Judith Jáureguí. Ilustración: Luis Parejo

Con su 'toque' fino y hondo la pianista Judith Jáuregui (San Sebastián, 1985) se adentra con su último disco en el universo esotérico de Scriabin, un compositor que todavía hoy respresenta una incógnita por despejar.

¿Qué libro tiene entre manos?

La pequeña comunista que no sonreía nunca, la vida de Nadia Comaneci novelada por Lola Lafon. Es una historia fascinante.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

¡Más de uno! A veces porque la historia no me enganchaba y otras porque yo no estaba preparada para la historia.



¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?

Con Malala, para aprender de su enorme valentía y su capacidad de superación.



Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

Viajar. Me ha enseñado a respetar tradiciones, a tener una mente abierta y libre de prejuicios.



¿Cómo influyó Scriabin en el siglo XX?

Fue uno de los artistas más extravagantes de su momento, creó el "acorde místico" y su propio lenguaje armónico y más tarde se convirtió en uno de las figuras más importantes del atonalismo libre. Los inicios de Prokovief o Szymanowski estuvieron influenciados por él y podríamos decir que creó un pianismo místico que después desarrollaron otros compositores como Messiaen.



¿Diría que se llega al éxtasis con estas partituras?

Claramente sí, al clímax emocional y espiritual. Ésa es la esencia de Scriabin, el fuego y el estallido que causa en el alma.



¿Cómo ha penetrado en el esotérico universo de Scriabin?

No hay fórmula, es su universo el que te atrapa como un imán y no te deja ir. Su electricidad, los acordes llenos de tensión y el uso del ritmo lo hacen adictivo.



¿Sigue siendo una incógnita Scriabin? ¿Pretende su disco despejarla?

La incógnita es el misterio de su música. Ese estado de embriaguez al que nos precipita con sus anotaciones de carácter en las que se repite tantas veces "misterioso". El disco no pretende despejarla sino reflejarla.



Aparte de clásica, ¿qué otra música escucha?

No me canso de escuchar a Gerswhin por Ella Fitzgerald, cualquier tema de Nat King Cole, la fusión de Bebo y El Cigala o los discos de Zenet. Y cuando suena Aquellas pequeñas cosas de Serrat mi día es mejor.



¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?

La que viene de críticos que respeto, sí. La que es constructiva, la que consigue que lo pienses dos veces.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

El arte entiende de emoción, no de razón.



Ejerza de crítica de la última exposición que ha visitado.

Me gustó mucho la retrospectiva de Gonzalo Chillida que acogió San Sebastián este verano. Me quedo con su fusión del cielo y el mar, la arena y el agua, y el color de sus bosques de otoño.



¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

De Pollock, fue una de las referencias visuales que di al equipo creativo para Scriabin. Una emoción arrebatada cabalgando entre brochazos.



¿Qué obra de teatro reciente le ha dejado impactada?

Entreactos con Irene Arcos y Sara Martín, en La Pensión de las Pulgas, una casa en Madrid que fue en su día propiedad de la primera empresaria teatral española, la Bella Chelito.



¿Es usted de las que recelan del cine español?

¡Ni mucho menos! Aquí se ha hecho siempre muy buen cine y además con el mérito de tener muchos menos recursos que en otros países.



¿Cuál ha sido la película que más veces ha visto?

Gran Torino.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

España es bella, es talentosa e inteligente, es alegre, divertida, espontánea, colorida y abierta. España gusta y mucho. Pero también es confusa, tramposa, corrupta, envidiosa y vaga. España es un "ni contigo, ni sin ti".



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de España

Nada nuevo: educación, educación y educación.