Miguel Albero

Publica Godot sigue sin venir. Vademécum de la espera (Páginas de espuma)

Miguel Albero (Madrid, 1967), actual embajador español en la República de Honduras, es un escritor al que no le tiembla el pulso a la hora de cambiar de género. Ha publicado dos novelas, Principiantes (2004) y Ya queda menos (2011); dos ensayos, Enfermos del libro (2009) e Instrucciones para fracasar mejor (2013); y dos libros de poesía, Sobre Todo Nada (2011), ganador del Premio Gil de Biedma, y Lista de Esperas (2014). Ahora rompe su equilibrada obra con un nuevo ensayo, Godot sigue sin venir. Vademécum de la espera (Páginas de espuma) que se hizo con el VII Premio Málaga de Ensayo. Escrito con un estilo irónico y ágil y apoyándose en la literatura y en el resto de las artes, esboza una elocuente tipología de la espera que aporta una visión global de un asunto que apenas ha sido tratado por la filosofía.



Pregunta.- Ya en los dos poemarios que ha publicado hasta la fecha, Sobre todo nada y Lista de Esperas, había tratado el tema de la espera y ahora lo afronta en un ensayo...

Respuesta.- Tengo naturaleza obsesiva y la espera es uno de esas cuestiones que me ronda siempre en la cabeza. Nos pasamos la vida esperando y, pese a ello, es un tema poco estudiado. La idea del libro surgió no obstante cuando me percaté de que en castellano se produce una confusión entre el esperar de anhelar y el esperar de aguardar. Utilizamos el mismo verbo para ambos conceptos, algo que no ocurre en otros idiomas, y esa circunstancia nos hace naturalmente pasivos y provoca que estemos aguardando a que las cosas pasen en vez de ir a por ellas. De esta reflexión salió primero el poemario y después el ensayo.



P.- ¿Cree que su trabajo de diplomático está más relacionado con la espera que otras profesiones?

R.- En todas la profesiones existe la espera pero es cierto que en mi profesión diplomática, que me encanta, uno espera mucho. Había un presidente latinoamericano que no entendía que le llamaran impuntual porque cuando llegaba a los actos a los que acudía estos nunca habían empezado. Lo que pasaba realmente es que siempre esperaban a que llegara para empezar.



P.- ¿Por qué ha planteado el libro como un Vademécum?

R.- En primer lugar porque tengo tendencia a la taxonomía. Ya me pasó con el anterior ensayo que escribí sobre el fracaso y ahora también quería abordar la espera desde todos los puntos de vista. Y después, como también me gusta mucho la etimología y Vademécum significa 'ir con', quería que el lector me acompañara por este recorrido.



P.- Me mencionaba que en castellano el verbo esperar tiene un par de acepciones relacionadas con la esperanza, que es algo que no se da en otros idiomas de raíz latina... ¿Cómo ocurrió esto?

R.- No siempre fue así. El Corominas, el diccionario crítico etimológico, nos indica que en el Diálogo de la Lengua de Juan Valdés aparece el verbo asperar, que era similar al attendere italiano o al attendre francés, y que significaba aguardar. Asperar convivía entonces con esperar, que solo significaba anhelar. Como eran tan parecidos fonéticamente se confundieron y acabaron siendo el mismo.



P.- ¿Esto ha tenido consecuencias en la configuración de nuestro carácter?

R.- Hasta cierto punto nos afecta de manera negativa. Aguardar puede ser bonito, estoy quieto esperando a que tú llegues. Pero si estoy esperando a que llegue un mundo mejor, y no hago nada, pues el mundo mejor no llega. La Lengua de alguna manera nos hace pasivos. Hay que ir a por las cosas y no esperarlas.



P.- El título del libro hace referencia a Esperando a Godot. ¿Es todavía el paradigma de la espera?

