Vernon es un rockero cincuentón, antiguo vendedor de discos, que se queda sin dinero y sin casa tras una vida de rebeldía y precariedad. Tratando de sobrevivir, este vividor en decadencia tira de las pocas amistades que le quedan para no tener que pasar las noches en las frías calles parisinas, y de sofá en sofá vamos descubriendo toda una serie de personajes que representan un fresco de la sociedad parisina contemporánea, de una generación que iba a tenerlo todo y se perdió por el camino.
Con un Premio Renaudot y cientos de miles de lectores a sus espaldas, Virginie Despentes (Nancy, 1969), la fille terrible de la literatura francesa, se embarca con Vernon Subutex I (Literatura Random House) en una trilogía que analiza los traumas sociales y políticos de la sociedad francesa, el derrumbe del Estado del bienestar y el auge de la extrema derecha. "Supongo que nos cuesta entender que Francia ya no es como antes. Existe una rabia de los más poderosos, que buscan responsables, y los musulmanes parecen buenos culpables", afirma Despentes. Pero no nos equivoquemos. El fenómeno, según la escritora, no es algo genuinamente francés, sino que "en mayor o menor medida existe en toda Europa".
Pregunta.- En el centro de la historia está el mundo de la música, ¿por qué, qué papel desempeña para usted?
Respuesta.- Para empezar es un mundo que conozco bien, lo que es útil para escribir. La música es una cultura que compartimos en todos los países, era la industria cultural más rica, la más estable, y todo ha desaparecido en tres años, lo que parecía imposible. Al plantearme de dónde podría venir este tipo pensé en una tienda de rock, porque allí en esa época establecías unas relaciones muy particulares con la gente, era realmente intenso, y es posible imaginar que cuando vuelve a sus casas 20 años más tarde se acuerdan de él, que ha tenido un papel importante en sus vidas. Lo que me interesaba es mostrar cómo hemos cambiado de los 80 hasta ahora, como ha evolucionado esa generación que escuchábamos esa música y ahora somos tan distintos.
P.- Precisamente se nota esa nostalgia por el fin de la era dorada del rock, ¿qué fue de esa gente, con la edad se pierde la rebeldía, se madura?
R.- Se pierde totalmente, el propio rock se ha vaciado. Es casi imposible contar a alguien joven de ahora la intensidad con la que nos lo tomábamos entonces, era un modo de vida que cubría todo el espectro cultural: tenía su propia literatura, su pensamiento político, su propio cine, era un microcosmos que vivías hasta la muerte. Hoy en día no existen movimientos equivalentes, aunque quizá las aventuras políticas radicales se puedan comparar.
P.- Vernon va alternando por las casas de diferentes conocidos, ¿sintetiza en ellos un fresco de la totalidad de la sociedad francesa?
R.- No la totalidad, pero sí una gran parte. Trabajé tres años en una tienda de rock y cuando lo pienso ahora veo que todo el mundo iba allí. No muchísima gente, pero sí todo tipo de gente. Imagino que al verlos uno por uno habrán cambiado un montón y son gente muy diferente. Con esa premisa he intentado cubrir un espectro muy amplio, toda la gama de posibilidades y extractos sociales que fueran posibles.
P.-¿Cómo se puede asimilar esa precariedad, el pasar de ser una persona normal, integrada en la sociedad, a la marginación?
R.- Esto le va a pasar a muchos de nosotros, es algo particular de nuestra generación. La juventud de hoy ya ha crecido con la idea de que hay una crisis y el trabajo no es algo que va a durar toda la vida. Pero la gente de mi generación y de la generación de mis padres ha tenido trabajo toda su vida, si entrabas en el sistema te quedabas en el sistema hasta la jubilación. Ahora mi generación sabe que no tendrá jubilación. Hemos funcionado con el sistema toda la vida pero a los 50 no te necesitan más, eres un inútil sin futuro. No puedo imaginar sociedades anteriores donde haya ocurrido una cosa así. Es algo que caracteriza nuestra civilización actual.
La decadencia de la clase media
P.-¿Es precisamente en Francia, por su tradición burguesa, el país donde más está sufriendo la clase media este proceso de desintegración provocado por la crisis?
R.- Pienso que en Francia hemos tenido una clase media muy privilegiada durante los últimos 30 años, con una educación y sanidad gratuita de altísima calidad. La llamada cultura del Estado del bienestar. Por eso es una caída más brutal que en otros países más orientales donde la clase media siempre ha sufrido. No esperábamos una caída tan radical porque creo que no hemos entendido a tiempo como las clases altas están realmente en guerra con el resto de la sociedad. Ahora es algo evidente, pero lo hemos comprendido demasiado tarde. Visto con perspectiva te das cuenta de que fue incubándose ya en los 90, pero cuando estabas dentro del sistema éste parecía tan sólido que ni te lo planteabas. Las cosas que parecen totalmente estables pueden desaparecer muy rápidamente, y creo que es algo que en Francia comenzamos a entender.
