No le conozco –todavía– pero si está leyendo esta reseña puedo suponer que es una persona curiosa y que le abraza una inquietud por dejarse sorprender por el hecho artístico. Será cine o literatura o un cuadro, quién sabe si un cómic... qué sé yo. Y será una experiencia que le pondrá en una de estas dos situaciones: (1) será un espectador: el autor le entregará una propuesta que disfrutará con una mínima intervención por su parte: o (2) será co-creador: el autor le propondrá una creación con la que tendrá que remangarse y extraer aquello que no es visible. Pantera, de Brecht Evens, pertenece a este segundo grupo.
La sencilla trama conecta con elementos narrativos instalados en nuestra memoria. A una joven niña le fallece su gata enferma. Su padre, con quien vive a solas, no parece muy afectado aunque sí atiende a su hija y la acompaña. En la soledad de su cuarto, entristecida, asiste al mágico acontecimiento de la llegada de Pantera: un ser imaginario que la consuela y la distrae con sus explicaciones sorprendentes acerca del universo al que ella pertenece: Panteralandia.
Con regusto a fábula y sumergidos en la portentosa exhibición visual que disemina el autor belga por cada página, viajamos entretenidos y asombrados entre los diálogos y los aspavientos de Pantera mientras una semilla tóxica empieza a germinar entre explosiones de color y perspectivas imposibles. Una sutileza macabra impregna a todos los personajes, secundarios rocambolescos y surrealistas, como jirafas metamórficas o monos fumadores, confirmando que algo bizarro se oculta disfrazado más allá de la apariencia inocente del relato.
Toda la ingenuidad se torna en sospecha cuando nos acercamos a la celebración del cumpleaños de nuestra protagonista. No les quedará más remedio que abandonar el tedio y escarbar entre lo evidente, desbrozar las conversaciones y las muecas para intentar dilucidar qué está queriendo contar Bretch Evens. Aunque más que contar nos plantea el reto de construir nuestro propio relato, extrayendo una verdad repugnante enterrada tras las sonrisas, los bailes y los temores del elenco al completo.
Puede que solo piensen que se trata de un cuento para niños. O quizá, como yo, saquen algo en claro después de leer las páginas de Pantera. Algo que no está escrito o dibujado en las páginas de este cómic, será suyo y será para siempre. Y ahí radica la genialidad de este cómic inolvidable que alumbra una obra maestra.