Es de sobra conocida la trayectoria narrativa de la periodista y escritora Julia Navarro (Madrid, 1953), que desde el éxito alcanzado en 2004 con La Hermandad de la Sábana Santa ha continuado acumulando millones de lectores llegando a ser traducida en treinta países de todo el mundo con sus novelas en las que narra, desde diversas perspectivas, diferentes episodios del siglo XX. Menos histórica y más psicológica es su nueva novela, Historia de un canalla, ambientada en la Nueva York actual y protagonizada por Thomas Spencer, un publicista y asesor de imagen que rememora impúdicamente sus años de 'tiburón' sin escrúpulos en la década de 1980. El relato de su historia se adentra en el mundo de la comunicación y las altas esferas de la política y la economía destapando las sombras del poder, los hilos que se mueven para conseguir los objetivos políticos a cualquier precio y la relación de interdependencia entre la comunicación y la política.
Pregunta.- Nueva York es casi un personaje más de la novela, ¿por qué escoge esa ciudad?
Respuesta.- Nueva York es una ciudad que tiene una entidad propia y una enorme personalidad, es un referente mundial del poder. No se puede hablar del mundo de la comunicación ni de la alta política hoy en día sin hablar de Nueva York, porque todo sale de allí.
P.- El gran protagonista es Thomas Spencer, un personaje realmente detestable. En sus novelas es fácil sentir simpatía por el protagonista, ¿por qué éste es así?
R.- En este sentido es una novela arriesgada porque el lector es imposible que pueda empatizar con el personaje. Thomas Spencer es un hombre ambicioso y sin escrúpulos, una persona que ofrece la cara más oscura de la sociedad de hoy. Siempre invito al lector a buscar los porqués de todos mis personajes, que no es lo mismo que justificar sus actuaciones, sino explicarlos. Lo que explica la maldad de este personaje es su enorme resentimiento fruto de una infancia en la que se ha sentido diferente. Spencer es un resentido y el resentimiento es el motor de su vida.
P.- El personaje hace gala de una falta de arrepentimiento y una ausencia total de moral, ¿es clave en su triunfo, en su posición exitosa, en este mundo del poder?
R.- No se puede tomar la parte por el todo. Éste es un personaje de una novela que tiene sus características y que actúa de esa manera egoísta. En ese mundo claro que hay personas competitivas, ambiciosas y sin escrúpulos, para los que los demás son solamente fichas, pero eso no significa que todo el que se dedica a la política o a la comunicación sea un malvado. Pero en el mundo del poder, no sólo político, sino también económico hay muchos tipos como Thomas Spencer.
P.- Que son los que nos han llevado a la coyuntura actual...
R.- Exactamente, son los responsables de la crisis que hemos padecido millones de personas en todo el mundo, que provocaron sin importarles las consecuencias. Ellos son mucho más ricos mientras millones de personas han perdido su puesto de trabajo, sus casas y sus vidas. Su concepción de un capitalismo de casino les llevó a poner en jaque la economía mundial provocando este desastre humanitario.
P.- Siguiendo la progresión de sus novelas a lo largo del siglo XX, en ésta se centra en el ahora, en los últimos años y la actualidad.
R.- La novela arranca en los años 80 y llega hasta el día de hoy. Es una novela muy moderna con la que pretendo hacer un retrato de la sociedad de hoy. Creo que hago ese papel de retratista, de reflejar lo que han sido distintos momentos de la historia reciente. Ahora me centro en la sociedad en la que vivimos, la de la hipercomunicación. En los últimos 30 años han cambiado todos los paradigmas a través de las nuevas herramientas de la comunicación y del poder de las grandes agencias de comunicación para configurar la opinión de la sociedad en todo lo que consume, incluida la política.
P.- Como periodista política, ¿cómo ve la situación actual?
R.- Procuro tocar los temas que me preocupan pero sin opinar, porque pretendo que el lector saque sus propias conclusiones a través de los personajes y las situaciones. Lo que me preocupa del mundo en el que nos ha tocado vivir, no de España, sino en general, es que la política está cada vez más al servicio de la economía y que, sin embargo, la economía no está al servicio de los intereses generales, que es, en parte, lo que ha provocado esta enorme crisis que hemos padecido. Tiene que haber algún tipo de control o mecanismo que equilibre el que la economía pueda hacer determinadas cosas pero no otras.
