Escena de Goya en Burdeos, de Carlos Saura
Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...
"Me gustaría -dice el cineasta- haber estado dentro de
Las meninas, conocer personalmente a Velázquez y ver cómo pintaba tan excelso cuadro. Cuando era joven a alguien se le ocurrió poner en el Prado el cuadro de Velázquez frente a un enorme espejo en la pared de enfrente. Uno podía entonces entrar y salir del cuadro como un personaje más. Ya ves". Y es que
uno de los momentos más mágicos del laberinto de espejos sauriano lo encontramos en Goya en Burdeos, cuando Goya descubre Las meninas de Velázquez, donde, como bien sabemos, el autorretrato del artista ocupa el motivo principal, y el retrato regio se adivina en un espejo. O, quizá, como dice Goya en la película, "todo el cuadro se refleja en un espejo". Mientras se inscribe en los márgenes del cuadro, habita sus espacios, colocándose como punto de fuga de la historia del arte, Goya dice que la pintura "parece inacabada, ligera, con la apariencia de hacerse sin esfuerzo, fuera de todo tiempo, espacio y lugar". Esa misma ambición es la que ha perseguido el cine de Carlos Saura a lo largo de medio siglo de carrera.
Con 39 largometrajes dirigidos hasta el momento, Carlos Saura (Huesca, 1932) está considerado uno de los cineastas más importantes del cine español. Desde que en 1956 dirigiera su primer corto, El pequeño río Manzanares, el director ha alternado distintos estilos cinematográficos. Su cine combina el reflejo realista de la sociedad con cierto surrealismo, haciendo uso de simbolismos de corte sociopolítico. Creador polifacético durante toda su carrera, ha pintado, y en la actualidad sigue practicando la fotografía. La música, otra de sus pasiones, ha sido protagonista en algunos de sus filmes como Sevillanas (1992), Flamenco (1995) o Zonda, el folclore argentino (2015). Su filmografía cuenta con una gran cantidad de premios, entre otros, el de Mejor Director en la Berlinale de 1966 por La caza, y el Oso de oro en 1981 por Deprisa, deprisa; el Premio del Jurado en 1974 por La prima Angélica y el Gran Premio del Jurado en 1976 por Cría Cuervos en Cannes, o los 13 Goyas por Ay Carmela en 1991.