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Jimmy McGill y Mike Ehrmantraut en una escena de la serie[/caption]

Dijimos respecto a la primera temporada de Better Call Saul que los entusiasmos hacia la serie no procedían solo de lo que hasta ahora había ofrecido, sino “por lo que se adivina que aún puede ofrecer”. Consideramos el potencial de la ficción alrededor de las vidas pasadas (y quizá futuras) del abogado de Walter White de naturaleza extraordinaria, jugando con las resonancias de Breaking Bad, más estilística que temáticamente, pero con capacidad para consolidar una autonomía propia. La excelente segunda temporada no ha hecho más que confirmar sus promesas, certificando que estamos ante una de la series de gran formato más complejas y estimulantes del panorama actual.

El tema principal, como lo era en Breaking Bad, sigue siendo la búsqueda de una identidad. Si el trayecto de Walter White a Heisenberg no era tanto una forma de escapar de la enfermedad y asegurar el futuro de la familia (o arruinarlo por completo) sino la revelación de un personaje que entra en contacto con su yo más profundo, encontramos ese mismo proceso de corrupción moral en Better Call Saul, determinado por el ego y la supervivencia. No es solo el caso de Jimmy McGill y su prometida conversión a Saul Goodman –habrá que esperar a una tercera temporada para que se culmine esa transformación–, sino también el de Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), el infalible mercenario, que adquiere en esta segunda temporada un protagonismo equitativo al del letrado.

La historia de Mike al margen de su relación con McGill tiene una autonomía y una entidad propias, y de hecho es la que estilísticamente más se emparenta con la “ficción madre”. Los horizontes abiertos y el desierto, el extraordinario empleo de la luz natural y las penumbras, los recurrentes escenarios inhóspitos (garajes, almacenes y demás), el imaginario de Breaking Bad revive en el modo en que Mike hace las cosas que mejor sabe hacer. Como ocurría con Walter, lo apasionante es descubrir de qué manera lo hará, aunque sepamos de antemano que su vida no corre peligro. A Vincent Gilighan lo que le interesa es el trayecto de la inteligencia, de los reflejos y las habilidades de sus personajes para poner el mundo a su favor cuando todo está en contra.

McGill es la criatura perfecta de su universo. No es solo mucho más complejo que Walter, también es más divertido, más empático y en definitiva más humano. De hecho, la serie está con él como lo está Wes Anderson con sus criaturas, siempre caminando a su lado, a pesar de los errores. Con Walter no siempre fue así. El proceso de Breaking Bad consistió en ir alejando al espectador de su protagonista, cuestionar cada vez más su postura moral frente al mundo, pero con McGill, que también emprende su propio camino al margen de la ley, la posición desde la que se coloca la serie es inversa: quiere que cada vez estemos más cerca de él, que abrazemos sus motivaciones.

Esto es igualmente válido para todos los personajes. El peso que adquiere Chuck McGill, el hermano de Saul, es asimismo determinante. Para justificar el trasfondo de la tensa, a veces inexplicable relación entre ambos, la serie aduce motivos de carácter freudianos que ayudan a despejar cualquier duda sobre de dónde procede el rencor de Chuck por su hermano pequeño. Podríamos sentir que el caso está forzado porque nunca los guionistas habían llegado tan lejos, pero los flashbacks de Better Call Saul en ningún caso parecen meras muletillas argumentales, son pertinentes y fortalecen el discurrir de los hechos.

La verdadera dificultad, a mi modo de ver, radica en cómo mostrar esos movimientos cuando la mayor parte de las veces son de carácter interno, pertenecen al proceso de decisión de los personajes. Ahí es cuando la serie muestra realmente lo que es capaz de hacer. En un momento dado, McGill se topa con un letrero en la puerta del despacho que prohíbe presionar un interruptor porque apagaría la señal eléctrica general del bufete de abogados. Ocurre cuando el letrado se enfrenta al dilema principal de esta temporada. Los segundos de quietud del personaje, antes de apagarlo, revelan su pensamiento. Es uno de esos momentos gloriosos por los que merece la pena seguir viendo la serie. Seguro que aún nos aguardan muchos más.