Muntadas no urbano
'Media sites/Media Monuments: Buenos Aires', 2017
¿Alguien había visto algún paisaje entre los trabajos de Muntadas? -Vale, vale, de acuerdo, hay mucho enunciado en ellos acerca del paisaje de los media, desde luego, de la ciudad y de los protocolos de la cultura y la memoria, por aludir a ejemplos. ¿Pero paisajes de lugares, eso que solemos llamar paisajes, propiamente, sin acudir a lenguajes alegóricos?- “No recuerdo ninguno de la naturaleza”, me dicen.
Pues bien, contra lo previsto o pronosticable en la obra de un artista de la diagramática social, en la exposición que a Muntadas dedica ahora el Centro Galego de Arte Contemporánea nos encontramos con la novedad del paisajismo expreso, con la exploración de lo que su propio autor encuadra en el apartado de “otras estrategias, otros paisajes”, con aspecto de vistas fluviales y marinas. La intención de estas Estrategias del desplazamiento tiene visos de deberse a una saturación atribuible a la extrema arbitrariedad alcanzada por un discurso público que, gobernado por la demagogia, obliga a sanear la mente en otros horizontes. El analista de la comunicación nunca podría evadirse de ella, pero sí denunciar abusos del lenguaje político, confrontándonos a lo que se substrae a su dominio directo: la vista del natural. Con todo, hacen pensar en un repliegue desde la distancia sobre lo próximo que hemos conocido en la obra de otros artistas. Alberto Giacometti, por ejemplo, tras décadas de trabajo en París dedicadas a la figura humana y a la conformación de la mitología privada que hizo de su taller un mundo otro, cámara para un insólito más-real de la figuración, viajó a su pueblo natal en Suiza e hizo dibujos de paisaje, en los cuales unos ojos educados en su fabuloso viaje artístico a la mayor de las lejanías interpretaban de nuevas en proximidad la fisonomía del paisaje local y propio. Una inflexión análoga denotan los nuevos trabajos de Muntadas, que regresan sobre el paisaje local desde una acción artística en la distancia. Sus proyectos se han tejido siempre al hilo de tesituras sociales pendientes de hacerse perceptibles en la forma de una metáfora visual, pero optan ahora por una representación en negativo, en la cual apenas hay indicios del referente social que concierne a la metáfora. Es el paisaje lo que se substancia como alternativa a la manipulación lingüística, si bien entendido igualmente como impuro. Pues el paisaje exterior deviene también espejo, si no espejismo, de postulados que librar.
El corazón de esta desacostumbrada muestra tiene tres ventrículos, que obedecen a sendos dictados: perderse, desaparecer e irse. El primero de ellos lo llena la película de 2015 Dérive Veneziane, producto de rodajes nocturnos en travelling por los canales de una Venecia imprevista, resultado de un registro psicogeográfico marcado por el ideal liberador de la deriva. Guy Debord, su revolucionario teórico, suministra los textos que se citan en los rótulos de este desplazamiento por la Venecia extrañada de sus propios símbolos. Los otros dos ventrículos están ocupados por estrenos absolutos de la muestra compostelana, ambos con paisajes ibéricos no urbanos: películas de 2017 que toman el Guadiana y Finisterre por tema. Guadiana recorre la entera cuenca de ese río desde las lagunas de Ruidera hasta su desembocadura. Con las vistas tomadas en 60° a partir de imágenes proporcionadas por Google Earth, el filme avanza por el cauce de un río que aparece, desaparece y reaparece, acompañándose de fragmentos literarios, procedentes de la Estética de la desaparición que escribió Paul Virilio. Finisterre, en cambio, fija la cámara en un solo punto frente al mar. Proyecta en bucle la vista del horizonte marino en veintisiete minutos que sintetizan 24 horas frente al horizonte. Una cita de Giorgio Agamben aparece rotulada sobre el filme a cada nueva hora. “La historia de la cultura humana no es más que la historia de sus desplazamientos”, leemos, por ejemplo, cuando son las diez, una densa bruma cubre el mar y el horizonte no está muy dibujado. El combinado probablemente aleatorio de imágenes y fragmentos literarios componen un paisaje de sugestivas incertidumbres que se sobrepone con “una traza luminosa de otra vida y otra historia” a los agravios de la mentira perpetrada por un discurso sin naturaleza. Solo la sutil y puntual visita de algunas voces humanas indiscernibles en la banda sonora hace sentir a quien mira la compañía de una sociedad.
Las tres películas mencionadas o estrategias del desplazamiento forman una unidad en la muestra, al ser exhibidas simultáneamente en espacios colindantes. Pero la exposición se enriquece con otras obras. Por un lado está la serie fotográfica de 2007 Media Sites/ Media Monuments: Buenos Aires, y dos célebres videoproyecciones de 2005 y 2007 que tratan el drama de la inmigración en la frontera sur de los EE.UU. y en el Estrecho de Gibraltar. Constituye el objeto de estas piezas analíticas la traducción del miedo, un asunto tan pertinente, también rescatado hace muy poco en otro lugar por la formidable pieza escénica de Esther Ferrer Coral del miedo. Paisajes urbanos en expresiva dislocación son las imágenes fotográficas Doble Exposure, asimismo presentes en Santiago, con sobreimpresiones que funden aspectos de Budapest y Almería, de Nueva York y Venecia. Se extrema con esas series el contraste técnico y temático con los paisajes filmados sobre los que pivota la exposición. Más allá se muestran varias series fotográficas de 2008 con el título común Situation, como preámbulo para la videoinstalación de 1995 The Nap, estupenda glosa de la moderna historia de la barbarie, que dura lo que una cabezada después del almuerzo. En definitiva, estos acompañamientos establecen un contexto interpretativo, dentro de la obra de Muntadas, que refresca la lectura de estrategias del desplazamiento mediante otros códigos de situación.
Ha actuado con acierto, cómo no, Alicia Chillida, comisaria de la exposición, al disponer esa selección de obras y ubicarla en el espacio. Las salas, espléndidas y sugestivas, del edificio construido por Álvaro Siza, encuentran un estupendo provecho en el montaje expográfico. Y la vecindad geográfica de Finisterre, cuyo horizonte aquí se contempla como instancia hipnótica a ese irse metafórico del vídeo, confiere un paradójico arraigo al viaje conceptual en Santiago de Compostela.