Ignacio Amestoy junto a una caricatura de Buero Vallejo. Foto: Bernardo Díaz
El dramaturgo participa en un ciclo de conferencias sobre Valle-Inclán y Buero Vallejo en el marco de los Cursos de Verano de la Complutense en El Escorial.
Se cumplen en 2016 los 150 años del nacimiento de Ramón del Valle-Inclán y los 100 del de Antonio Buero Vallejo, dos de los más grandes autores teatrales del siglo XX. Ambas efemérides son un buen pretexto para indagar en su teatro y reflexionar su legado, papel que cumple el ciclo de conferencias
Valle-Inclán y Buero Vallejo: esperpento y tragedia en la España contemporánea, que se celebrará hasta el 1 de julio en El Escorial en el marco de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense. En la obra del caracense indaga el dramaturgo y periodista
Ignacio Amestoy (Bilbao, 1947), experto en la figura de Buero Vallejo en la que ha profundizado con una mirada tan nueva y actual, como rigurosa; mediante la conferencia titulada
Buero y la ejemplaridad en el teatro.
Pregunta.- Por qué unir en este ciclo las figuras de Valle-Inclán y Buero Vallejo?
Respuesta.- Más allá de los aniversarios, son dos de las grandes figuras del teatro español del siglo XX.
En España tenemos nuestro Esquilo, que es Valle-Inclán, nuestro Sófocles que es Lorca y nuestro Eurípides, que es Buero Vallejo, y está bien reflexionar sobre ellos. Valle-Inclán representa el esperpento, un género profundamente español, y Buero supone la vuelta a la tragedia durante el franquismo. Recordar estas dos figuras resume nuestra herencia dramática más inmediata.
P.- Hoy en día es todo un experto, pero ¿cómo nace su interés por la figura de Buero Vallejo?
R.- Descubrí a Buero gracias a mis maestros. Estudié en el Teatro Estudio de Madrid con figuras como
Miguel Narros y William Layton, que fue quien introdujo el método Stanislavski en España a través de su versión americana. Pero
fue Ricardo Doménech quien nos abrió los ojos a todos sobre la figura de Buero, muy controvertido, que en realidad era una especie de termómetro sobre las libertades del régimen franquista.
P.- Existe controversia en torno a él, pero sufrió la guerra, en la cárcel, y la posguerra, debido a la censura, qué influencia tuvo esto en su vida?
R.- Le influyó indudablemente y de forma muy profunda. Él
decía que todo escritor y todo hombre se alimenta de sus experiencias, si éstas no lo hunden. Su padre fue asesinado en el 36, el estuvo encerrado en varias cárceles, donde conoció a
Miguel Hernández y le hizo el famoso dibujo, y fue sentenciado a muerte. De una de ellas trató de fugarse, lo que después utilizaría al escribir
La fundación. Reivindicaba el derecho de una dramaturgia que hable de la culpabilidad y el miedo porque decía que todos nos sentimos culpables y tenemos miedo.
Su gran preocupación fue encontrar formas de englobar al público en el espectáculo, de hacerlo partícipe.
P.- ¿Esas experiencias marcan también la temática de sus obras, por un lado la crítica social y por otro el crear dramas históricos, el viaje al pasado para poder criticar el presente?
R.- Buero siempre quiere hablar de la realidad española.
Desde el 49 que estrena Historia de una escalera, Buero es el cronista puntual, año tras año, de lo que pasa en España. No existe otra figura literaria desde el Renacimiento que haya consignado de forma continua el devenir de nuestra historia. Durante el franquismo tuvo que apoyarse en las oblicuidades, para conseguir burlar a la censura. Buero se arriesgaba, se significaba, y precisamente de ahí nace conocida polémica posibilista con
Alfonso Sastre, en la que Buero abogaba por escribir un teatro posible que esquivara a la censura para participar de la situación política del momento. En ese sentido, por ejemplo, utilizaba el teatro histórico para tratar los problemas y la realidad de su época.
P.- Su mayor logro teatral es la unión de simbolismo y realismo, ¿con qué finalidad, qué perseguía?
R.- Don Antonio defendía lo que él llamaba el estilo español, algo que se subraya muy poco. Ponía como ejemplo a Goya, que al pintar sus grabados vuela a lo fantástico pero desde el realismo, hacia un simbolismo realista. Quería que existiera un equilibrio total entre la conjugación de elementos poéticos y elementos realistas.
Desde sus primeras obras, pretende captar los problemas de la sociedad en la que está inmerso y expresarlos estéticamente por medio del drama. Pretende captar la realidad de un modo artístico, toda la realidad, que a veces puede ser enigmática, contradictoria y hasta de absurda o fantasmagórica. Expresar todos esos matices requiere cierto simbolismo, pero representar la realidad es lo que exige esa búsqueda del equilibrio.
P.- El título de su charla habla de la ejemplaridad de Buero, ¿ejemplaridad en qué sentido?
R.- Buero es la figura que se plantea que sus obras dramáticas sean lo que han sido siempre las tragedias desde la Grecia clásica, anagnórisis; es decir, que versen sobre el reconocimiento de la culpa, como en Edipo.
Las obras de Buero funcionan como un espejo hacia el espectador, que es el que ha de sufrir la catarsis. Cuando el espectador salía del espectáculo debía haber reflexionado sobre lo visto aplicándolo a su vida. Su ejemplaridad nace de ese intentó de implantar ese factor en sus obras y en su propia su vida, con compromiso y austeridad, pero siempre en libertad, nunca aleccionando, simplemente ofreciendo un espejo de la realidad.
P.- El año pasado comentaba que estaba escribiendo la segunda parte de la tetralogía
Violetas para un Borbón, ¿cómo avanza la obra?
R.- Pues ahí estoy con ella. Se llamará
Sangre de reyes. La reina inglesa de Alfonso XIII, porque toco el tema de la hemofilia y el vigor de la reina, que tuvo el coraje de enfrentarse a su propia tragedia y también el desequilibrio que sufrió Alfonso XIII y su monarquía debido a que el rey cediera a la dictadura de Primo de Rivera.
Victoria Eugenia tuvo que luchar contra el desamor del rey, que veía en ella la muerte y tuvo varias amantes,
pero tuvo el coraje de seguir queriéndole y mantener el pabellón. En cierto modo, con esta serie trato de buscar la verdad y satisfacer mi pasión periodística.
P.- Y además de esto, ¿a qué se dedica últimamente?
R.- Actualmente llevo el teatro de la Universidad Internacional de La Rioja, con la que últimamente he montado
La sesión final de Freud y
una obra casi inédita del Cervantes joven, La conquista de Jerusalén. El año pasado además se ha estrenado una obra que escribí para la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País,
La confesión de Loyola. Montserrat, 1522, que trata sobre su vida previa a convertirse en religioso y fundar la Compañía de Jesús, su papel disoluto en la Corte, su amistad con Carlos V, su hija... También estoy ahora con una obra inspirada en un libro del filósofo Javier Gomá que titulo
Aquiles tiene un problema, y trata del dilema del héroe por dar el paso de la juventud y la inconsciencia al compromiso, que en su caso supone ir a la guerra de Troya y morir. Veremos si es posible que se estrene el año que viene en algún festival de teatro clásico.