Torsten Hagendorf, un respetable abogado, es secuestrado por tres enmascarados que exigen a su esposa un rescate por su liberación. Torsten, sin embargo, logra escapar. Horas después, cuando Cornelia Weber-Tejedor y su compañero, el subcomisario Reiner Fischer interrogan al matrimonio, descubren que ese no es el primer secuestro exprés que se ha producido en Frankfurt recientemente. Una modalidad criminal ha irrumpido secretamente en la tranquila ciudad alemana y pondrá en jaque la valía de Cornelia y su equipo.
Rosa Ribas (Prat de Llobregat, 1963), residente en Alemania desde 1991, teje una nueva trama que, con un estilo muy personal y ágil trufado con oportunas píldoras de humor, describe toda una sociedad. En Si no, lo matamos (Grijalbo), la cuarta aventura de la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor, el inicio de estos casos de secuestros exprés destapará una turbia trama de corrupción urbanística que evidencia que España y Alemania tiene más en común de lo que podríamos pensar a simple vista.
Pregunta.- El eje de la novela son los secuestros exprés, algo que no parece típico de Alemania, ¿esta visión forma parte de nuestros prejuicios como europeos?
Respuesta.- Justamente lo que quería hacer era plantear esta premisa, qué pasaría si este tipo de delitos que asociamos a países donde hay otro nivel de violencia y peligrosidad, como en Latinoamérica, llegase a un país como Alemania. Es algo no se concibe, que pilla a la policía con el pie cambiado y a la gente completamente desprevenida porque no se pueden imaginar que les suceda una cosa así.
P.- En la novela podríamos intercambiar perfectamente Alemania por España, ¿somos tan distintos como se piensa?
R.- No, hay una serie de fenómenos que se dan en todas partes, la diferencia es en qué grado. En la novela hablo de la especulación inmobiliaria que es algo que no tenemos en exclusiva en España. En Alemania ha existido desde siempre, y en ciudades como Frankfurt el patrimonio arquitectónico quedó menos destruido con la guerra que con la especulación inmobiliaria de los años 70, que acabó con las grandes avenidas y toda la arquitectura del siglo XX. Actualmente en Frankfurt es carísimo vivir, hay una crisis endémica de vivienda, pero siempre se están construyendo oficinas de lujo y no casas. Aunque el peso de este tema no llega al grado de España cuyo volumen de corrupción urbanística es casi inimaginable.
P.- Otro tema que explora de forma tangencial es el ascenso de la ultraderecha, algo que aquí se comenta mucho, ¿estamos exagerando o es una realidad?
R.- Viviendo allí se nota y es altamente preocupante. En Alemania estos movimientos ultraconservadores que se dan ahora son preocupantes en cuanto a que no son unos skinheads descerebrados que usan simbología nazi, sino que es gente normal de clase media-baja que muestra su descontento con la política tradicional radicalizándose. Este fenómeno, azuzado por la crisis de los refugiados, está creando, sobre todo en el este de Alemania, un poso de pensamiento conservador que empieza a ser amenazador, la gente ya no se manifiesta, sino que agrede los periodistas y a la gente que ayuda a los refugiados. No son tantos, pero su número va creciendo de manera muy preocupante.
P.- Cornelia es, al igual que usted, una mezcla de dos culturas, ¿cómo es convivir con esa dualidad?
R.- Hay una mezcla que puede ser muy sana y muy buena. Vivir tantos años fuera te aporta la experiencia de relativizar, de ver que la visión de tu cultura está bien pero que también la del resto lo está, que solo son diferentes. Esto enriquece al personaje de Cornelia, aunque ella ya ha nacido allí, el moverse entre diferentes culturas le da la fuerza y le hace además muy buena como policía porque gracias a beber de dos culturas se vuelve muy buena observadora y muy empática. Personalmente, tras tantos años en Alemania ya no soy de ninguno de los dos sitios. El precio es en algunos momentos el desarraigo, el premio es una forma de ver el mundo más abierta y tolerante. Creo que la estancia en el extranjero debería ser obligatoria con carácter formativo.
P.- Se dice que la novela negra está en auge cuando la sociedad está en crisis, ¿está de acuerdo?
R.- En España es una de las razones que se suelen dar para que este género, que estaba un poco abandonado, haya pasado a ser tan leído y querido. Creo que sí, porque junta dos elementos: una parte de entrenamiento muy fuerte, algo que nunca debemos olvidar por mucho que lo reivindiquemos como género literario con todo su valor; y a la vez, por su naturaleza, por el hecho de que estamos hablando de crimen, esto te permite mostrar tu visión de la sociedad en la que transcurre la novela, con lo cual tiene este aspecto de novela social. Quizás sea la conjunción de estos dos elementos lo que la hace tan atractiva en estos tiempos.
P.- Si el género noir funciona como crónica social, ¿qué moralejas podemos extraer de esta obra?
R.- Se podría extraer la moraleja de adónde nos puede llevar la codicia, que es el motor principal de varios personajes, de todos estos especuladores y corruptos. Una codicia que no consigue saciarse y siempre va a más sin sentido alguno y de forma absurda.
P.- En su anterior novela, Pensión Leonardo dejaba de lado el género negro, ¿piensa continuar alternando?
R.- Me gustó mucho la experiencia de salir del género, que en los aspectos formales es muy exigente. Escribir Pensión Leonardo fue muy liberador porque no debía cumplir con determinadas expectativas. Sí, quiero ir alternando siempre y cuando tenga la impresión de que eso es lo que en ese momento quiero escribir realmente.
P.- En la otra saga que mantiene, junto a Sabine Hofmann, escribe de España pero retrotrayéndose al pasado, ¿no se plantea una Cornelia en España o trasladarla aquí en un futuro?
R.- La verdad es que siempre he querido hacerlo. Revisando mis planes para esta serie, que siempre dije que constaría de cinco novelas, me di cuenta de que siempre me había planteado el que Cornelia viniera a España y pusiera a prueba su españolidad. Pero para la quinta novela ya tengo otra historia, así que creo que voy a tener que hacer la sexta. Entonces estoy dándole vueltas y está empezando a aparecer el número seis en mi cabeza, cada vez estoy más cómoda con la idea de una sexta novela.