"Al principio fue un largo, inesperado, apagón de cinco horas". Con estas palabras de reminiscencia bíblica comienza The Night, la primera novela del escritor venezolano Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981), que relata una noche metafórica y real atravesada por sombras apocalípticas y destinos inexorables y funciona como el reflejo del espejo deformado de la Venezuela actual. En medio de los apagones de Caracas de 2010, ordenados por decreto del gobierno revolucionario ante la crisis energética, el psiquiatra Miguel Ardiles y su amigo el escritor Matías Rye conversan sobre los crímenes que anegan la ciudad, eje de The Night la novela policiaca con la que Rye pretende fundar un nuevo género, el realismo gótico. La novela nunca pasará al papel, y el frustrado escritor vuelca sus obsesiones en Pedro Álamo, una promesa literaria de otra época, que está a su vez fascinado por los palíndromos, los anagramas y la oscura vida del poeta Darío Lancini, autor de un único libro de palíndromos. Esta conjunción de obsesiones se imbrica a través del relato de Ardiles, protagonista y espectador de la noche metafísica en la que viven los personajes, trasunto de la oscuridad que envuelve la ciudad. Un laberinto de historias y voces entrelazadas cuyo elusivo sentido se oculta y manifiesta a la vez a la manera de un juego de palabras.
Pregunta.- Goza de amplio reconocimiento como cuentista, ¿por qué este salto a la novela?
Respuesta.- Siempre he tenido una inclinación natural por el género del cuento y me imaginaba hasta el final de mis días completamente feliz únicamente escribiendo cuentos. De hecho, The Night surgió hace muchos años como un borrador de cuento que abandoné. Al retomarlo mucho después empecé a ver una serie de conexiones y relaciones con historias y personajes de otros escritos, una trama común, que me hizo ver que estaba entrando en el ámbito de la novela. Fue un proceso muy natural de irse saliendo poco a poco de los límites de un género para pasar a otro.
P.- ¿Cree que ese proceso de tránsito que comenta natural es así para todos los escritores? ¿En algún momento los cuentos acaban necesitando más extensión o profundidad?
R.- Conozco casos de autores que no pueden volver al género del cuento si lo practicaron en un principio, casos como el del venezolano Eduardo Liendo, un narrador muy reconocido en nuestro país, que publicó un único libro de cuentos y después solamente novela. O el mismo Vargas Llosa, que después de Los jefes nunca volvió al género. En mi caso no ha sido así. Esta es una novela que terminé hace ya tres años y en ese proceso terminé también otro libro de cuentos. Puedo mantener los dos registros porque para mí se complementan, a veces los escribo incluso de forma simultánea porque me permite oxigenarme.
P.- ¿Qué es The Night, la novela inconclusa de Matías Rye, las notas de Miguel Ardiles, su propia obra?
R.- En principio sería cada una de esas cosas y todo a la vez. Como se narra en la historia, The Night es un proyecto de novela de Matías Rye, un profesor de escritura creativa y a la vez escritor fracasado, que está tratando de escribir una novela que él inscribe en un género que se ha inventado que es el realismo gótico. La novela narra el fracaso de ese proceso fallido de escritura que termina recogiendo involuntariamente otro de los personajes, el psiquiatra forense Miguel Ardiles. The Night termina convirtiéndose en una novela por acumulación de historias, de intentos fallidos de escritura dentro de la propia trama del relato, porque es una novela que habla sobre literatura, protagonizada por lectores y escritores muy apasionados pero fallidos o anónimos. Termina siendo la suma de todos esos intentos de lectura y escritura conectados por supuesto con historias y referencias más directas a lo real.
P.-Parece que es necesario ese fracaso de Matías, o los intentos experimentales de Pedro Álamo, para que el relato confluya en una historia que recoge precisamente el único personaje que no es escritor, que tiene una relación tangencial con la literatura.
