Mary-Beard

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El Cultural

Mary Beard: "Debemos repensar el poder en términos menos masculinos"

2 febrero, 2018 01:00

Infatigable y muy cordial, de Mary Beard (Much Wenlock, Shropshire, Reino Unido, 1955) se ha escrito que si los romanos la hubieran tenido en sus filas “hoy todavía conservarían su imperio”. Y quizá no exageran, dada la increíble actividad que despliega en las aulas, los medios y las redes, donde cuenta con legiones de trolls. La historiadora inglesa, catedrática de Clásicas de Cambridge y una de las mayores especialistas en la Antigüedad grecorromana, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2016, lanza la semana que viene Mujeres y poder. Un manifiesto (Crítica), en el que descubre lo profundamente vinculados que están en la cultura occidental “los mecanismos que silencian a las mujeres, se niegan a tomarlas en serio y las aíslan de los centros de poder”.

Desde Cambridge explica a El Cultural que se trata de una obra que se relaciona muy estrechamente con algunas de las enseñanzas que imparte en la universidad, “y con algunos de mis escritos más académicos, al explorar minuciosamente la relación entre los mundos Antiguo y Moderno”. No es, aclara, “una reivindicación de la pertinencia del mundo clásico, sino de las diferentes maneras en las que somos herederos de la Antigüedad: nuestra nuestra cultura tiene miles de años de experiencia en silenciar a las mujeres”.

Pregunta.- ¿Cree que el movimiento #MeToo puede condicionar la lectura de su libro?
Respuesta.- Debe creerme, el libro estaba previsto desde hace tiempo pero la casualidad ha hecho que coincida con que el público está ahora muy sensibilizado, y especialmente interesado en explorar lo que planteo. Espero haber sido capaz de aportar al debate actual elementos significativos sobre el contexto histórico.

P.- ¿Por qué es tan difícil encontrar modelos femeninos positivos a lo largo de la Historia?
R.- Porque hemos sufrido siglos de discriminación. Ahora bien, eso no significa que no existieran mujeres admirables en el pasado (incluso en el pasado más remoto), pero ellas no tuvieron presencia alguna en la esfera pública. Sabemos muy poco sobre sus vidas reales y es muy difícil convertir en un modelo a alguien de quien lo ignoramos casi todo. Además, muchas de las mujeres ficcionales de la Antigüedad eran antimodelos.

Creadas para fallar

P.- Sin embargo, el Reino Unido contó a lo largo de la Historia con Isabel I o la reina Victoria. ¿También asumieron un papel masculino? ¿Ser mujeres no hizo diferentes sus reinados?
R.- Es imposible saber hasta qué punto el papel masculino era dominante, o si las mujeres aportaron una versión femenina diferente del poder. En general, en la historia y en la actualidad vemos mujeres cuyo poder se configura de una manera muy masculina.

P.- Como su actual primera ministra, Theresa May. ¿Cree que su actitud, y el juicio que sus decisiones merecen, serían diferentes si fuera un hombre?
R.- Esa es una pregunta trampa. Sospecho que en el futuro miraremos en retrospectiva a la señora May y la veremos como una mujer que fue creada para fallar... para que los hombres puedan venir y rescatar la situación más tarde. De todas formas, todavía es muy pronto para decirlo.

P.- ¿A qué se debe que la relación entre la voz de las mujeres y la esfera pública resulte tan incómoda?
R.- Los siglos de discriminación padecidos por las mujeres son parte de la respuesta. Creo que es imposible establecer dónde, cómo y por qué comenzó todo, pero por muy lejos en el tiempo que uno se remonte, comprueba que siempre hay una correlación entre las voces y actuaciones masculinas y la autoridad política y social, mientras que las voces femeninas siempre se relacionan con los valores opuestos, de debilidad y sumisión.

"Antes en Cambridge no había ni un 10 por ciento de mujeres y ahora hay cerca del 50 por ciento, es una revolución histórica"

P.- ¿Contamos hoy con instrumentos para cambiar las cosas?
R.- No es tan fácil como parece. Hace treinta años pensaba que la solución consistía en cambios de orden práctico, como la equiparación salarial, la puesta en marcha de guarderías en los centros de trabajo o la implantación de horarios compatibles con la vida familiar. Todo eso es importante, pero no es la respuesta definitiva porque tenemos que transformar algunas de las creencias más arraigadas en nuestras mentes. ¿Por qué, por ejemplo, todavía pensamos que es muy positivo decir de un hombre que es “ambicioso”, mientras resulta negativo decir lo mismo de una mujer? Creo que las cosas comenzarán a cambiar de verdad cuando al decir que una mujer es “ambiciosa” se considere un cumplido.

