Javier Pérez Andújar

El escritor acaba de reunir en un nuevo volumen, el llamado Diccionario Enciclopédico de la Vieja Escuela, un puñado de historias que son recuerdos y también son un mapa. Un mapa de sí mismo que anda construyendo libro a libro. No es nostalgia, dice, es sólo autoinvestigación. Aunque ahí están los tebeos de Carpanta y un poco más allá John Houston, y Moby Dick, y el PCC.

El diccionario, como los piratas, es el mejor amigo de los niños; por eso a las niñas y a los niños siempre se les ofrece el mundo de esta dos maneras: en forma de bola del mundo y en forma de diccionario, escribe Javier Pérez Andújar, en su último libro, que lleva por título, precisamente, Diccionario Enciclopédico de la Vieja Escuela (Tusquets) y que es, sí, un diccionario, pero uno muy particular. Uno en el que hay entradas para Lucky Luke, y Salgari, para Glass y para Fukushima, para las huelgas, Camilo Sesto y los Cuatro Fantásticos. Un diccionario que es, sobre todo, un mapa de su autor. "El fin de mi escritura es la autoinvestigación", confiesa el autor de Paseos con mi madre y Los príncipes valientes, que parece entregado a una autoficción de raíz nostálgica que, dice, no es nostálgica en absoluto. "La nostalgia es clasismo, porque sólo la sienten los pobres. Cuando alguien habla de Kafka no se considera un nostálgico, pero si habla de Carpanta, sí. Porque la cultura de la clase popular no se considera cultura", arremete.



Bebe agua fría, acaba de quitarse las gafas de sol, lleva una camiseta en la que puede leerse 'Pepsi'. Dice que a veces se pregunta si existirá algún día un museo de la vivienda proletaria y si habrá quien lo visite como se visita el Versalles. También que si habla de Astérix (y de su álbum favorito, o uno de ellos, Los laureles del César), lo hace porque él mismo está hecho de Astérix. "Me resisto a hablar del presente, hablar del presente es superficial. Defiendo mi bagaje por culturalismo", sentencia. Y, cuando escribe, trata de tú a tú al lector, un lector que es, también, él mismo, el reflejo de aquello que cuenta, y cuenta cosas como ésta: "Porque tú y yo somos dinosaurios de otra crisis más antigua, año 73, recuerda, solapas anchas, bombas en las estaciones; esta crisis no es la nuestra, aquí somos fantasmas arrastrando cadenas de oro". ¿Esta crisis no es la suya? "Yo siempre he estado en crisis. Siempre ha habido alguien a mi alrededor que lo estaba, aunque a mí me fueran bien las cosas por un tiempo. Lo que te enseña el tiempo es que la crisis está siempre por llegar, que hay al menos una cada década, y que la bonanza es siempre un espejismo".



"El material que tengo sale de la calle, y no tengo otro remedio que usarlo. Si usara otros, sería un impostor"

Pregunta.- ¿La escritura, en su caso, es recopilar, reconstruir?

Respuesta.- Yo me dedico básicamente a la autoficción, porque es lo que sé hacer. No soy nostálgico, sólo me estoy contando a mí mismo. La escritura, en mi caso, es autoinvestigación. Necesito comprenderme para comprender el mundo. Y puede parecer que hago literatura social, pero en realidad hago literatura ultraindividualista, estoy mirándome el ombligo todo el día. ¿Por qué parece social? Porque el material que tengo sale de la calle, y no tengo otro remedio que usarlo. Si usara otro tipo de materiales, sería un impostor. No puedo crear con un barro que no es el mío.



P.- ¿Barro?

R.- Sí, me siento como un alfarero. Soy más un artesano que un artista. No puedo partir de la nada, siempre parto de algo. Tengo un material y voy probando con él hasta que surge algo.



P.- Un diccionario, por ejemplo.

R.- Sí. Me pareció interesante dar forma a un diccionario. No hay nada de extravagante en hacer un diccionario. En la literatura es hasta un género. Flaubert hizo un diccionario, y Umbral hizo otro, hasta André Breton y Paul Éluard hicieron uno. Es un género, como el de las memorias o el epistolar. ¿Que por qué? Pues porque me interesan los géneros ricos como éste y porque aún no lo había utilizado. Algunas de las entradas son, de hecho, artículos que había escrito, artículos inéditos. En conjunto, es una muestra de mi ars poética. Y ahí está todo, lo que me gusta del mundo y lo que me gusta de la literatura.



