Nuria Labari
Publica su primera novela, Cosas que brillan cuando están rotas (Círculo de Tiza)
Pregunta.- ¿Por qué ha querido revivir su experiencia como redactora del elmundo.es durante los atentados del 11-M y por qué lo ha hecho a través de la ficción?
Respuesta.- Mi idea no era hacer una novela sobre el 11M. Es cierto que parto de esos hechos pero quería hacer un juego de espejos. A los tres protagonistas el horror del 11M les pilla como telón de fondo de lo que les ocurre en su vida. La pareja está extrañada ante gente cercana, a los que a veces ven como extraterrestres. Pero también cada uno de ellos está extrañado ante sí mismo. Por tanto no solo está el horror del 11M, también está el horror de vivir con este marido o el horror de ir al trabajo todos los días… Estas cuestiones no las resolvemos con profundidad y por lo mismo que seguimos casados tampoco somos capaces de digerir los atentados y nos quedamos como si no pasara nada. Estos tres extrañamientos, ante el mundo, ante la pareja y ante nosotros mismos, se retroalimentan y finalmente como vivimos ese horror gigante del terrorismo es como vamos a vivir los otros. No bastaba por tanto con contar qué pasó minuto a minuto en el 11M porque los medios de comunicación no tienen palabras que nos indiquen qué hacer con ese horror.
P.- Hay partes en el libro que nada tienen de ficción, como la entrevista con la madre de Jamal Zougan, y sentimos en muchos casos los dilemas que se le plantean a Eva como periodista... ¿Es posible estar a la altura de un acontecimiento así?
R.- Es infinitamente complicado porque además de los dilemas morales ahora existe la necesidad de inmediatez frente al largo aliento y la calidad de la información. En aquellos días hicimos obituarios de 190 personas y en una tarde tenías que hacer cinco. Había que contar quién era cada muerto rápido y así quedaba. Cuando ocurrieron los atentados internet tenía una potencialidad enorme para informar más rápido, pero no necesariamente mejor. Otro problema es la agenda de comunicación está marcada por la competencia y lo que se consume más, y no por la necesidad del propio tema. Yo me hice pasar por familiar de las víctimas para entrar en los hospitales y en las morgues. ¿Es eso correcto?
P.- Es la primera vez que se enfrenta a personajes maduros, Eric y Clara… ¿Cómo aparecieron en la historia?
R.- Este juego era lo más importante de la novela. El 11M no tenía por qué ser el 11M, simplemente tenía que ser un horror compartido por todos. Pero el horror ante uno mismo tenía que ser un horror maduro, no valía un horror adolescente. Buscaba plantear ciertas preguntas: ¿cómo me he destruido así?, ¿cómo sigo trabajando aquí?... También está el horror ante lo que no he hecho y lo que no voy a hacer nunca. Realmente estos personajes no han experimentado ninguna desgracia pero en las parejas hay un extrañamiento que se cuela muy silenciosamente. Probablemente no han pensado profundamente en la relación pero se han metido en esa inercia que no se puede parar.
P.- Supongo que en un libro sobre el horror era inevitable tratar de algún modo el Holocausto…
R.- Cuando se produce el 11M pensamos que los terroristas son monstruos, que ni siquiera son humanos y lo mismo pensamos de los nazis o de los pederastas. Solo queremos ponerle orejas y rabo al culpable y levantar una verja. El problema es que esto lo acabamos haciendo también con el vecino, con tu hijo o con tu pareja. A veces parece que pensemos que existe un virus del mal contra el que nos podamos vacunar y en la novela lo que trato de explicar es que o no la hay o no es del mundo material.
P.- El libro se titula Cosas que brillan cuando están rotas y los objetos son una referencia constante en el libro. ¿Supongo que no es casual?
R.- Sí, he intentado detener el tiempo para mirar las cosas desde otra perspectiva. Es difícil entender el origen del mal, a lo mejor es mejor empezar por qué es una 'silla' y ver si desde ahí podemos establecer otra relación con el horror, con el miedo y con el consuelo.
P.- Tanto Eric como Clara han tratado de ser felices silenciando los problemas. ¿Por qué nos negamos la posibilidad de estar tristes y de tener problemas?
R.- Porque nadie nos ha enseñado a estar tristes y no nos podemos consolar solos. Todo el rato intentamos aislar nuestra realidad de cualquier peligro. A veces uno se apoya en tantas premisas aceptadas y se amolda tanto a la sociedad, a la familia, al trabajo y al entorno que está solo rodeado de un montón de simplezas que conviven mal con la tristeza. Nuestra sociedad no nos enseña casi ningún mecanismo para defendernos de las cosas que están mal. Estamos ultra educados para el éxito y quizás eso nos hace vivir en continuo fracaso.
P.- El terrorismo ha golpeado de nuevo a Europa hace unos días. ¿Cree que desde aquel ya lejano 11M, o incluso desde el 11S, hemos afrontado bien el problema?
R.- No creo que sea un problema de afrontar bien o mal, lo que hay que hacer es que atender a la complejidad que requiere. Probablemente lo peor sea lo poco que pensamos en esto cuando no muere gente. Es como si los monstruos se fueran a dormir por la noche y el problema desaparece rápido de las agendas. El horror es difícil mantenerlo en las agendas, en las escuelas, en las acciones... Hay cosas muy importantes que no se llevan a cabo como mejorar la relación con la comunidad musulmana.
@JavierYusteTosi