Alberto Conejero
El dramaturgo conmemora en los Teatros del Canal con Rinconete y Cortadillo el 400 aniversario de la muerte de Cervantes
Pregunta.- ¿Pondría cara con nombres y apellidos a los Rinconete y Cortadillo de la actualidad?
Respuesta.- Cualquier chaval desahuciado por este sistema inmisericorde, de cualquier barrio en el que la educación, la sanidad y el acceso a la cultura son un privilegio de otros; de esos que van a la cárcel por robar en un supermercado mientras los grandes ladrones se sientan en los escaños y en los ayuntamientos.
P.- ¿Cree que Cervantes la hubiese escrito igual en el siglo XXI?
R.- Formalmente la novela es de una libertad pasmosa. Convierte a los supuestos protagonistas en los espectadores asombrados de otra trama y desemboca en un final abierto, una promesa de un relato que nunca llega y que Cervantes deposita quizá en todos nosotros.
P.- ¿Cuál es el papel del dramaturgo en la adaptación de un clásico?
R.- El dramaturgo, en cierto modo, no deja de ser el primer espectador del tiempo actual que se asoma a uno anterior, que descubre allí lo contemporáneo y que recoge el asombro de reconocerse en los imaginarios de otras épocas. Así que confié en aquellas zonas de la novela que a mí me parecían más familiares e inquietantes: los usos de la amistad, la exposición de los menores (niños prodigio), entre otros temas.
P.- ¿Cómo ha sido el proceso de adaptación de este Rinconete y Cortadillo?
R.- "Y les sucedieron cosas que piden más luenga escritura", esa frase casi final de Cervantes fue el punto de partida. La tomé como una invitación, como una puerta abierta a entrar en el mundo de Rinconete y Cortadillo. ¿Qué fue de Rinconete y Cortadillo después de las aventuras narradas en la novela ejemplar? Entonces pensé, y es un recurso muy cervantino, un juego entre la ficción y la realidad, la persona y el personaje. Contar la novela desde el punto de vista de aquellos que quisieran que ese relato fuera de otro modo e, incluso, sobrevivir al relato: los niños prodigio. De repente se conectó además con un universo bekecttiano -hay referencias continuas a Esperando a Godot-, y opté por no retirarlo, por explicitar esa constelación en la que la condición humana parece estar constreñida por un relato derrumbado. No se trata de una adaptación -allí está la novela para quien quiera descubrirla- sino de una mirada, desde el respeto y el asombro, al imaginario cervantino.
P.- ¿Cómo describiría la puesta en escena?
R.- Los espectadores van a poder disfrutar del lenguaje de Sexpeare con algunos acentos singulares. En ese sentido Bolta ha hecho un trabajo excepcional ajustando las voces de todas las partes implicadas y sumando su propia voz. El espectáculo tiene humor y ternura, late también el corazón amargo de esa España de pícaros y hambre, y es libre en sus recursos escénicos, como libre era la voz de Cervantes.
P.- ¿Cómo reivindicaría a Cervantes en este 400 aniversario?
R.- Precisamente con la invitación de Beckectt: "Fracasa de nuevo, fracasa mejor". Cervantes fracasó una y otra vez -como poeta, como dramaturgo, en sus oficios...- y ese aparente fracaso le concedió una libertad infinita en la escritura. Creo que esa es una lección que no debemos olvidar.
Rulo Pardo y Santiago Molero en un momento de la representación
P.- ¿Qué sabor le ha quedado después del éxito de La piedra oscura?R.- Me siento muy agradecido por el diálogo tan emocionante con los espectadores que ha generado la obra y asumo con responsabilidad la voz pública que esa aceptación me ha permitido. Pero la memoria del teatro, por desgracia y fortuna, es fugaz y siempre se empieza de nuevo, quizá con más dudas pero con más ganas. Me parece también importante señalar la posible distorsión entre ese supuesto éxito y las condiciones de trabajo de los autores dramáticos en este país, y en general, de todos los creadores. Yo puedo vivir y escribir gracias a la docencia. Los agentes de producción deben invertir en la trayectoria de los autores y no amortizarlos.
P.- ¿Cómo le sentará el cine a La piedra oscura bajo la dirección de Fernando González Molina? ¿Será diferente a la versión teatral?
R.- Espero que estupendamente. El guión mantiene la emoción e intimidad de la pieza teatral pero suma peripecias, escenarios y personajes desde los ojos de Sebastián...
P.- ¿Cómo ha planteado la versión de su futura Odisea en el "Proyecto Homero"?
R.- Para la versión escénica de la Odisea he tenido en cuenta, por un lado, la juventud y fuerza de La Joven Compañía y también de muchos de sus espectadores; por otro, la Odisea debe acompañar a La Ilíada que ha escrito Guillem Clua. Los espectadores podrán ver una u otra pero también las dos seguidas. No son limitaciones sino reglas de juego que he asumido con fascinación. Mi Odisea fundamentalmente, y sigo el poema de Cavafis, habla a nuestros jóvenes de la necesidad de amar el camino sin temer ni a sirenas ni a Cíclopes. Ahora esos monstruos son otros, quizá más invisibles (los señores de los mercados, la falta de perspectiva laboral, etc.) pero no debemos temer el viaje. Ése es el sentido de las Ítacas: proporcionarnos el viaje, la experiencia, la aventura de estar vivo. Mi Odisea mira muy de cerca a Telémaco.
P.- ¿Por qué se ha fijado también en El arte de amar de Ovidio?
R.- Fue el director Luis Luque quien me llamó la atención sobre la posible teatralidad del material. Creo que el material de Ovidio pide un teatro más físico, de ceremonia y ritual, de juego, antes que una trama concreta, personajes realistas o conflictos. Para mí es una exploración de una dramaturgia en la que la fábula no es el corazón del drama. A Ovidio he sumado textos de nuestros poetas barrocos y también de nuestros poetas arábigo-andaluces.
P.- ¿Ve la sociedad actual necesitada del mensaje de los clásicos?
R.- Creo que los clásicos son reservorios de lo humano, de nuestros anhelos, cumbres y miserias. Si alguien quisiera explicar en qué consiste este asombro de estar vivo sólo tendría que asomarse a Hamlet...