamos voluntariamente. Aunque, la amistad de La vida después es diferente, una amistad muy intensa entre un hombre y una mujer. Ésta es una amistad de pandilla, de grupo de amigos. A los 20 años es más importante la amistad grupal, que una amistad más íntima como la de La vida después. Creo que la amistad es mucho menos complicada que el amor, pero quizá por eso la cuidamos menos.
P.- ¿Por qué un grupo de estudiantes de Bellas Artes?
R.- Porque una de las cosas que me interesaba era hablar del concepto del éxito y del fracaso, y eso donde se ve de forma más sencilla es en gente que se dedica a una disciplina artística. El fracaso en otra profesión es muy difícil de determinar, ¿a qué le llamamos fracasar? ¿A ganar poco dinero, a que no te reconozcan...? Sin embargo, cuando se habla de arte es muchísimo más fácil decidir quién ha triunfado y quién no.
P.- La novela habla del paso del tiempo, ¿qué sueños ya no puede cumplir?
R.- Cuando tenía 20 años me hubiera gustado vivir una temporada larga fuera de España, y luego... pues mil cosas más que no han sido. Debemos reconciliarnos con aquello que no hemos conseguido. En la novela, ninguno de los personajes ha conseguido lo que quería, pero no son unos frustrados, son gente que se lleva bien con la vida que tiene, cuando en realidad ninguno está donde quería estar.
P.- ¿Y cómo se veía usted con veinte años? ¿Lleva la vida que quería llevar?
R.- Cuando tenía veinte años estaba más centrada en que quería ser periodista y me veía mucho más metida en una redacción, a lo mejor en una agencia de noticias, más pegada a la actualidad, seguramente internacional. Desde luego no me veía como estoy ahora ni muchísimo menos.
P.- Quiere decir metida en política, ¿cómo acaba uno ahí?
R.- Entré en política porque Albert Rivera, al que conozco desde hace unos tres años, me dijo que creía que podía hacer cosas útiles para mi país desde el sector que conozco, que es el de la cultura. Y así me convenció, porque yo siempre he sido una persona muy de quejarme, de señalar lo que estaba mal y de patalear, y de repente me di cuenta de que me estaban poniendo delante de las narices la oportunidad de dejar de quejarme y pasar a la acción y me planteé "o digo que sí o cierro la boca para siempre".
P.- Hablando de quejas, estos días se ha implicado en la defensa de que se cree un régimen de pensiones para artistas, ¿por qué es necesario?
R.- Es un tema que hay que encarar y hay que arreglar, porque es un disparate que esté como está. Hay una necesidad de abordar la creación de un estatuto del artista y el creador porque la fiscalidad que padecen es totalmente injusta. Hay que estudiar un marco diferente. No puede ser que España sea uno de los peores países del mundo para ser creador cuando es uno de los que más aporta al acerbo cultural.
P.- ¿Qué es lo primero que cambiaría desde la política en el mundo de la cultura?
R.- Hay un objetivo que tengo en la cabeza para esta legislatura que es que trabajemos todos para que la cultura se entienda como sector productivo. Debemos cogerle respeto a la cultura como un sector que mueve dinero, que crea empleo de calidad y que hace algo más que proporcionar un alimento espiritual. Esto es más un marco mental que otra cosa, pero me gustaría acabar la legislatura moviéndonos en este escenario. Que incluso la gente a la que no le interesa la cultura, que lo puedo entender, respete la cultura como un sector productivo.
P.- Precisamente, es más un marco mental, ¿cómo se conciencia a la gente?
R.- En primer lugar, desde las administraciones hay que demostrar ese respeto a la cultura. Eso es lo primero, porque al final el ejemplo viene de ahí. Otra cosa urgente es abordar una estrategia de respeto hacia la propiedad intelectual y ser muy valientes en eso. España no puede estar a la cola en la lucha contra la violación de la propiedad intelectual todos los años.
P.-Enlazando política con literatura, ¿nunca se ha planteado escribir un libro de esta temática, un thriller político?
R.- Normalmente, desde que vivo una experiencia necesito que pase un tiempo hasta que puedo escribir sobre ella. Además, es un género en el que no me sentiría nada cómoda porque no me interesa ni siquiera como lectora. Tendría que encontrar un tema que me llegara mucho para ponerme a escribir, y de todas formas me temo que voy a pasarme una temporada larga de secano...
P.- ¿O sea que ahora mismo no hay nada en el horizonte?
R.- No, porque acabé esta novela en el mes de mayo y necesito una distancia entre un libro y otro para olvidarme de trama y personajes. Aunque no estuviera metida en política, hasta que pase un año por lo menos no hubiera empezado otra novela. Y ahora ya menos. De todas formas, en cuanto pase el tiempo supongo que podré encontrar el momento de escribir, pero eso ya lo iremos viendo sobre la marcha.