Ilustración: Ulises

Anagrama reedita Corre, rocker, crónica en la que Sabino Méndez (Barcelona, 1961) retrata las luces y las sombras de la Movida y sus años salvajes junto a Loquillo y Los Trogloditas. Sexo, drogas y... redención.

¿Qué libro tiene entre manos?

Dos: L'anima de les coses (que es una antología de artículos de Josep Maria de Sagarra) e Identidades, un ensayo de Jean-Claude Kaufmann.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

Muchos. Siempre les doy una segunda e incluso tercera oportunidad para estar seguro de que es el libro y no yo. No hay que desanimarse, e insistir ante los libros que se nos cierran en banda pero, tras repetir varios intentos, ellos nos deben la mínima cortesía de la inteligibilidad.



¿Con qué personaje se tomaría un café mañana?

Con Henri Beyle, un café. ¡Tenía unas ocurrencias! Con Nabokov, una copita de champán. Me da la sensación de que debía de ser un bromista considerable.



¿Recuerda el primer libro que leyó?

El primer libro-libro fue Huckleberry Finn de Twain, pero recuerdo también Las aventuras de Guillermo de Richmal Crompton y Joven, vago y optimista de Woodehouse en una colección que se llamaba Gorrión o algo así. Y Enid Blyton con Jorge, el primer transgénero.



¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?

Siempre papel -al que no se le acaba nunca la batería- y preferentemente recostado.



Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

El descubrimiento de la música rock de los doce a los dieciséis años.



¿Cuál es la película que ha visto más veces?

Dos en la carretera de Stanley Donen.



En Corre, rocker retrata la Movida con sus luces y sus muchas sombras. ¿Cómo digiere su idealización posterior?



Intentando transmitir calma y que no se idealice ni tampoco se satanice.

¿Cuál diría que es la principal diferencia entre los veinteañeros de entonces y los de hoy?

Unos domicilios familiares más protectores y permisivos. En mi época, te largaban lo más pronto posible de casa.



Narra su adicción a la heroína con crudeza y sinceridad (incluso con humor). Ahora repunta su consumo entre los jóvenes. ¿Cómo ve este fenómeno?

Durante cinco mil años se ha argumentado a favor y en contra de las sustancias estupefacientes y se siguen consumiendo. Sus modas de consumo son ondulantes, como la vida. No tengo la preparación sociológica necesaria como para aventurar si el repunte se debe a una moda estética, un desajuste con el mundo o a una falta de expectativas.



¿Cómo es su relación con Loquillo hoy?

Somos dos viejos rockers cascarrabias que se reúnen para comer juntos y despotricar riéndose de la mojigatería de la pacata sociedad actual.



¿Confía que Barcelona pueda recuperar alguna vez su pasado libertario?

La acracia suele aflorar en Barcelona cuando el nacionalismo no está al mando. ¿Detectan rápido los jóvenes cuánto de facha hay en esa épica nacionalista? Difícil saberlo.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

Entiendo y me emociona el arte bueno, difícil y complejo. El arte simplista, primario, efectista y fácil me deja indiferente esté vivo o muerto su autor.



¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

En mis sueños más delirantes imagino que me levanto en casa y hay un par de zurbaranes perfectamente reconstruidos, adornándola.



Ejerza de crítico de la última exposición que ha visto.

Una vacuidad muy bien pagada que podía haber pergeñado perfectamente un adolescente quinceañero, publicitada con vociferaciones. No diremos el nombre para no avergonzar públicamente a quién la perpetró.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Me gusta su clima, su luz, su comida y sus distancias manejables para los medios de locomoción actuales. Me gusta la musicalidad de su nombre romano: Hispania.



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país. ¿Introducir a todos los políticos y economistas en una nave espacial y enviarla a Venus?