Ilustración: Ulises

Director del Museo del Prado desde el pasado mes de marzo, Miguel Falomir (Valencia, 1966) lleva 20 años trabajando en la pinacoteca. Sus retos más inmediatos: la próxima ampliación y el bicentenario.

¿Qué libro tiene entre manos?

Siempre tengo varios. Acabo de terminar SPQR de Mary Beard, tengo bastante avanzado La encantadora de Florencia de Salman Rushdie y apenas he empezado Libertad de Jonathan Franzen.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

Varios, alguno más de una vez, como La montaña mágica.



¿Con qué artista o escritor le gustaría tomarse un café mañana?

Con Rubens, y mejor una botella de vino que un café.



¿Cuáles son sus hábitos lectores? ¿Tableta o papel, lee por la mañana o por la noche?

Leo todo el día por mi profesión, pero por placer lo hago en papel, normalmente los fines de semana.



¿Recuerda el primer libro que leyó?

No. Sí recuerdo versiones infantiles de clásicos que me causaron una enorme impresión, de La Ilíada a El último mohicano. Aún las conservo.



¿Y la primera exposición que vio?

Tampoco. Mis padres me llevaban con asiduidad a museos y supongo que alguna vi siendo niño. Sí recuerdo mi primera "gran exposición": la de Zurbarán en el Museo del Prado en 1988. Era entonces estudiante en Valencia y recuerdo el ritual de venir a Madrid, adentrarse en el Museo del Prado...



Cuéntenos la experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

La primera visita a la Capilla Sixtina. Nunca me he sentido más pequeño.



¿Qué cambiaría del mundo del arte, si pudiera?

Cierto ensimismamiento.



¿Hay vida fuera del Museo Prado?

La hay, mucha y muy variada. Sin salir de Madrid hay una magnífica oferta cultural.



¿Duerme peor desde que es director del Museo del Prado? ¿Cuál es su mayor desvelo?

Siempre he dormido mal y es ahora cuando mejor lo hago: llego agotado a casa.



¿Las tres claves de la "era Falomir" en el Prado?

Me gustaría un museo más abierto a la sociedad que supiera hacer compatible la calidad de su oferta con la creciente afluencia de público.



¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

De muchos: Mantegna, Giovanni Bellini, un Tiziano temprano...



¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado fuera del Prado? Ejerza brevemente de crítico, por favor.

La de Alonso Berruguete en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Excelente. Tiene la virtud de visualizar ideas complejas.



¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?

Me importa y me sirve. He aprendido mucho de algunas de las críticas que me han hecho.



¿Qué música escucha en casa?

Clásica y compositores populares americanos del siglo pasado: Porter, Berlin, Kern...



¿Qué libro debe leer el presidente del Gobierno?

Las lecturas son muy personales, pero hay dos libros que recomendaría a todo aquel interesado en la vida pública. Fueron escritos por dos amigos: Castelio contra Calvino, de Stefan Zweig, y El busto del emperador, de Joseph Roth.



¿Cuál es la película que más veces ha visto?

La película no lo sé, pero tengo debilidad por los musicales de Fred Astaire y he visto centenares de veces algunos de sus bailes con Ginger Rogers.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Unos días más que otros. Es mi país, aprecio sus virtudes y lamento sus defectos.



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural.

Ya que antes me preguntaron por la crítica, creo que algunas de las debilidades del panorama cultural español se deben a la poca relevancia de la crítica.