Ilustración: Luis Parejo
Con no poca ironía y fiel a su irreverente estilo, Fernándo Sánchez Dragó (Madrid, 1936) revela en su último libro, Shangri-La (Planeta) el secreto para llegar a los ochenta con el mismo ímpetu que tenía en su juventud.
El que estoy escribiendo. Es el segundo volumen de mis Memorias: Galgo corredor. Los años guerreros (1953 a 1964). Empieza donde acaba Esos días azules.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Nueve de cada diez. Entre ellos, por poner un ejemplo de a puño, el Ulises de Joyce. Era demasiado joven cuando lo intenté y demasiado maduro cuando lo reintenté.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con Anna Grau. Pero preferiría dos docenas de ostras con un par de botellas de champán. Champán, ¿eh? Nada de sucedáneos como el cava, venga de donde venga.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Le diré dos: mi encuentro en el entierro de Baroja con Hemingway, abuelo del novio que tenía Anna Grau cuando se la birlé, y el estado de trance en el que caí cuando llegué por primera vez a las escalinatas del Ganges en Benarés. Fue en 1967. Aún no habían llegado los turistas.
¿Cuántas veces va al teatro al año?
Muy pocas. Sólo cuando Anna Grau se empeña. Pero le cuesta mucho convencerme. Digamos que dos o tres. Mis posaderas se resisten a estar dos horas atornilladas a una butaca. Todo lo que sea espectáculo me aburre.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
El arte contemporáneo es un oxímoron para papanatas. Imagine como quedaría Anna Grau pintada por Francis Bacon.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
¡Hombre! Ya puestos, uno de Tiziano. Por pedir que no quede. A ser posible, "Anna Grau recibiendo a Dragó en forma de lluvia de oro".
Ejerza de crítico de la última exposición que ha visitado.
No soy crítico de nada (y de literatura, menos) y nunca voy a exposiciones, aunque recientemente me permití una excepción y estuve en la de El Bosco. ¡Maldita sea! Estaba llena de turistas. El cuerpo de Anna Grau sacia mi apetito artístico. En él se aprecia lo que va de lo vivo a lo pintado.
¿Hasta qué edad cree que llegaremos a vivir los seres humanos?
Los humanos, no sé. Los sobrehumanos somos inmortales.
¿Qué es lo que no debemos olvidar si queremos superar los ochenta años en perfectas condiciones?
Voy a ponerme serio: tomárnoslo todo a risa.
¿Tiene el sexo la llave de la longevidad?
Me conformo con que tenga la de Anna Grau.
Promociona su elixir en las redes, ¿cómo ha conseguido vencer su alergia a las nuevas tecnologías?
¿Está mi elixir en las redes? Lo ignoraba. Yo nunca he entrado en ellas. Debe ser cosa del empresario que lo fabrica. Voy a decirle a Anna Grau que lo quite.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Leyendo las respuestas anteriores queda respondida la pregunta.
¿Es usted de los que recelan del cine español?
Mis compatriotas, con una cámara en la mano, son como los japoneses con un capote en la suya. ¿Excepciones? Tres: Buñuel, Berlanga y Garci. Pero cualquier película, incluso las españolas, sirve para besar a Anna Grau en la última fila. O en la primera, para dar envidia.
¿Qué libro debe leer el presidente del Gobierno?
Si leyera, dimitiría.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
¿Gustarme España? ¿Está usted de coña?
Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
Prohibir la tele. Prohibir el fútbol. Prohibir internet (la Araña). Y, sobre todo, despoblarlo.