P.- Centrándonos en España, parece que estamos adoptando un modelo de política más similar al estadounidense, a la política espectáculo televisiva, ¿qué supone esto?
R.- En Estados Unidos las campañas electorales son auténticos espectáculos pensados para la televisión y veo un empobrecimiento absoluto que nos contagiemos de ese circo, de esa política impostada. Me horroriza que las campañas electorales se diriman en los platós de televisión, que se dejen de lado proyectos e ideas y al final todo se circunscriba a quién da mejor en cámara o dice el titular más pegadizo. No me gusta la política espectáculo que supone una banalización absoluta. Cada vez me irritan más las frasecitas que todos los políticos buscan, esos eslóganes pensados por algún asesor de comunicación para convertirse en el titular del día siguiente.
P.- Y en este contexto en el que la comunicación se pone al servicio de la política, ¿cuál es el papel que le concede al periodismo?
R.- Vivimos en un mundo en el que han cambiado todos los paradigmas debido a la revolución tecnológica, lo que tiene partes positivas y negativas. Hoy el mundo está mucho más comunicado y tenemos la posibilidad de saber lo que ocurre en el último rincón, pero la cuestión es que sepamos analizar qué es lo que está sucediendo y distinguir el trigo de la paja. Ahí es clave el papel de los periodistas. Aunque también es fundamental que existan ciudadanos bien formados, que desde la escuela haya aprendido a pensar. Por eso un drama del que me quejo continuamente es que en los planes de estudio cada vez sea más difícil encontrar asignaturas de humanidades como filosofía o historia del arte. Es una tragedia que las humanidades estén desapareciendo, porque es lo que nos forma y nos ayuda a conformar una opinión.
P.- Al escribir esta novela de temática más actual, y empaparse mucho más del hoy, ¿echa de menos el periodismo, esa tensión del día a día?
R.- Hay momentos en que sí lo echas de menos, cuando hay un acontecimiento importante echas de menos no estar allí para poder contarlo. Pero después de ejercer durante unas cuantas décadas, he elegido la literatura, y he tenido la suerte de que los lectores me han venido acompañando libro tras libro. Tanto el periodismo como la literatura se basan en contar historias, unas reales, otras imaginarias, pero al final son dos profesiones que transcurren de forma paralela.
P.- Aunque con la literatura alcanza a muchísima más gente, con esta novela que se sale un poco de su temática habitual, ¿no teme descolocar a algunos de sus lectores?
R.- Los lectores siempre han sido muy generosos conmigo y yo estoy absolutamente agradecida. Cuando estaba terminando esta novela he reflexionado sobre el efecto que podía provocar en mis lectores, si me iban a seguir, si les iba a gustar, con cada novela tengo la sensación de jugármela, de partir de cero, de que tengo que volver a complacer a los lectores, y siempre me preocupa ser capaz de hacerlo. Con esta novela tengo un cierto vértigo de ver que pasa, que opinan, si me van a seguir en esta nueva aventura.
P.- ¿Qué opina de que sus libros tengan la etiqueta de best-seller?
R.- Esa palabra la odio. Yo no escribo best-sellers, escribo novelas que luego los lectores deciden si les gustan o no. En el mundo anglosajón un best-seller es simplemente un libro que ha tenido muchas ventas, puede ser un ensayo sesudo o una novela romántica. En España best-seller es una palabra absolutamente maldita, denostada, es casi como un pecado mortal vender libros. Es una palabra de la que me defiendo, yo simplemente escribo novelas y los lectores son los que deciden comprarlas. Creo que los que ponen la etiqueta best-seller a mis libros es porque no se los han leído.
P.- Como en todas tus novelas, el final de los personajes es ambiguo, pero quizás se percibe un mensaje de desesperanza en la sociedad.
R.- Es una novela llena de claroscuros, de aristas, con personajes de una enorme ambigüedad moral. Creo que va a sacudir la conciencia de los lectores y les hará reflexionar sobre la sociedad en la que estamos viviendo. El final es abierto porque son los lectores los que tienen que decidir qué pasa en el futuro.