P.- ¿Y lo de enciclopédico?

R.- Lo enciclopédico es aquello que tiene la voluntad de comprender todo el mundo, que está dando, o pretende dar, una visión general del mundo en el que me he quedado colgado, de ahí lo de 'vieja escuela', porque llega un momento en el que no cambias tú, en el que sólo cambia el mundo, y te vas quedando atrás.



P.- ¿Se siente de otra época?

R.- Me siento del extinto siglo XX. Cada uno tiene la edad cultural que tiene. Y no es una cuestión generacional, porque en mi caso, mi generación, en cuestión cultural, abarca 40 años. Porque durante 40 años, en España, la cultura no cambió. Podría decirse que desde el año 65 a los 90 la cultura era la misma, así que comparto referencias con personas que no forman parte de mi generación.



P.- Y no es nada nostálgico.

R.- No, no lo soy. No guardo nada. No colecciono nada. Si hablo del pasado es porque estoy hablando de mí mismo y tengo un pasado. Pero puede decirse que cualquier tiempo pasado me da bastante igual. Hablo de lo que soy, de lo que he leído.



P.- Pero si habla de que recopila todos los libros que sus padres no pudieron leer, que no había en casa porque se los quitaron.

R.- Eso no es nostalgia, eso es lucha de clases. Mis padres no tenían libros. Y yo los he tenido. No es tristeza, es denuncia. Es lucha de clases y venganza.



P.- ¿Es la escritura su venganza?

R.- Yo diría más bien que el fracaso de mi venganza es mi escritura.



"Nos hemos vuelto exhibicionistas por la televisión. Ahora todo el mundo se hace fotos en situaciones extrañas"
P.- ¿Cree que la literatura que viene será autobiográfica o no será?

R.- No lo sé. Lo que sí creo es que hemos perdido el pudor. Nos hemos vuelto exhibicionistas. Por los programas de televisión. Ahora todo el mundo se hace fotos en situaciones extrañas. Te haces fotos hasta en tu casa en bata fregando los platos, lo que antes hubiera sido impensable. Por otro lado, tenemos cada vez menos mundo. Estamos más encerrados. Ya no existen Marco Polos, ni nadie que haga La Ruta de la Seda. Ahora nos compramos un documental para saber lo que es. En la cultura del establishment se impone lo autobiográfico porque cada vez es más pequeña y autorreferencial.



P.- Ahora que habla del establishment, la política está por todas partes en 'Diccionario Enciclopédico de la Vieja Escuela', y habla de una ley del silencio.

R.- En el aspecto político hay, hoy en día, una censura directa. No mandan los políticos, mandan los dueños de los políticos, las empresas y los bancos, y no puede hablar nadie que ellos no quieran que hable. Somos todos carne del sistema.



P.- Hay una entrada de su diccionario dedicada a un mitin de Ada Colau en la que, le cito, escribe: "Había en aquel colegio toneladas de una ilusión incapaz de expresarse a través de la emoción. Demasiado Teatre Grec todos los veranos [...] Demasiado miedo biológico a nuestros propios fluidos desde la década de los ochenta [...] No eres de Sant Adrià si no recuerdas cuando chupabas las heridas, las tuyas y las de quien te gustaba, para que se cerrasen. Sí se puede volver a ganar todo eso. Sí se puede porque la calle sigue existiendo, es lo único que existe". ¿Tiene esperanza en el próximo 26-J?

R.- No tengo ninguna esperanza en el próximo 26-J. A Ada Colau le está costando encontrar su lugar, porque el establishment del que hablaba la sigue viendo como un cuerpo extraño que aún tiene o que expulsar o que metabolizar. Así que no tengo esperanza en lo que ocurra el próximo 26-J, tengo esperanza en la gente, la gente que puede parar un desalojo, por ejemplo. Porque nunca ha dejado de pasar, y ahí han estado. La gente nunca va a dejar de luchar.



@laura_fernandez