Vicente Luis Mora
La semana del 6 al 10 de agosto, ciencia y poesía irán de la mano en uno de los talleres más interesantes del verano cultural. Lo dirige en Santander, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el poeta, ensayista, crítico y narrador Vicente Luis Mora y parte de la certeza de que "la ciencia es el imaginario más potente de nuestros días".
La semana del 6 al 10 de agosto, ciencia y poesía irán de la mano en uno de los talleres más interesantes del verano cultural. Lo dirige en Santander, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, el poeta, ensayista, crítico y narrador Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), y parte de la certeza de que
"la ciencia es el imaginario más potente de nuestros días". Y lo es, subraya, "por dos razones: porque es portentosa, e incomprensible para los profanos, y porque se presume cierta. Es decir: algo maravilloso en lo que, en teoría, podemos creer. Un relato de ciencia ficción fiable".
Y dice más. Que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, "lo maravilloso y lo fantástico pertenecían al mundo de lo esotérico o del arte, y frente a ellos estaba la ciencia". Y que ahora "están unidas, y es un relato imbatible. Nos hace creer que sabemos a dónde vamos y de dónde venimos, como dice el verso de
Rubén Darío. Tanto poder debe mantenernos alerta respecto a quién, cómo y por qué se produce la ciencia, y a qué fines sirve".
Incertidumbre y perplejidad
Pregunta.- ¿A qué se debe la importancia de la ciencia en su propia obra (pienso en
Mester de Cibervía, Nova...)? ¿Podría ser uno de los ejes que vertebran toda su obra, ya sea narrativa, crítica o poética?
Respuesta.- Creo que tienen importancia en mi obra, sí, sobre todo en mis libros poéticos, como la tienen la filosofía o el arte, que son otras tantas explicaciones de lo real. Cada una de ellas es una explicación distinta, y con más o menos pretensiones de exactitud o de totalidad, pero a mí lo que me interesa es dónde se encuentran todas esas explicaciones, más que incidir en las partes desacordes.
Intento combatir la perplejidad con incertidumbre.
P.- ¿Cómo se relacionan y alimentan esas facetas de su creación?
R.- Creo que
la ciencia debe ser parte de la cultura general de una persona. César Aira comienza su novela
Cumpleaños traumatizado por ignorar un hecho científico elemental sobre la Luna, y se riñe al haberse creído "un intelectual, un hombre cultivado". Es una broma, pero su trasfondo es serio: para ser culto hay que tener al menos unos rudimentos esenciales de ciencia, o, mejor dicho, todos los conocimientos científicos que uno pueda tener, así como todos los conocimientos humanísticos que se puedan digerir y dominar. Cuando alguien considera la ciencia como parte de su formación durante 20 o 30 años, su mente empieza a tejer pasadizos con los elementos humanísticos, y aparece cierto tipo de obra, que busca ser "humana" en el más abarcador de los sentidos de la palabra.
P.- Entre los poetas que van a estudiar en el curso figuran Virgilio, Dante,
T. S. Eliot y
María Zambrano,
Juan Ramón,
John Ashbery y
Wislawa Szymborska... ¿La mejor tradición poética sería entonces la que vincula ciencia y verso?
R.- No, sería una locura por mi parte decir algo así, una forma de traer el talento de los grandes "a mi terreno". Lo que ocurre es que ante la cantidad de poetas que en algún momento han utilizado conceptos científicos, desde Lucrecio a John Ashbery o Wislawa Szymborska,
¿para qué estudiar y comentar malos ejemplos, cuando disponemos de obras y autores excelentes?
P.- ¿Qué tipo de ejercicios prepara entonces, con estos poetas, para los participantes del taller?
R.- Sobre todo, realizaremos ejercicios de lectura y de escritura; los de lectura son importantes porque es como escribir dos veces: una mal y otra bien. Además
habrá algún ejercicio sorpresa, destinado a sacar de quicio -en el buen sentido- a los participantes.
