Llevábamos varios años sin tener noticias de Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958). El escritor mexicano arrancó el milenio con el inesperado éxito mundial de Amores perros (2000), película que escribió para Alejandro González Iñárritu y en la que mostraba ya la peculiar estructura narrativa fragmentada que se ha convertido en su marca registrada. Con el director de Birdman repitió en 21 gramos (2004) y Babel (2006) antes de que el fructífero matrimonio se rompiera de mala manera, con reproches públicos sobre la autoría de las películas. Otro de sus guiones, Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005), premiado en el Festival de Cannes, fue llevado a la pantalla por Tommy Lee Jones y él mismo se encargó de dirigir Lejos de la tierra quemada (2008). Desde entonces, más allá de un par de cortos y la reedición de sus primeras novelas, silencio absoluto.
Ahora vuelve por sus fueros con El Salvaje (Alfaguara), una voluminosa novela (704 páginas) en la que vuelca parte de sus vivencias de adolescente en un barrio humilde de Ciudad de México durante los años 60. Allí vive Juan Guillermo, un joven al que el asesinato de su hermano mayor por parte de unos fanáticos religiosos de extrema derecha introduce en una espiral de muertes (primero su abuela, después sus padres) que acabará por dejarlo huérfano. A partir de entonces una palabra se apropiará de su destino: venganza. En paralelo a los acontecimientos que afectan a Juan Guillermo, Arriaga introduce la historia de un cazador inuit que persigue infatigablemente a un lobo en los bosques helados del Yukón, en Canadá.
Pregunta.- Buena parte de la novela está ambientada a finales de los 60 en barrios de clase media de México DF, similares a donde usted se crio…
Respuesta.- El barrio que aparece en la novela es directamente el barrio en el que yo me crie y, efectivamente, quería mostrar mis vivencias porque me parecían muy interesantes, sobre todo para narrarlas. Siempre quiero que haya verosimilitud en mis libros y que el lector piense que ese tipo que escribe estuvo allí y que sabe de lo que está hablando. Trato de evitar que el lector piense que estoy inventando o que todo procede de una investigación.
P.- ¿Cómo recuerda esa época desde un punto de vista emocional?
R.- Con mucho cariño, aunque fue muy paradójico crecer allí. Existía una gran solidaridad entre los amigos del barrio. Fue una época muy divertida, nos pasábamos la vida en la calle, o más bien en las azoteas de las casas. Pero por otro lado tuve encuentros con la violencia innecesarios y gratuitos, sin sentido. Fui sujeto de violencia y también autor de violencia por esa cosa animal de la defensa del territorio.
P.- Dice que no investiga nada… ¿A qué materiales recurre más allá de su experiencia?
R.- A veces, mientras escribía, recordaba libros que me habían marcado. También algunas historias y leyendas que además incluyo en la novela. Eso quizás se podría llamar investigación, pero toda la narrativa procede de otro lugar.
P.- En aquella época surgieron grupos católicos, de ultraderecha, de acción violenta… ¿Qué buscaban y que legado dejaron?
R.- México ha sido siempre un país liberal y secular. Es el primer país de América Latina que mostró determinación por separar el estado de la iglesia. No es como Chile o Perú, países en los que el arzobispo entrega la banda presidencial. México no es un país católico como lo ha sido España, sino un país muy desapegado de la religión, por eso los que creían en la religión católica se vieron empujados a la radicalización.
P.- ¿Cree que hoy este tipo de fundamentalismo ésta rebrotando?
R.- Está rebrotando la intolerancia, pero frente a esta intolerancia están rebrotando también las corrientes opuestas. Algo que me gusta de la novela es la frase 'Mi hijo está enfermo de Dios', que pronuncia la madre de Humberto. Creo que algunas personas están enfermas de Dios, enfermas de raza y enfermas de clase.
P.- La venganza es probablemente el tema principal de la novela… Juan Guillermo necesita vengarse, pero es un tema complicado. ¿Qué ha aprendido usted sobre la venganza escribiendo este libro?
R.- La venganza conduce siempre a más violencia y nunca es el mejor camino para enfrentar a quien te ofendió. Creo que hay muchas vías para evitarla, pero si optas al final por ese camino solo podrás acabar inmerso en una espiral de violencia. A Juan Guillermo le preguntan que qué quiere, venganza o justicia. Esa es la reflexión principal del libro. El problema es que las instituciones que deben responder por la justicia no ejecutan ninguna decisión, protegen al victimario y hacen la vista gorda. Pero ni en esa situación yo me inclinaría por la venganza. Algo que les digo siempre a mis hijos es que tu calidad humana no puede depender de las de los demás. A veces es necesario no vengarte, pero sí actuar.
