Tras una vida basculando entre las letras y el arte, la fama le llegó en 1999 tras la publicación de La inmensa soledad, biografía cruzada de Nietzsche y Pavese donde ya despuntaba su inédita simbiosis de dibujo y filosofía. Pero su consagración se debe a la obra de su vida, el Manifiesto incierto, un preciso artefacto visual y narrativo donde el escritor e ilustrador francés Frédéric Pajak (Suresnes, 1955) vierte todo su mundo, entretejiendo las vidas de las grandes figuras del pensamiento y las artes con la suya propia y mezclando intimistas reflexiones y poéticos pasajes ensayísticos con expresionistas ilustraciones donde prima el claroscuro. A pesar de su disconformidad, el género ha sido bautizado como "ensayo gráfico", y prueba de su condición anfibia es que un volumen de su obra fuera galardonado en 2014 con el Premio Médicis de ensayo, algo inédito en Francia, cuna por excelencia de la obra gráfica.

Con una biografía marcada por la trágica muerte de su padre, el pintor Jacques Pajak a sus nueve años, y el nomadismo, casi una huida errante y solitaria por medio mundo, el Manifiesto incierto, cuyos nueve volúmenes publicará en España Errata naturae, que estos días lanza el segundo (en Francia acaba de salir el sexto), es la obra que lleva soñando, pensando y escribiendo desde niño. Con el relato de las vidas de los grandes escritores y artistas de la historia como telón de fondo, Pajak despliega biografía, memoria y sueño, buceando en una desacomplejada búsqueda de sí mismo que, en definitiva, no deja de ser una forma más de acercarse y acercarnos al mundo, pues como asegura "como mejor vemos es a través de los ojos de los demás".

Pregunta.- Se definen sus libros con el concepto de ensayo gráfico, incluso se le atribuye la paternidad de un nuevo género, ¿cuál es su visión, cómo definiría sus creaciones?

Respuesta.- Prefiero decir "narración escrita y dibujada". Esos términos tienen la virtud de ser sobrios y explícitos y, sobre todo, indican bien de lo que se trata, es decir, de una narración. En mi opinión, es esencial contar algo, incluso si hablamos de poesía o de filosofía. Ha habido, sobre todo en los años 70, especialmente en el cine, una fuerte voluntad de acabar con la narración. No comparto en absoluto esa intención, aun cuando en mis libros a primera vista encontremos narraciones fragmentadas. Al final del Manifiesto incierto el lector tendrá, espero, la sensación de una unidad y de una narración, como un largo camino que lleva de un lugar a otro.

P.- Aseguran que en sus obras el texto y el dibujo son dos discursos con la misma importancia, ¿es así? ¿Se complementan o se enfrentan ambas expresiones?

R.- Mis libros no se relacionan ni con el cómic ni con la novela gráfica. Utilizo los dos lenguajes oponiéndolos. A veces parecen reconciliarse, pero es una ilusión. Los dibujos no ilustran el texto, el texto no recalca el dibujo, son irreconciliables y no hago nada por reconciliarlos. En mi caso, leer y escribir reclaman un esfuerzo de conciencia, de precisión, incluso cuando me autorizo algunos pasajes de puro lirismo, mezclado con metáforas o con poesía; en cambio el dibujo apela a una parte más inconsciente. Dibujo durante un lapso de tiempo muy breve, alrededor de dos meses, y durante la noche, con el esfuerzo y el cansancio, me encuentro en un estado casi hipnótico. No sé exactamente lo que dibujo, sin embargo, mis dibujos parecen precisos. Es, pues, la lucha de dos lenguajes, una lucha entre lo consciente y lo inconsciente.

P.- Los expertos afirman que el pensamiento en imágenes es indispensable en la educación del siglo XXI, ¿qué cree que aporta lo visual como forma de pensamiento?

R.- Nada. Las imágenes son una fuente tanto de polución como de emoción. Todo depende de su calidad. En general me gustan poco el cómic y los dibujos animados, me parece que a menudo son infantilizantes y están reservados al entretenimiento. Y el entretenimiento no me interesa. Creo que ciertas obras artísticas o literarias provocan emociones tan profundas que no pueden tener nada que ver con el entretenimiento. Algunos versos de un poema o un cuadro pueden cambiar una vida completamente.

P.- Continúa en este segundo volumen del manifiesto narrando la vida de Walter Benjamin, ¿por qué incluye a André Bretón?

R.- No siento gran estima por el "pope" André Breton. Con Nadja, de quien fue amante y confidente, se comportó de un modo odioso, con una suficiencia completamente masculina. He tomado partido por Nadja contra él, porque ella me parece una auténtica figura viviente del surrealismo, al contrario que Breton, quien se queda en un discurso sentencioso y a menudo dogmático. En París, Walter Benjamin intentó acercarse a los surrealistas. Le cerraron la puerta. Me parecía importante evocar el desprecio y el sectarismo de Breton de cara a un intelectual alemán de una envergadura muy distinta a la suya.

P.- El protagonista del libro es París, un París que ya no existe, ¿por qué ese canto al París bohemio de las artes y las letras que comenzaba entonces a desaparecer?

R.- Se trata sobre todo de evocar un París visto por extranjeros, no por los parisinos; comenzando por el joven Kafka, luego por el escritor suizo Ludwig Hohl y por Walter Benjamin, quien no consiguió integrarse en el ambiente intelectual y artístico previo a la Segunda Guerra Mundial, aunque sí trabajo allí durante mucho tiempo en su mayor obra: París, capital del siglo XIX. Sus intuiciones sobre la ciudad son muy valiosas y originales, de hecho, influyeron en muchos autores, y también investigadores, en el ámbito de la historia de las ciudades.

