El precursor del cabaret Voltaire, Hugo Ball, vestido por Marcel Janco en 1916

Son viajes ideales, viajes soñados, pero esta vez desde la ficción. Porque viajar es también un placer cuando se hace desde las páginas de un libro, la imagen sugerente de un cuadro, una fotografía, desde la butaca de un cine. Y así, nos vamos al Nueva York de Paul Auster, al Sáhara de El paciente inglés, al Cape Cod de Edward Hopper...

En Suiza pasan más cosas de las que creemos. Cuando toda Europa se empeñó en dirimir "viejunos" conflictos dinásticos sacrificando a lo mejor de su juventud en el barro de las trincheras, algunos de esos jóvenes buscaron refugio en el universo paralelo y delirante del Dadá. Fue precisamente en Zúrich donde Hugo Ball fundó el cabaret Voltaire en febrero de 1916. En aquella sala de la calle Spiegelgasse, número 1, un pequeño escenario acogía las veladas "dadaístas" donde se mezclaban la provocación antiartística y la poesía más transgresora. La actitud general de sus protagonistas participaba de una radicalidad política que encontraba en el escándalo su mejor recurso propagandístico. En el fondo siempre una rebeldía militante frente a tanta insensatez social y política: nuevas ideas en busca de nuevos procesos de expresión.



Sentarse entre el público y asistir a una de sus primeras sesiones es el objeto de este viaje. Pasear la vista por las paredes decoradas con obras de Hans Arp y Max Oppenheimer esperando la irrupción en escena de Hugo Ball revestido por Marcel Janco para oficiar el rito dadaísta en devoto tributo a Voltaire. El recitado de textos de Apollinaire, la interpretación de piezas de Debussy o Ravel y las exóticas coreografías de Rudolf von Laban serían tan solo el primer acto de un programa que se iría radicalizando más y más. Más tarde los poemas fónicos sin sentido y los recitados simultáneos pondrían a prueba nuestra capacidad para disimular el asombro o la indignación. Han pasado cien años desde aquello y cabe preguntarse si nuestra probada resiliencia contemporánea, tan refractaria ante lo novedoso, respondería igualmente al reto que Ball se proponía en cada nueva sesión: "Es una competición con las expectativas del público, que requiere de toda nuestra capacidad de inventiva y debate".

Cristina Fontaneda Berthet (1970) es licenciada en Geografía e Historia y en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid. Tras conseguir ambas licenciaturas completó su formación en marketing cultural y museología en el Istituto per l'Arte e il Restauro de Florencia y en el Central Saint Martins College londinense. En el 2006 comenzó a dirigir el Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo de Valladolid, centro al que llevaba vinculada desde el 2003, primero como coordinadora de conservación y, posteriormente, de colección y exposiciones. Centrada también en la labor investigadora y docente, es autora de varias publicaciones de arte e imparte clases en cursos sobre patrimonio cultural y en el Máster de Museología de la Universidad de Valladolid.