Carme Portaceli
La directora regresa al Teatro de La Abadía con Solo son mujeres, un montaje reivindicativo sobre la invisibilidad y el sufrimiento de la mujer durante la Guerra Civil.
Pregunta.- Una sola actriz interpreta todos los monólogos, pero incluye danza y música en el espectáculo, ¿por qué conjuga las tres disciplinas?
Respuesta.- Generalmente en mis espectáculos suelo fusionar estas tres disciplinas y en este caso me parecía fundamental que lo que sucede en el escenario, la conjunción de las distintas disciplinas, representara a todas las mujeres de la forma más completa posible. Con todos los medios posibles, no sólo la palabra. Quería que una sola actriz interpretara todos los monólogos y, al ser así, la música y la danza ayudan a explicar estas historias de una manera más orgánica que simplemente con la palabra.
P.- El título de la obra hace alusión a la poca importancia concedida a las mujeres...
R.- Así es, no se nos concede mucha importancia en general. En palabras de Víctor Català, el seudónimo de una mujer, Caterina Albert i Paradís, "las mujeres somos las olvidadas de los olvidados". Por ejemplo ahora, cuando se habla de las violaciones en los campos de refugiados que hay en Europa, se le presta menos atención que por ejemplo al hecho de que falte agua. Pero no hace falta ir tan lejos. En los Premios Max, las actrices sí, pero es muy raro que una autora o una directora gane el premio.
P.- ¿Por qué esta es una historia desconocida? ¿Por qué no hay datos?
R.- No se sabe nada porque ganó la guerra quien la ganó . Existe una cuenta pendiente con la memoria histórica. En Alemania los nazis perdieron la guerra y tuvieron que explicarse y pedir perdón, pero aquí ya no hubo perdón ni nada y es terrible que medio país no haya podido todavía enterrar a sus familiares muertos. Urge hacer las paces ya. En cuanto a los registros sobre mujeres, no hay registro de ellas porque no se las reconocía como presas políticas sino como prostitutas o delincuentes comunes. Algo que, además, provocó que no hubiera testigos de los crímenes que se cometieron contra ellas.
P.- ¿Cómo aborda un tema tan espinoso como el de la memoria histórica?
R.- No es que trate el tema de la memoria histórica exactamente, cuento una parte de nuestra historia injustamente olvidada. No pretendo hacer política, sino simplemente contar la realidad de lo que sucedía en las cárceles de mujeres en aquellos años, algo que ha sido silenciado y olvidado. Hay que reivindicar que las mujeres también lucharon en la Guerra Civil por la libertad y la democracia, y ni siquiera se las contó numéricamente. No hay cifras de mujeres muertas ni asesinadas ni fusiladas. Sus nombres no salen hoy en los libros de historia y es justo y necesario reconocerlas porque ellas tuvieron un papel importantísimo.
Un momento de la representación de Solo son mujeres
P.- Se habla mucho de la saturación del tema de la Guerra Civil en libros y películas, pero sin embargo hay mucho desconocimiento general.R.- Y más que va a haber. Las asociaciones de memoria histórica están preocupadas porque la gente que cuenta con testimonios de primera mano, que vivió en carne propia los hechos está muriendo y es irremplazable. Además es un problema de educación. Esta parte de la historia todavía está muy sesgada en los colegios, se pasa muy por encima. Muchos jóvenes quedan impactados y enfadados porque nadie les ha contado esta parte de la historia. Por ejemplo, no creo que haya un solo alemán que no sepa quién era Hitler, pero aquí, quienes conocen a Franco son los nietos de los republicanos como se demuestra cuando se encuesta a los jóvenes en la calle.
P.- Teresa Cuevas o Matilde Landa son ejemplos de compromiso y heroísmo, pero hoy están olvidadas. ¿Se equivocaron de bando y de sexo?
R.- Eso seguro. Primero por ser del bando que perdió, que aun así tiene sus héroes, así que también por ser mujeres. Este país funciona así. El otro día murió Elena Asins, pionera del arte conceptual en España y apenas tuvo relevancia. Igual que con las mujeres de la generación del 27, mucho más reivindicativas y geniales que algunos hombres y casi totalmente olvidadas. Hace poco se las recuperó con el documental Las Sinsombrero, pero hace falta hacer más. Este ostracismo hacia la mujer también es un poco herencia del franquismo, porque en la República, con lo poco que duró, se conquistó el espacio público para las mujeres, algo que después se perdió llegando a una involución que aún tiene huellas en la actualidad.
P.- Está previsto que la obra continúe su gira por París y Londres, ¿cómo cree que recibirá la obra un público extranjero?
R.- Pues a París íbamos a viajar justo después de que ocurrieran los atentados, así que no pudo ser, aunque iremos en poco tiempo. Y en Londres, el Barbican está muy interesado en la obra, y casi seguro que cerramos con ellos para viajar a actuar allí. Yo creo que la recepción será tan estupenda como en España, porque, a pesar de no ser parte directa de su historial, esta clase de teatro tan sumamente poético es capaz de conmover a cualquier público, independientemente de que sea extranjero.
P.- Tras este trabajo aborda de nuevo una historia de mujeres dirigiendo en el CDN La rosa tatuada, de Tennessee Williams, ¿qué le llama de esta obra?
R.- Me encanta el teatro de Tennessee Williams porque todas sus obras son profundamente metafóricas y mágicas. Esta en particular, habla de algo que considero muy cierto, que es que en la vida todo puede cambiar muy deprisa, a veces en un segundo. Es un canto a la vida que habla sobre las segundas oportunidades y la posibilidad de elegir vivir, no dejar pasar la vida como si hubiera otra, porque no la hay.