Pincha en la imagen para ampliar estas dos páginas del libro de Pajak

P.- Ya había explorado anteriormente las biografías de personajes como Lutero, Joyce, Apollinaire, Beckett... ¿por qué ese tributo a las figuras de grandes pensadores y escritores?

R.- No son homenajes, sino más bien, una mirada a autores que me resultan ajenos, incluso opuestos. Cuanto más lejanos me parecen más cercanos acaban resultando. La mirada sobre los lugares que atraviesan, como por ejemplo Turín o París, es una fuente de asombro. Me sugieren sentimientos nuevos, muy diferentes a los míos. Por ejemplo, como expresé en La inmensa soledad, Nietzsche considera Turín como su capital propia, una ciudad barroca, aristocrática y exaltante, mientras que Pavese ve la ciudad industrial, proletaria, la miseria, la explotación. En lo que a mí respecta, evoco la ciudad de hoy en día, su melancolía. En este sentido, la mirada de los demás, complementa o contradice a la mía, como un caleidoscopio.

La mirada de estos artistas y escritores, complementa o contradice a la mía, como un caleidoscopio"

 

P.- En otros volúmenes exploró personajes condenados a la errancia, pero ha realizado uno sobre Van Gogh, ¿qué busca en los diferentes protagonistas?

R.- Walter Benjamin quería rehabilitar la voz muda de los excluidos de la historia: lumpenproletarios, traperos, vencidos, fracasados. Para él, el pasado tenía dos caras: un pasado reservado a los vencedores, que es celebrado y enseñado, y un pasado abandonado a los vencidos, que se niega y olvida. Al apuntar que "Nada de lo que haya acontecido se ha de dar para la historia por perdido", consideraba que ésta sólo puede existir a condición de que el presente repare el traumatismo del pasado, incluso y sobre todo cuando "es más difícil honrar la memoria de los sin nombre que la de los personajes reconocidos". A Van Gogh, tanto su familia como los marchantes de arte y los coleccionistas lo consideraban un fracasado. Él mismo se percibía como un fracasado. Sin embargo, y esto se dice poco, estaba convencido de ser un eslabón perdido de la historia del arte, entre Rubens, Delacroix y los pintores que le sucederían. Fue porque tenía esa convicción, íntima y profética, por lo que pudo pintar y sobrevivir. Es uno de los fracasados más exitosos de la Historia, un fracasado que hoy es universalmente famoso. Me parecía importante insistir sobre esa ironía de la historia.

P.- Recientemente ha publicado el sexto volumen del Manifiesto incierto, donde el eje del texto es su propia biografía, ¿hasta qué punto la historia de los personajes era una excusa para hablar de sí mismo?

R.- Todos mis libros son a un tiempo biográficos y autobiográficos. El hecho de que tanto Nietzsche como Pavese fuesen huérfanos de padre como yo me incitó a buscar en ellos las consecuencias de esa herida irreparable. ¿Cómo se expresaron sobre ese drama, ya sea en su obra, ya en sus escritos íntimos? ¿Lo desvelaron o, al contrario, lo disimularon? Las palabras sirven tanto para revelar como para esconder las emociones.

P.- Sus libros destilan los ecos del pasado en el presente, ¿qué podemos extraer de advertencia de la vida de Benjamin y de ese París que ya no existe?

R.- No estoy seguro de que realmente extraigamos conocimientos o lecciones del pasado. Podemos desearlo, podemos alentarlo, pero no podemos ilusionarnos con él porque la memoria no siempre se comparte. Son muchos los que se alimentan del olvido. Personalmente, me guardo mucho de dar una moraleja. Intento descifrar y sugerir lo que se esconde tras la Historia oficial, pero no como una tesis perentoria, sino conjugando diversas formas de expresión, ya sean críticas, filosóficas, poéticas, narrativas, o que apelen a un dibujo de observación, imaginativo, o que tome como modelo fotografías.

P.- Ha dicho en alguna ocasión que el propósito del manifiesto es "evocar la historia borrada", ¿qué peligros pueden nacer de olvidar nuestro pasado?

R.- Todos los peligros son posibles porque la historia humana es, por definición, enrevesada y violenta. La Historia tiene sus buenos intérpretes, incluso entre los más nostálgicos, y también tiene sus amnésicos voluntarios. En el volumen 2 recuerdo la carta que el historiador del arte Élie Faure envió a Léon Blum, en la que le advertía de que si Francia no enviaba a los republicanos españoles armas, municiones y víveres, éstos se verían obligados a capitular, y "toda la grandeza del mundo se irá a pique". Hay que recodarlo. Como también hay que recordar que las recientes intervenciones de los estadounidenses y los franceses en Irak, Afganistán o Libia son el origen del caos actual. Incluso esta Historia tan contemporánea corre peligro de ser olvidada.

P.- ¿Tiene usted alguna certidumbre acerca de cómo va a continuar este manifiesto, ya sabe dónde está el punto final o es una historia inacabable?

R.- Al principio imaginaba un libro sin fin, pero enseguida resolví concluirlo en el noveno volumen. Tengo una cierta idea del punto final, no obstante, me reservo una parte para la improvisación. En estos momentos ya preparo el próximo, que estará dedicado a la potencia de la poesía, a través del destino de dos poetas mayores: la estadounidense Emily Dickinson y la rusa Marina Tsvetáyeva. Creo que los nueve volúmenes formarán una suerte de ensueño inspirado por la gran Historia y por historias menos conocidas, o incluso banales. Son sobre todo un viaje sin meta, una búsqueda constante.