La crisis económica y la felicidad abren y cierran la última obra del escritor y columnista Pedro Ugarte (Bilbao, 1963), titulada Nuestra historia (Páginas de Espuma, 2016). Dos términos que parecen contradictorios y que, sin embargo, consiguen darse la mano en varios de los relatos que componen el libro. En ellos, el dinero no es el único dilema. Las relaciones familiares, amorosas y amistosas se muestran en su cotidianidad con lo bueno y con lo malo. El autor confirma el perfil más o menos autobiográfico de cada uno de los diez relatos, situados en distintos contextos de la sociedad actual.
Pregunta.- ¿Ha pretendido con Nuestra historia realizar una crónica de la sociedad actual a través de la ficción?
Respuesta.- En parte sí, hay dos o tres cuentos que están muy inspirados en una crisis económica muy inmediata. Por una parte sí que existe ese elemento, y luego otros elementos de otras formas de crisis que están surgiendo últimamente, desde el ejercicio del poder o el sentido de la familia. Creo que los dos cuentos que guían el libro son el primero y el último, el primero por esa crónica de ciertos problemas económicos y el último porque ilumina el resto de los cuentos con relación al concepto de felicidad. Éste se titula Opiniones sobre la felicidad, y en él la felicidad es una cuestión muy lateral, pero en todos los demás cuentos sí hay elementos de ese tipo.
P.- Como ha señalado, uno de los temas principales del libro es la crisis económica, ante la que se pretende mostrar una visión optimista, ¿cree que somos demasiado negativos ante la crisis?
R.- Tengo la sensación de que, con relación a la crisis, siempre proyectamos la responsabilidad en los demás, no en la cuota que nos pueda corresponder. Por ejemplo, en el primer cuento del libro sí que se asume una responsabilidad personal. Hablando un poco más en general sí creo que, cuando analizamos la crisis, pensamos mucho en la responsabilidad de terceros, pero no en nuestra propia vida, en nuestras propias decisiones, en las cosas que quizá, en virtud de cómo hayamos actuado, han podido incidir en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestros amigos y en nuestro entorno.
P.- Algunos relatos del libro están dedicados… ¿a sus protagonistas?
R.- No, es independiente. Los tres primeros cuentos están dedicados a tres escritores de cuentos españoles del siglo XX, ya fallecidos: Medardo Fraile, Esteban Padrós de Palacios y Antonio Pereira. Tuve la oportunidad de conocerles a los tres, de leerles, y para mí tiene una parte de reconocimiento personal a tres autores que me habían gustado mucho y que no son especialmente conocidos.
P.- Y, en el resto de relatos, ¿cuánto ha cogido de su entorno?
R.- Son diez cuentos, de los que cinco tienen una vinculación autobiográfica estrecha con mi vida, de los otros cinco, cuatro tienen pinceladas autobiográficas notables y solo en uno lo autobiográfico es muy lateral. Podríamos decir que un lector que lea seis relatos, estadísticamente hablando, ha leído alguno que tiene mucho que ver con mi vida personal. Pero creo que eso no es lo importante, el que alguien pudiera identificar, o no, al autor en las historias que ocurren, sino que el lector pueda verse a sí mismo reflejado en algún elemento del libro. Eso sí que me resultaría más interesante.
P.- Además de relatos ha escrito y publicado poesía, historia y novelas, pero éstos ocupan la mayor parte de su obra, ¿por qué esta predilección?
R.- Es un género que me gusta mucho. Yo consideraría el micro relato ya otro género, y de hecho empecé a publicar micro relatos cuando ni siquiera existía esa palabra. Los que tenemos cierta edad nos acordamos de que el término micro relato apareció hace veinte años, es una palabra que a mi particularmente no me gusta mucho, pero había que definir ese género de alguna manera y yo empecé en ese momento. De los tres géneros narrativos, micro relato, relato y novela, sí que es el relato aquel con el que me siento más cómodo. Es difícil hablar de razones…
P.- ¿Cree que tiene relación con el ejercicio del periodismo?
R.- No lo había pensado nunca, no estoy seguro, no me atrevería a afirmarlo. Sí haría una afirmación más arriesgada, siendo un género narrativo, el cuento mantiene unas misteriosísimas y ocultas relaciones con la poesía, no sabría definirlas, y creo que sería un bonito campo de investigación académica.
P.- Todos los relatos de Nuestra historia se narran en primera persona, ¿le cuesta ponerse en la piel de tantos personajes?
R.- Yo tengo una especie de personaje estándar, que se llama de la misma manera, Jorge, y hay veces que más joven, a veces es mayor, a veces tiene más dinero, a veces tiene menos, a veces está casado, a veces está soltero… y eso supone muchas circunstancias personales distintas, pero creo que a todos les une el punto de vista.
R.- Otra cosa que tienen en común los protagonistas de los relatos es la búsqueda de la felicidad, ¿cree que esto puede ser un defecto?
P.- No, creo que es una obligación moral. Hay una frase muy bonita, que lamento no recordar quién la dijo, que es "los hijos solo tienen una obligación moral con respecto a sus padres, que es ser felices", y la verdad es que si comparto esa impresión. Sí que hay un intento de búsqueda de felicidad y a veces, como ocurre en alguno de los cuentos del libro, la felicidad se encuentra donde menos te la esperas, lo que tiene su parte de pequeña enseñanza moral.
R.- Quizá esa búsqueda es lo que frustra a los personajes…
P.- Supongo que en varias de las historias se puede apreciar que la felicidad es más un estado de ánimo en un momento concreto que una realidad objetiva. Seguramente la misma realidad objetiva puede servir para que una persona se sienta feliz y otra se sienta profundamente desgraciada.
P.- Los personajes de los relatos tienen bastante vida interior, ¿cree que (en narrativa) lo que se piensa expresa más que lo que se dice?
R.- Es verdad que mi personaje tipo le da muchas vueltas a las cosas, pero eso forma parte de una particular forma de escribir. Hay una tradición literaria que rechaza la reflexión en la narrativa y hay otra que la asume, y yo soy de esta última. Creo que la reflexión en narrativa enriquece el relato, siempre que no sea explicar explícitamente la historia que se está desarrollando.