Ilustración: Ulises

Lorenzo Silva (1966) sabe que no hay thriller más triste y brutal que algunos episodios de la guerra civil. Por eso su último libro, Recordaré tu nombre (Destino), reivindica a uno de los vencidos, el general Aranguren.

¿Qué libro tiene entre manos (como lector)?

Suelo tener siempre varios. Ahora mismo, Violencia e islam, de Adonis; Apóstoles y asesinos, de Antonio Soler; y En présence de Schopenhauer, de Houellebecq.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

Desde luego. Paradiso, de Lezama. No llegué a vislumbrar ninguna razón por la que fuera necesario terminarlo.



¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?

Con Raymond Chandler, no sabía hablar sin decir algo sabio. O con José Luis Sampedro, por lo mismo.



Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

La lectura de Kafka y la lectura de Proust. No sólo la vida, sino también la literatura. Me enseñaron que hay más dimensiones que la inmediatamente perceptible. Y de ellas vivo y escribo desde entonces.



¿Cuáles son sus hábitos lectores? ¿Es de iPad, de papel?

Leo en iPad y papel, pero cada vez más en papel y menos en iPad o, por decirlo de otro modo, en iPad sólo el trabajo y en papel el placer. Prefiero leer por la mañana.



¿Cuándo sintió que no tenía más remedio que contar la historia del general Aranguren?

Cuando supe que lo habían fusilado sentado en una silla porque no podía tenerse en pie y cuando di con su fotografía y en su mirada vi la de mi abuelo Manuel, otro hombre digno al que la Historia le pasó por encima.



¿Cómo combina historia y ficción en la novela?

En realidad no hay ni un gramo de ficción, salvo en forma de especulación ocasional a cargo del narrador, debidamente señalizada. He querido hacer una novela, con intención literaria y modos narrativos y poéticos de la ficción pero sólo con piezas documentadas o atestiguadas.



¿Cree que a sus abuelos les gustaría la novela?

Lo quiero creer. Quiero creer que les reconfortaría saber que la dura suerte que les tocó correr no quedó en el olvido, que los suyos los recordamos y procuramos que los sigan recordando las nuevas generaciones de la familia.



¿Teme que le ataquen los mismos que han apaleado a Cercas por El monarca de las sombras?

El miedo es improcedente en literatura. Hay que atreverse a todo, y el que venga con palos, allá él. Yo ofrezco en cada libro un espacio abierto a la reflexión de cualquiera. Quien prefiere prescribir su ideología al resto, es el último al que voy a someter mi agenda creativa.



¿Volverá pronto al género negro?

Nunca me voy de ahí. Mi cabeza siempre está maquinando para Bevilacqua. El resultado, en breve.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

A veces sí, a veces no. Todo lo que tiene que ver con aseos, por ejemplo, me deja un poco frío (empezando por aquello de Duchamp). Pero temblé ante un formidable Rauschenberg en Buffalo, Nueva York.



¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?

Lo último que he visitado que se parezca a una exposición es el Museo del Azafrán de Madridejos (Toledo). Y lo recomiendo vivamente.



¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?

Me importa cuando es honesta, fundada y rigurosa. Y cuando así es, sirve un montón. No puedo olvidar lo mucho que me sirvió todo lo que de mi obra escribió, favorable o reticente, Ricardo Senabre, el mejor crítico español del último medio siglo. Que él haya escrito sobre mis libros es un privilegio y un honor.



¿Es usted de los que recelan del cine español?

No, he trabajado con su gente, hasta me nominaron a un Goya. Hay profesionales extraordinarios. Lo que no hay es industria, ni recursos, ni aprecio. Y el gobierno lo sabotea. Es una catástrofe. Y una vergüenza.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Pese a sus defectos, sí. Es mi tierra, y no me pesa decir su nombre, porque para mí encierra muchas cosas valiosas, desde el endecasílabo de Garcilaso al Jo vinc d'un silenci de Raimon. Ha alumbrado la lengua que me permite decir y pensar con libertad, y no me impide apreciar el valor de otros lugares y otras formas de ser.