Ilustración: Luis Parejo
¿Qué libro tiene entre manos?
Siempre he sido desordenado y caprichoso con la lectura y me gusta leer varias cosas al tiempo. Acabo de terminar Patria, de Aramburu, y La carne, de Rosa Montero, que me han encantado, y estoy ahora con Óscar Esquivias, Andarás perdido por el mundo, y algo de poesía.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Claro, nunca he creído en la lectura del sacrificio. Y es curioso cómo algunos de los libros que en su momento abandoné, los he retomado tiempo más tarde, años a veces, y los he leído con voracidad.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Estoy leyendo, fascinado, una biografía de la baronesa Blixen, y tal vez la eligiera para compartir un café o, mejor, un plato de ostras y champán, que era lo único que comía.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambiara su manera de ver la vida.
Me acuerdo de la lectura, deslumbrante, de Cien años de soledad, con dieciocho años, en un viaje a Cuenca, con mochilas, y cómo volví de allí con la secreta convicción de que sería escritor.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
No me considero un entendido, pero claro que me emociona. Hay obras de arte, antiguas y modernas, ante las que te sientes explicado, revelado, conmovido.
Ejerza de crítico de la última exposición que ha visitado.
Me gustó mucho la exposición de Vivian Maier en la Fundación Canal, me sorprendió descubrir cómo una mirada ajena puede cambiar tu percepción de cuanto te rodea.
¿Es la biblioteca de un escritor su mejor retrato, una confesión, una declaración de intenciones?
Sin duda. Una biblioteca es un retrato, un proyecto, una aspiración. Los libros son muy indiscretos.
De todas las bibliotecas que ha visitado, ¿cuál y por qué le resultó más sorprendente?
Me han gustado muchas, pero recuerdo en especial la de Bernardo Atxaga, en su casa de Vitoria. Un viejo, inmenso desván que acomodó para sus libros, y que parecería ser la bodega de un barco... Un lugar mágico.
¿En cuál (y por qué) se sintió como en casa?
Prácticamente en todas. Los lectores tenemos siempre alguna manía común, un escenario compartido, y hay una serie de rasgos de familiaridad que encuentras en todas las bibliotecas.
¿De qué ejemplar de su biblioteca no prescindiría jamás?
Tengo un libro de Antonio Machado, Nuevas canciones, que me regalaron los libreros tras dar un pregón en el Salón del Libro, y que está firmado por él. Y resulta emocionante tocarlo, sabiendo que el propio Machado lo tuvo también en sus manos.
¿Qué tendrá su Cortázar que no tengan los demás?
Unas estupendas ilustraciones de Marc Torices. Será una biografía ilustrada que publicará Nórdica, y la colaboración con Marc ha sido una fantástica experiencia.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Depende de quien venga. Hay opiniones de amigos, o de gente a la que admiro, de las que me fío infinitamente más que de algunas que se publican en los periódicos.
¿Qué música escucha en casa? ¿Es de iPod o de vinilo?
Tengo un viejísimo iPod y cedés, y escucho un poco de todo. Por ejemplo, ayer, Mozart, Conciertos de oboe, y Bill Evans, y hoy ando con Calamaro, tangos.
¿Es usted de los que recelan del cine español?
En absoluto.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Es una pregunta espinosa, porque a menudo la idea que tienes de tu país aparece empañada por la idea que tienes de quienes lo gobiernan. Es inevitable. Pero sí, me gustan muchas cosas de España. Ojalá no tuviera razón Gil de Biedma que decía en uno de sus versos que la historia de España es triste porque termina mal.
Una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
Sería bueno que los poderes públicos cobraran conciencia de la importancia de la cultura, en el más amplio sentido de la palabra y, antes, que dejaran de recelar de ella.