Ilustración: Ulises

Crítico de arte y poeta, Juan Manuel Bonet (París, 1953), que dirige desde enero el Instituto Cervantes, tiene muy claras cuáles serán las líneas maestras de su gestión: "más cultura y más Iberoamérica".

¿Qué libro tiene entre manos?

Monumento de amor, la correspondencia entre Juan Ramón Jiménez, y su mujer, Zenobia Camprubí.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

Casi todos los de la onda telqueliana, que por breve tiempo me fascinó en la adolescencia. Pocos de aquellos textos eran aguantables.



¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?

Jamás tomo café, pero me encantaría sentarme a tomar algo, por ejemplo una copa del ron Negrita que sale en el cuadro de Solana, en Pombo, con Gómez de la Serna, del cual fue contertulio mi tío-abuelo paterno Evaristo Correa.



Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

El descubrimiento, en varios viajes sucesivos a lo largo de los años 1984-1985, de la Europa de detrás del Telón de Acero, de la Europa del Pacto de Varsovia.



¿Cuáles son sus hábitos lectores? ¿Es de iPad, de papel, lee por la mañana, por la noche?

Papel, a cualquier hora. Últimamente, con preferencia por el alba. El alba y otras cosas: un gran título ramoniano.



¿Cuáles van a ser las líneas maestras de su gestión al frente del Instituto Cervantes?

Más cultura y más Iberoamérica. Más cultura quiere decir mayor calidad todavía en la oferta de nuestros centros. En cuanto a más Iberoamérica, quiere decir profundizar en nuestras relaciones académicas y culturales con Iberoamérica y por supuesto con Brasil...



¿Comprendemos la riqueza que supone el español?

Todas las fuerzas políticas coinciden en la idea de que el español es uno de nuestros grandes activos. Nos falta ser conscientes de que el avance del español es imparable, y de que eso es buenísimo para España, y para los demás países de lengua española.



¿Qué poeta desconocido nos recomendaría?

Los haikus de Susana Benet los conocen bien los amantes de ese género, pero su nombre no es de los que salen en "los cuarenta principales".



¿Y su penúltimo descubrimiento artístico?

Eltono, un artista callejero francés formado en España, al cual expuse en el Cervantes de París. Descubrí su obra, inconfundible, aunque no firmada, en las paredes y en las puertas madrileñas. Hoy esa obra la despliega sobre muros y edificios de todo el mundo.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

Hoy la emoción cotiza poco en el mercado, pero hay arte que emociona, vaya que si lo hay. A mí por ejemplo me emocionan, y mucho, la pintura de Cristino de Vera, de Carmen Laffón o de Miguel Galano. O internacionalmente, la de Alex Katz y la de Helmut Federle...



¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?

La de la Hispanic Society, en el Prado. Benditos hispanistas, que nos han enseñado tantas cosas sobre nosotros mismos.



¿Qué música escucha en casa?

Casi siempre piano. Érik Satie y sus discípulos del Groupe des Six. Su estela, hasta llegar a Morton Feldman. Entre los españoles, Albéniz, Falla, Granados, Esplá, Mompou, Manuel Blancafort, Joaquín Rodrigo... Y los iberoamericanos, por ejemplo el brasileño Villa-Lobos, o el peruano Alfonso de Silva, amigo de César Moro, y cuya elegía compuso el otro César peruano, César Vallejo.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Me gusta mucho, incluso cuando me irrita. Decía Rubén Darío que frente a los males del Norte, el remedio es la "italoterapia". Si habláramos de "hispanoterapia", habría que hacer referencia a un caos que termina ordenándose, milagrosamente, y a un lado más grave, más melancólico, de nuestro carácter, y de nuestra creación. No todo es España negra. Tras cinco años en mi París natal, ha sido estupendo mi reencuentro con Madrid.



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural.

Fijarnos más en aquello que a los españoles nos une, que en lo que nos separa. Es una idea más política que cultural, pero que funcionó durante la hoy tan injustamente denostada Transición, también en materia de cultura.