P.- También la muerte está muy presente en el libro, incluso algunos segmentos de la novela funcionan casi como un tratado de antropología sobre cómo distintas culturas se enfrentan a la muerte. ¿Cree que hoy en día sabemos enfrentarnos a la muerte de una manera adecuada?
R.- Si quieres hablar de vida necesitas reflexionar sobre la muerte. En este caso el personaje se enfrenta a la muerte en su forma más devastadora. Nunca tuve un mapa de la novela, ella me fue llevando poco a poco. Cuando empecé a escribir solo sabía que había muerto el hermano de Juan Guillermo, pero no tenía ni idea de que iban a llegar tantas muertes. Y eso lo fui descubriendo. Pero al final también es una novela sobre el amor, la amistad, la generosidad y la esperanza.
P.- Por otro lado tenemos la historia del cazador Amaruq. ¿Cuándo vio que esta historia era necesaria en El Salvaje?
R.- No sé ni cómo surgió. De pronto estaba escribiendo y de verdad no tengo ni idea de cómo y porqué surgió. No hubo ninguna reflexión sobre la necesidad de incluir un personaje así. Estaba escribiendo y de repente… No sé ni siquiera porqué es inuit. No sé qué pasó en ese momento en mi vida. No lo tengo claro, solo sé que en ese momento empecé a escribir sobre un lobo. No sabía si se iban a unir las historias, no tenía ni la menor idea. Cada domingo leía a un grupo de amigos lo que llevaba escrito y cuando surgió la historia de Amaruq se quedaron muy sorprendidos… Dicen que los escritores decepcionamos cuando se nos pregunta sobre la obra, pero es que es un misterio también para nosotros mismos.
P.- ¿De qué manera se cuelan sus experiencias como cazador en su literatura?
R.- Para poder hablar con profundo amor de la naturaleza y con profundo amor de los animales tienes que conocer todas las relaciones que tenemos con ellos. Creo que la novela termina reflejando admiración y respeto a los animales, admiración y respeto a la naturaleza y un vínculo entre el animal y el hombre hacia la esperanza. Hay animales en la novela que sirven para consolar y hay animales que sirven para confrontar, como Colmillo. Yo simplemente usé mi experiencia de cazador y mi profundo respeto por la naturaleza. La gente cree que los cazadores no amamos a los animales. Es una corriente muy extendida y maniquea. Alguna vez he llevado a algún animalista a cazar y quedaron sorprendidos. No tenía nada que ver con lo que creían que era.
P.- ¿Le preocupa la relación destructiva que tiene el ser humano con la naturaleza?
R.- Me preocupa mucho. Si alguna prioridad debe tener un gobernante es el cuidado de la ecología y el entorno. La mayor parte de las organizaciones conservacionistas proceden de iniciativas de cazadores porque entendemos todo lo que conlleva la destrucción de la naturaleza. La naturaleza al final te la cobra.
P.- La estructura fragmentada vuelve aparecer en El Salvaje, de manera que ya es como su sello personal. ¿De dónde cree que procede esta estructura, sale natural o requiere mucho trabajo?
R.- Me sale natural. En mi primer libro, Retorno 201, que empecé a escribir a los 23 años, ya estaba la fragmentación. Es mi forma de contar historias y ya la utilizaba desde mucho antes. Cuando leí a Faulkner me llevé una muy grata sorpresa porque me di cuenta que él lo había validado. Me sentí liberado. Pero realmente es así como contamos las historias en la vida real, y no como aparecen en el cine o en los libros. Todos los lugares a los que fuimos tienen una estructura narrativa sumamente complicada y da la impresión de que debemos eliminar esa arquitectura en la narración literaria.
P.- Hacia el final del libro tiene lugar un viaje de cerca de 4.000 kilómetros que cruza Norteamérica del sur al norte, y que de alguna manera viene lanzar un mensaje de armonía y fraternidad…
R.- Es un viaje por las sociedades de estos países que conozco y he recorrido. A los 16 años me fui a Canadá en autobús y recorrí casi todo EEUU. Los seres humanos no estamos tan divididos como a veces pensamos y nos podemos enriquecer mucho los unos a los otros. También quería hacerle un homenaje a la naturaleza del continente.
P.- ¿Cuál es su opinión sobre Donald Trump?
R.- Me parece que está sacando lo mejor del ser humano. Afortunadamente Trump, gracias a los que se oponen a él, nos está enseñando el lado luminoso del mundo. No hay que olvidar que le votaron con cierta razón. El modelo neoliberal provocó la debacle económica del mundo y es chistoso que quienes la propugnaron sean los primeros arrepentidos. Reagan y Thatcher nos embarraron y nos convencieron y nos impusieron su modelo a sangre y fuego y ahora son sus obreros los primeros que se asustan. ¿No era el capitalismo la solución a todos los problemas? Marx planteó ya hace casi 200 años las inherentes contradicciones del capitalismo y aquí están en todo su esplendor.