P.-¿Vive en Barcelona desde hace tiempo, ¿qué grandes diferencias encuentra a nivel social entre Francia y España?
R.- Veo un montón de diferencias. Estos últimos años he visto que España, en general, ha sufrido mucho más la crisis que Francia pero en la mente de la gente la depresión era aquí mucho menos grave. Esto era también el punto de partida del libro. ¿Cómo puede ser que la gente que ha entrado realmente en la precariedad no esté tan deprimida como lo estamos en Francia, donde aún somos unos privilegiados? Ha sido una especie de depresión nacional, que creo que se está superando.
P.- Vemos ejemplos en Polonia, Hungría, Austria..., pero ¿cómo el país de mayo del 68 ha permitido un auge tan preocupante de la extrema derecha?
R.- Desde los años 80, la extrema derecha en Francia es utilizada como herramienta de las élites para manipular a la sociedad, para meter miedo a la parte más dócil. Han creado esta fuerza increíble del Front National, pero ahora es autónomo y muy fuerte, se les ha ido de las manos y da miedo de verdad. Le viene bien este caldo de cultivo que generan los atentados islamistas, la crisis de los refugiados... Espero que ahora estemos viviendo el momento más fuerte de la extrema derecha y que en adelante empecemos a oír otros discursos, una reacción de la izquierda que venga de las generaciones más jóvenes.
P.- Su obra ha sido tachada de mera provocación, pero el público le respalda, ¿precisamente por la provocación o a pesar de ella?
R.- Pienso que es a pesar de ella. Los que se sienten realmente ofendidos, los que ven provocación pura en mi trabajo no son los que van a leer mis libros, pero para mucha otra gente no se trata de provocación. Es como con Houellebecq, la gente no le lee por el gusto de la provocación, sino para entender esta otra visión de la sociedad. Pienso que es lo mismo con mis libros. No veo mi trabajo como especialmente provocador, si esa fuera mi intención haría otras cosas mucho más radicales.
P.-¿Sigue siendo ahora tan combativa como al principio de su carrera?
R.- Cambias. Yo he cambiado un montón, aunque supongo que de otra manera sí lo sigo siendo. Sigo siendo muy sensible a lo que pasa a mi alrededor y me implico emocionalmente, por ejemplo. No he perdido la combatividad, pero es cierto que cambias de energía. Cuando escribí Fóllame, mi primera novela, tenía una rabia casi física, y ahora ya no tengo esa sensación. Pero de capacidad de indignación estoy al mismo nivel. Aunque ahora veo más la complejidad de las cosas y soy más consciente de las consecuencias.
El reflejo político
P.-¿Cuál es la responsabilidad de ser escritor en la actualidad, en Francia y en general?
R.- Creo que no es tan alta ahora. Veo importante la novela pero a la vez no estamos como hace un siglo. Con internet alguien que escribe un blog que todo el mundo lee tiene la misma responsabilidad. Una buena novela sigue siendo una gran herramienta, pero el hacer literatura no exige la responsabilidad que sí pedía en el pasado. En España me llama la atención que no existan ni los libros ni las películas del 15-M, de los indignados. La política, la sociedad, necesita tener un reflejo en el arte. Aún así, uno no puede sentarse pensando en hacer la novela de su época, porque eso no puede ser una decisión premeditada. Pero puedes interesarte y tratar de hablar de lo que te rodea, de tu realidad, de la manera más sincera y más compleja.
P.- Esta historia será convertida en serie por Canal +, como cineasta, ¿cree que la televisión es el nuevo cine?
R.- Me parece que sí, especialmente en Estados Unidos. No he visto una película norteamericana importante desde hace décadas. Ahora se hacen grandes superproducciones con efectos especiales fabulosos, pero el discurso intenso está en las series. En Francia no tanto. Seguimos haciendo series como se hacían en Estados Unidos hace 20 años. Lo intentamos, pero es una evolución muy lenta por el peso del cine como institución y principalmente por los problemas que hay para trabajar en grupo, para que varios guionistas se unan para crear un proyecto. En Francia el peso del autor todavía es demasiado fuerte.
P.- Esta es la primera entrega de una trilogía, ¿qué le queda por contar, qué más puede extraer del personaje?
R.- Un montón de cosas. La segunda parte ya ha sido publicada en Francia y ahora estoy con la tercera. Lo difícil de una novela para mi es no saber qué tipo de novela va a ser, si va a funcionar, pero aquí tengo el tema, los personajes, el tono narrativo, es un poco ponerse a jugar con todas las piezas en la mano. Ocurre como con una serie, una vez que tienes un grupo de personajes y de situaciones puedes jugar con ellos, coger lo que interesa e ir intercalando tramas. No lo voy a hacer, pero podría escribir siete tomos.