¿Qué libro tiene entre manos?
Acabo de empezar Ordesa, de Manuel Vilas. Y estoy terminando una historia sobre una familia judía rusa durante la primera mitad del XX en el Lower East Side.
¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Si después de treinta o cuarenta páginas algo no termina de seducirme, suelo dejarlo.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
¿Sirve Barack Obama como personaje?
¿Recuerda el primer libro que leyó?
En mi memoria quedó El Pájaro Verde, un libro de lectura del colegio que íbamos a usar a lo largo del curso y que yo devoré de un tirón en casa. Estábamos a finales de los sesenta, contaba el día a día de una familia normal que a mí, por una razón que ignoro, me resultó fascinante.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Vivir en un gran campus norteamericano en los 80, entremezclada con una variopinta comunidad internacional. Mi primera compañera de habitación fue una taiwanesa, mis mejores amigas, una india y una yugoslava, mis más arrebatados pretendientes un nigeriano, un guatemalteco y un libanés…Aquellos años me abrieron los ojos a muchas cosas y fueron enormemente enriquecedores.
¿De qué estrategias se sirve para esquivar la feroz presión que conlleva el éxito de sus libros anteriores?
¿Feroz presión? Qué va... El éxito de mis novelas no me oprime; al contrario, supone un estímulo.
¿Cuándo y cómo se instalaron en su magín Las hijas del Capitan? Descríbanos los ingredientes de su cocina.
Quería escribir sobre mujeres emigrantes, pero dudaba respecto al escenario. Exploré y sopesé distintas opciones. Cuando supe sobre la amplia colonia española que se asentó en Nueva York, decidí que ése sería mi destino. Empecé a documentarme, a hablar con sus investigadores y sus protagonistas… Y arranqué a montar una ficción. En ese proceso se sintetizan básicamente mis ingredientes: reflexión y prospección, documentación, y muchas horas de trabajo.
¿En qué se parece y en qué se diferencia ‘su' NY ideal del de las hermanas Arenas?
Las hermanas Arenas se enfrentaron a un Nueva York duro: eran los años de la Gran Depresión, los inmigrantes vivían en condiciones muy adversas, trabajaban a destajo sin ninguna cobertura social, compartían alojamientos o se amontonaban en tenements. Aun así, y como hoy, era una ciudad deslumbrante, vibrante, magnética, única.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
La respeto cuando es seria y no parte del prejuicio, pero confieso que no me sirve para mucho: una vez que la novela está en la calle, poco puedo hacer para enmendar lo criticado, aunque sea certero y lúcido.
¿Se ha sentido alguna vez bajo sospecha, en determinados círculos, por el hecho de vender tanto?
Afirmativo. Pero me lo tomo con sentido del humor.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Algunas cosas me emocionan, otras me desconciertan. Me gustaría entender más.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De Antonio López, por ejemplo.
¿Qué música escucha en casa?
Depende de mi ánimo, de sobre qué esté escribiendo ... Últimamente he estado preparando una playlist con música española de los años 30, 40 y 50 para un encuentro con miembros de la vieja colonia en Nueva York. De Concha Piquer a Juanito Valderrama, todo muy cañí y tremendamente enternecedor a la vez.
¿Le gusta España? Por qué?
Me gusta, aunque a menudo me saca de quicio. Tenemos un potencial magnífico en casi todos los sentidos, pero ponemos un tenaz empeño en no aprovecharlo.
Una idea para mejorar nuestra situación cultural.
Asignar a temas culturales la mitad del tiempo que los informativos de televisión dedican al fútbol.