P.- Descubre en su libro que desde la Odisea, las mujeres (escritoras, científicas, políticas) han sido obligadas a callarse ante los hombres. ¿Qué pasa con el mundo académico de nuestros días? ¿Está cambiando algo?
R.- Sí, creo que las cosas están cambiando pero muy lentamente. Los hombres todavía hablan más que las mujeres y tienen más protagonismo en los seminarios, congresos, cátedras y publicaciones, mientras que las mujeres seguimos encontrando muy complicado dejar oír nuestras opiniones.

P.- ¿Recuerda si al principio de su carrera profesional, fue tratada con condescendencia o paternalismo por sus colegas?
R.- Cuando era estudiante, sí, claro. Conocí bien una versión de la discriminación muy educada, pero invencible. Sin embargo, en general recibí un gran apoyo tanto de hombres como de mujeres, aunque la estructura era abrumadoramente masculina. Entonces en Cambridge no había ni un diez por ciento de mujeres, y ahora hay cerca del cincuenta por ciento, lo que es una revolución histórica. Sin embargo los cambios todavía son lentos en ciertos ámbitos. Todavía necesitamos más profesoras mujeres.

#MeToo en el mundo académico

P.- ¿El mundo académico necesita su propio #MeToo?
R.- Sí de alguna manera, aunque con reservas. Admiro profundamente los logros que han conseguido las impulsoras del #MeToo, pero estoy realmente interesada en el futuro, no en el pasado, y en cómo podemos modificar la forma en que las personas se comportan entre sí. El comportamiento inapropiado siempre existirá, pero el objetivo es que no sea algo sistemático, sino limitado. No deberíamos mirar demasiado hacia los crímenes del pasado, sino procurar que no se repitan.

"Todos tenemos la obligación de estar informados y actuar. No tenemos derecho a 'desenchufarnos' de los problemas

P.- ¿Qué papel puede desempeñar una historiadora en un debate que no deja de ser político? ¿No está cansada de escuchar cómo siguen diciendo: “¡callaos!”?
R.- Sí, la verdad es que estoy bastante harta de escuchar cómo nos piden que nos callemos, cómo nos ignoran en los debates sobre cuestiones políticas y sociales... pero creo que las mujeres que nos dedicamos a las humanidades, a la ciencia, debemos implicarnos activamente. Todos, no sólo los políticos profesionales, tenemos la obligaciónde actuar. No me refiero sólo a que nos “informemos”, sino a que no tenemos derecho a “desenchufarnos” de los problemas.

P.- ¿Cree que estamos ahora más cerca de cambiar las estructuras del poder para dar voz a las demandas de las mujeres?
R.- Esa es la auténtica gran pregunta, y no tiene una respuesta sencilla. Creo que debemos dejar de emparejar el poder y la celebridad. Nuestro desafío es intentar repensar la autoridad en términos menos posesivos y masculinos de lo que habitualmente lo hacemos (en inglés hablamos de “ejercicio del poder”, como si de un arma se tratara).

Como ejemplo de esa concepción demasiado masculina del poder, la historiadora habla incluso de la ropa que llevan muchas políticas, y que prefiere no criticar porque , dice, “hay que asumir cualquier cosa que pueda ayudarte a ganar un punto en este partido”. El problema, señala, es lo que implica esa ropa o el tono demasiado grave que algunas asumen, “porque demuestra cómo la mayoría de las mujeres que se dedican a la política han adoptado algo más que un estilo masculino. Y eso me hace reflexionar sobre cómo nosotras debemos hacer las cosas de una manera diferente. Es una cuestión de concienciación”.

La guerra de los trolls

Mary Beard no rehusa ninguna cuestión, por polémica que resulte. Así, durante la pasada campaña electoral estadounidense condenó que se representara a Trump como Perseo, con una espada en la mano y en la otra la cabeza de Hillary Clinton/Medusa. Ahora confiesa que lo que más le horrorizó de aquello fue “ver cómo una imagen tan brutal como una decapitación podía ser utilizada sin problemas en objetos tan cotidianos como tazas, camisetas y bolsos” por los partidarios del candidato.

No fue su primer encontronazo con los trolls que campan por las redes: a menudo ha sufrido insultos en twitter por su aspecto físico, tan lejano a las estrellas televisivas convencionales, o por sus opiniones. La última (penúltima, mejor) fue por atreverse a defender la diversidad racial del Imperio romano.

P.- ¿Qué le recomendaría a las mujeres que son acosadas en las redes por trolls?
R.- Lo más importante es que la gente encuentre su propia manera de disfrutar y gestionar las redes de la manera más adecuada y enriquecedora posible. No hay una única manera de reaccionar. Personalmente, me siento más a gusto respondiendo siempre (y tan amablemente como me sea posible). Algunos amigos me habían explicado que la mejor manera de tratar con los trolls era bloqueándolos y no contestando a sus ofensas. Y lo intenté, al menos durante un breve periodo de tiempo, pero sentí que si lo hacía me estaba rindiendo, que era otro ejemplo más de cómo se silencia a las mujeres. Por eso, al menos para mí, es mejor contestar cuando siento que estoy siendo hostigada en las redes.

@nmazancot