P.- ¿Qué poetas españoles contemporáneos le interesan más, sobre todo teniendo en cuenta la presencia de la ciencia en sus versos?
R.- Los poetas españoles que me interesan más no siempre tienen la ciencia entre sus objetivos.
Olvido García Valdés, por ejemplo, trabaja más con la filosofía y el arte, destilándolos hasta que permanece la idea, libre de referencia concreta. Pero es cierto que hay algunos poetas a los que me siento muy afín, como
Javier Moreno, Virginia Aguilar Bautista o
Agustín Fernández Mallo, para quienes la tradición incluye también la tradición científica.
P.- ¿Cree que los autores que ahora copan las listas de los más vendidos comparten ese interés por la ciencia, o quizá lo de
Marwan y compañía sea "otra cosa"?
R.- Prefiero no hablar de fenómenos o nombres que no conozco más que de forma superficial.
P.- ¿Cómo afecta a la poesía saber que el mundo ya no es literario, sino audiovisual; icónico y no escriturario?
R.- Pues afecta, y mucho; en un próximo artículo en la revista chilena
Laboratorio intento explicar cómo la poesía española contemporánea está afectada por la "textovisualidad" (a partir de la "image-text" de Mitchell) y el imaginario icónico, audiovisual.
La palabra sigue siendo el centro del mensaje poético, por supuesto, pero la organización paginal de ese mensaje está cambiando. Esto sucede desde los poetas visuales del medievo y pasando por Mallarmé, sí, pero en los últimos decenios se trata de un planteamiento generalizado, múltiple, constante. Otro ejemplo de influencia audiovisual sería el libro colectivo editado por Luis Bagué,
Cosas que el dinero puede comprar. Del eslogan al poema (2018), que estudia las relaciones entre poesía y publicidad.
P.- ¿De qué manerase relaciona su poesía con la reflexión que
Fernández Porta planteaba en su último libro,
En la confidencia, sobre la verdades musitadas e intimidad en la sociedad 3.0?
R.- Aira habla de "la escritura del secreto", y el excelente ensayo de Fernández Porta explica algo que me parece propio de la literatura: "no hay intimidad en estado puro, pues esta siempre se prolonga en una populosa correlación de privacidades". La confidencia siempre involucra un "+1", añade, y quiero pensar que el lector es esa unidad añadida que contribuye a la difusión -confidencial- del secreto. Además, "la confidencia arrastra", como apunta Eloy, y por eso los escritores están confabulados, comparten en voz baja la fábula y siguen siendo lectores: para que el círculo de mensajes no se detenga.
Las redes sociales pueden ser tanto cómplices como obstáculos para la transmisión, según su uso.
P.- ¿Qué hallazgo científico reciente le parece más eficaz para combatir esa sensación de desajuste entre orden y caos en que vive el hombre contemporáneo?
R.- Creo que
el desciframiento del genoma puede ser el adelanto más llamativo, pues parece otorgarnos el destino sobre nosotros mismos, al haber sido capaces de descubrir, controlar e incluso manipular el código con el que estamos escritos. Es un don fantástico, pero también se puede hacer muchísimo daño con él. Los de bioética serán los desafíos más acuciantes a los que tendremos que enfrentarnos en los próximos decenios.
P.- Perdone la frivolidad, pero si de alquimia se tratara, ¿cuánta imaginación, talento, sabiduría, humor, ciencia se necesitan para conseguir un buen poema?
R.- Conozco buenos poemas carentes de humor, horros de ciencia y por completo libres de sabiduría; pero creo que
la imaginación (necesaria hasta para identificar qué elementos del archivo cultural merecen la apropiación poética)
y el talento son los dos únicos elementos indispensables para la creación literaria valiosa.
P.- ¿Tiene algún nuevo poemario en cartera? ¿Puede adelantarnos cuándo saldrá?
R.- Sí, tengo un nuevo libro de poemas, pero aún no sé dónde saldrá, ni cuándo, ni por qué.