R.- En ese sentido se crea una especie de ironía que yo no tenía prevista. Precisamente el personaje que no pertenece al mundo de la literatura ni tiene ninguna pretensión literaria es el que termina recogiendo todos los relatos y atando los cabos de esa historia que además está viviendo simultáneamente. Esto es algo que conecta también con como percibo yo el proceso de escritura, que para mí no es un resultado de la voluntad ni de la disciplina. A mí las historias me aparecen como ideas a las que voy sacando el cuerpo y que se terminan imponiendo casi sin quererlo yo. Me gusta como una historia se va configurando en apariencia por sí sola.
P.- Introduce un montón de juegos, mezcla personajes reales con otros solo creíbles, ¿busca precisamente dar verosimilitud o simplemente romper la barrera entre realidad y ficción?
R.- Cuando uno está escribiendo todo es real. Aunque sepa que tal personaje tiene un referente histórico reconocible lo veo como una creación propia, porque si no siento que todo lo que cuento es real el texto no está funcionando. Después en otro nivel sí hay una especie de placer en jugar con las referencias, en conectar episodios históricos reconocidos con desenlaces no registrados en ningún lado. Esa forma de alterar la realidad y alterar otros textos literarios es una tradición que me interesa mucho porque creo que la ficción se articula precisamente en ese momento de duda. La ficción no es sinónimo de falsedad ni de mentira sino que es ese borde donde ya no sabes si lo que lees es real o imaginario. Ese punto de indefinición tan difícil de lograr es para mí la ficción.
P.- En ese punto se cuela el personaje real del escritor Darío Lancini, que gravita un poco sobre toda la novela relacionando a los personajes, ¿cómo surge su interés por él?
R.- La historia de Darío Lancini es la bisagra y el ancla de toda la novela. Es lo que me permite atar todas las historias. Desde el primer borrador, cuando era un cuento, la historia giraba en torno a los palíndromos, a los juegos de palabras, que se conectaban a su vez con una interpretación oscura de la realidad. Nace quizá de mi fascinación con la obra de Darío Lancini y su libro Oír a Darío, uno de los libros fundamentales del idioma español. Tenía un caldo de cultivo muy confuso que se ordenó con la muerte de Lancini en 2010, cuando empecé a escribir la novela.
P.- La novela trata sobre literatura, sobre las palabras, y dice Pedro Álamo: "Todo el mal empieza en las palabras", ¿sería la visión de un escritor torturado?
R.- El caso de Álamo es muy particular. La gente comúnmente utiliza el lenguaje, pero él tiene la sensación, un poco paranoica, de que el lenguaje lo utiliza a él, de que la realidad es un campo semiótico que se ordena para transmitirle ciertos mensajes cifrados. Es un personaje hipersensible al lenguaje. Así como Funes, el memorioso de Borges tiene una memoria hiperestésica, Álamo tiene una hiperestesia lingüística, percibe una palabra cifrada en cualquier lugar de la realidad. Por eso puede parecer un desequilibrado, aunque en realidad no lo sea, por lo menos al uso.
P.- Pero sin embargo al final Ardiles lo tilda de loco, ¿es quizá el rechazo hacia algo que no se puede comprender?
R.- Sí, hay efectivamente un rechazo y la expresión de un límite de la comprensión precisamente en Ardiles, que es psiquiatra y cuya función y trabajo consiste en comprender y entender eso. Me interesaba mostrar que hay experiencias en la realidad que desbordan cualquier intento de comprensión. Sobre todo en una época en la que la locura ya no es algo tan fácilmente clasificable ni ajeno, las formas de psicopatía o enajenación están en todos nosotros y a veces basta que en un determinado lugar o época se den ciertas circunstancias para que además se contagien.
P.- La novela empieza con una charla acerca del llamado Monstruo de Palos Grandes y cómo parece irracional que sea hijo de un poeta, lo que establece un paralelismo con el cuento de Álamo, con cómo un escritor puede crear una obra incomprensible hasta para él mismo.
