Retrato de Franz Shubert en un campo de Viena

Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...

Me gustaría volar junto a los lectores en el espacio y en el tiempo hasta la Viena de 1828. Ciudad y momento que contemplaron el último año de vida del compositor austríaco Franz Schubert, y también una de las etapas más prolíficas y sublimes de su producción musical. Nacido en 1797, Schubert había gozado en su infancia y primera juventud de un carácter amable y soñador. Era un hombre feliz, que disfrutaba de la compañía de sus amigos, de la naturaleza y de las veladas nocturnas vienesas. Sin embargo, una temprana enfermedad, que se lo llevaría prematuramente, inundó su espíritu de sufrimiento y dolor, y le llevó a reflexionar cada vez más sobre la muerte. Su muerte. Esa a la que claramente sintió llegar, y cuya percepción le haría escribir algunas de las más bellas y trascendentales obras de la Historia de la Música. Entre ellas, cinco obras cumbre de la música de cámara instrumental. Sólo en 1828, Schubert compuso la Fantasía en fa menor para piano a cuatro manos, el Quinteto con dos violonchelos, y las últimas tres sonatas para piano. Estas cinco enormes obras comparten una evidente dualidad entre el más profundo dolor y la más luminosa belleza. El propio Schubert escribiría: "Mis obras son hijas de mi cerebro y de mis penas, y las engendradas por la más amarga tristeza son las que más alegran al mundo". El perfil luminoso de su última producción tiene quizá como máxima expresión el segundo movimiento del Quinteto en Do mayor con dos violonchelos, escrito poco antes de morir, y cuya paz, gozo y belleza extrema en sus secciones inicial y final parecen estar concebidas por alguien que vislumbra ya otro mundo.



Viena tuvo la suerte de contemplar la vida y obra de este genio que, en medio de la enfermedad y del dolor, dedicó sus últimos esfuerzos a regalar estas joyas a la humanidad. Edgar Allan Poe dijo: "En la música es acaso donde el alma se acerca más al gran fin por el que lucha cuando se siente inspirada por el sentimiento poético: la creación de la belleza sobrenatural". Schubert fue, sin duda, uno de los artistas que más se asomó a ese abismo.

Debutó como solista con 19 años, desde entonces el violinista Alejandro Bustamante (Madrid, 1986) ha mostrado sus dotes tanto en sus interpretaciones como solista con orquesta, como músico de cámara en diversas formaciones y ofreciendo recitales de violín solo, con un repertorio que abarca desde el barroco hasta la música más vanguardista. En 2010 colaboró con el pianista Enrique Bagaría en la grabación de un álbum para Columna Música versionando obras de César Franck, Eduard Toldrà y Olivier Messiaen. El año pasado ganó el Premio Revelación Artística de los Premios Cultura Viva 2015. Actualmente convina su actividad artística con la labor pedagógica.