R.- Sí, digamos que Godot es el paradigma de una suerte de espera que se llama espera existencial. Si Godot es el padre de la espera, Penélope de la Odisea sera la madre, pero en su caso de la espera esperanzada, en concreto de la amorosa. El caso de Esperando a Godot es fascinante. Es la primera obra de teatro de Beckett y conviene preguntarse por qué utiliza precisamente el teatro para esta historia. En una novela no habría conseguido el mismo efecto porque la puedes abandonar en cualquier momento y con más razón si no ocurre nada. Pero en el teatro la gente lo tiene más complicado para abandonar su asiento. La obra no habla de la espera sino que es espera. Me resulta fascinante que se siga representando hoy cuando sabemos que Godot nunca viene.



P.- La literatura, y también otras disciplinas artísticas, pero sobre todo la literatura, salpican el libro con claros ejemplos para los tipos de espera. ¿Es la espera el principal material para la literatura?

R.- Es curioso porque la espera, al igual que me pasó con el fracaso, es un tema que la filosofía ha abordado en contadas ocasiones. Sin embargo, en la literatura, aparte de Esperando a Godot, tienes ejemplos preciosos de espera existencial como el poema Esperando a los Bárbaros de Kavafis que representa la espera del otro que nunca llega, o El desierto de los bárbaros de Dino Buzzati. Respecto a la espera angustiosa tenemos ejemplos como La espera de Borges o Los asesinos de Hemingway... La literatura se ha ocupado más de la espera de lo que lo ha hecho la filosofía y es probablemente su nicho natural. Casi toda la obra de Kafka es una metáfora de la espera relacionada con el poder.



P.- No siempre los autores son consciente de estar tratando la espera, ¿no?

R.- Efectivamente. Kafka cuando escribe no está pensando en la espera, más bien está pensando en el absurdo de la existencia en su relación con el poder. Si tú lees al Kafka de El Castillo, la espera del agrimensor es activa, quiere entrar al castillo pero nunca puede. En El proceso K nunca sabe porque le están juzgando y en realidad lo que está provocando el poder es espera, pero creo que Kafka probablemente no estaba pensando en la espera cuando escribía pero de igual modo estaba escribiendo sobre la espera.



P.- El humor es un elemento que está muy presente en el libro. ¿Es algo meditado o le sale natural?

R.- En todo lo que escribo al final siempre hay humor... Curiosamente este es el libro en el que en un principio pensaba que habría menos. Pero hasta en el poemario que escribí sobre un enfermo terminal hay humor, negro pero humor. Al final es una manera de enfrentarte a la realidad y me sale natural. En el ensayo el humor es menos frecuente, normalmente es género muy serio, sesudo y solemne.



P.- ¿Cuales son los elementos que definen la espera, sin los cuales la espera no es espera?

R.- El primero es obvio: la espera está hecha de tiempo, sobre todo del tiempo que llamamos psicológico más que del tiempo cronológico, de la percepción que tenemos del tiempo cronológico. En segundo lugar la espera está definida por su carácter estático. En ese sentido va contra natura porque la naturaleza del hombre es dinámica y el hombre además es tendencia, tiende a moverse y en la espera tiene que quedarse quieto. Y en tercer lugar hablaríamos de la consciencia de esa espera, que es lo que distingue al hombre de la naturaleza. Las plantas no esperan y tampoco lo hace el cuerpo congelado de Walt Disney pero nosotros si esperamos.



P.- ¿Por qué llegamos a la conclusión de que la espera es mala?

R.- Como dice la sabiduría popular la espera desespera. Al final elaboro una teoría de la espera en la que propongo dos maneras de combatir la espera. La primera consiste en evitarla. No te quedes esperando las cosas y ve a por ellas. Pero si no te queda más remedio que esperar, lo mejor es trasladar esa espera a algo creativo como hacía Penélope con el telar o Spinoza con las lentes. Por ejemplo, cuando empecé a escribir este libro de la espera, el libro me estaba esperando a mí y yo ya no esperaba.



P.- ¿Qué significa para usted que le dieran el Premio Málaga de Ensayo?

R.- Pues una enorme alegría. Los ensayos son difíciles de promocionar y más si le introduces humor porque a la gente erudita le parece que en este ámbito está fuera de lugar y a la gente que le gusta el humor le parece demasiado erudito. Por eso es una gozada que te reconozcan con un premio de esta envergadura.