R.- En esa conversación que inicia la novela se afirma que el asesino es en efecto hijo de un Premio Nacional de Literatura, lo que genera como una especie de cuestionamiento acerca de a quiénes hemos exaltado como escritores y modelos en nuestra sociedad. Se preguntan cómo un escritor pudo crear eso, lo que revela quizás un concepto un poco ingenuo y romántico de la literatura porque el escritor o el poeta no tienen que ser necesariamente sujetos ejemplares. Este caso ocurrió en Venezuela, el real Monstruo de Palos Grandes es un asesino y un violador que además está suelto y es hijo de un escritor venezolano reconocido. Fue un caso muy impactante. En la novela concentro en apenas un año ficcional una cantidad de asesinatos que han ocurrido en la Venezuela de los últimos 10 o 15 años.
P.-Hablando de la Venezuela de estos años, sitúa la historia en 2010, ¿fue el inicio de un cambio?
R.- La novela está ambientada en la Venezuela del año 2010, porque es cuando comienzan a darse los apagones y el gobierno decreta el sistema de cortes eléctricos y la crisis energética. En ese momento yo tuve también la sensación de que algo se apagó también para el país. Hubo una especie de retroceso que algún personaje califica de gótico, porque literalmente la oscuridad en la calle convoca cosas que a veces son incomprensibles y están conectadas con el mal y el horror. Tengo la sensación de que Venezuela con esta crisis de los últimos años ha pasado por un proceso de destrucción total de sus bases que está conduciendo poco a poco a una transformación. Pero esa transformación como todo parto, es profundamente doloroso. La novela se sitúa en un momento previo incluso a vislumbrar la luz al final del túnel. Por eso también el título de La Noche, es una noche metafísica.
P.- Introduces un alto contenido de crítica social, aunque en ningún momento te posicionas sí se percibe de fondo, en las conversaciones de los personajes, ese descreimiento, ese adónde vamos y qué han hecho con esto.
R.- La novela por supuesto refleja el desencanto y la depresión total que ha vivido la sociedad venezolana por todo lo que ha pasado en los últimos años. Uno de los personajes principales es un psiquiatra y todos estos personajes están perturbados pero uno puede presentir que pertenecen a una sociedad y a una ciudad que está tan perturbada como ellos, porque están pasando cosas terribles que evocan que hay un problema general. Me parece que hay un tono, un aire bíblico como de peste que atraviesa los personajes.
P.- Una frase impactante es: "hemos sido criados por asesinos", ¿a quién se refiere?
R.- Pretendo ejercer una fuerte crítica a cierto tipo de personajes que en Venezuela se erigieron como personajes modélicos, representantes de nuestro país y terminaron involucrados en crímenes horrendos, el caso de Gustavo Carrera Damas, el padre del Monstruo de Palos Grandes; o el caso de Edmundo Chirinos, rector de la Universidad Central de Venezuela y psiquiatra de varios ex presidentes, que era un conocido violador y terminó asesinando a una de sus pacientes. Eso todo el mundo lo sabía en Venezuela pero él era un intocable. Entonces los personajes dicen: "sí hemos sido criados por asesinos", pero agregan, "¿y si nosotros también somos asesinos?". Hay algo que está mal de lo que todos formamos parte. Ésa es la impresión de la que parte la novela y los apagones no hacen sino confirmar eso.
P.- Y ahora que lleva algún tiempo fuera, ¿cómo se ve la situación con perspectiva? ¿Piensa volver?
R.- Llevo 4 meses fuera, pero estoy todo el día conectado con mi familia, viendo lo que está pasando y creo que está cada vez peor. Pero insisto, estoy convencido de que estamos viviendo el derrumbe de lo que fue el chavismo como gobierno y ese derrumbe va a ser muy costoso para el país, ya lo está siendo. Pero todo apunta a un cambio que ya es también inevitable. En principio me quedan tres años en París y vamos a ver qué pasa, pero a mí me encantaría volver porque a pesar de todo Venezuela es mi país.