Uno se acerca con cautela a la adaptación al lenguaje del cómic de un clásico de la literatura como Sostiene Pereira (1994). Sigiloso, siempre atento al detalle, con la expectativa baja. Quizá escarmentado de pasadas experiencias poco satisfactorias.
Pero cuando un reto de esta envergadura lo acomete un artista del talento de Pierre-Henry Gomont, revisitar la legendaria obra de Antonio Tabucchi se transforma en un disfrute. Aunque esta novela ya acumula unos cuantos años, la reflexión que plantea el texto original del escritor italo-portugués sigue vigente: reconocer los momentos en los que merece la pena luchar por unos valores, y hacerlo.
La trama se desarrolla en la capital de Portugal, mientras España vive los peores momentos de su Guerra Civil. Ese es el momento histórico que lleva al personaje principal a salir del ensimismamiento, a reconsiderar la literatura y el oficio del periodista para entender el significado de la libertad. El cambio interior empujado por la pasión de otros, el joven Rossi, se convierte en una invitación a repensar nuestra propia trayectoria vital en aspectos como la justicia, el futuro o las relaciones personales.
Sostiene Pereira, el cómic, resulta visualmente atractivo, con un discurso gráfico dinámico, capaz de conectar con el aficionado más exigente pero también con el curioso recién llegado a este universo de viñetas y trazos. Han quedado para la memoria las conversaciones de Pereira con la fotografía de su fallecida mujer o las elucubraciones del Doctor Cardoso entorno a la transmigración de las almas. Qué bien sabe interpretar el lápiz de Gomont la intención del relato de Tabucchi, al que admira y complementa. Por cierto, ¿no les parece fascinante recorrer los paseos y callejones de Lisboa en el año 38, subidos en sus tranvías y asomarse a sus balcones? Ahora pueden.