En pocas ocasiones una novela merece una segunda lectura o una película ser revisitada voluntariamente. La música funciona con otras reglas. ¿Y en el cómic? Aunque nos costaría ponernos de acuerdo, como se pueden imaginar la lista se muestra breve. Por eso resulta destacable que con una obra como The Black Holes, del autor español Borja González, nada más cerrar la contraportada el lector se diga: “seguro que la volveré a leer”. Y le destina, en la estantería de los favoritos, el hueco reservado para alguna rutilante creación internacional.
Pero ¿de qué va esta fábula moderna cruzada con un cuento romántico? La trama gira alrededor de las coincidencias y desencuentros de un grupo de jóvenes amigas que transcurre en dos momentos temporales separados por más de un siglo. La música y la necesidad de confirmar la identidad personal juegan un rol clave en el trascurso de la acción. Sin embargo, en este cómic lo sorprendente no llega desde el qué ocurre, sino del cómo ocurre. Y en el cómo, lo visual adquiere una relevancia inusitada.
La propuesta gráfica transforma la historia en un viaje magnético a través de sensaciones ancladas en la epidermis y que afloran para provocar un dulce momento de ensoñación. Nos atrapa una suerte de duermevela que acepta sin resistencia cualquier conexión argumental por inexplicable que pudiese parecer. Esqueletos parlantes, mariposas esquivas, bosques enigmáticos, casas sombrías… Más allá de las palabras, el cómic de Borja González provoca un revoltijo de emociones capitalizadas por la belleza de muchas de las escenas, por los colores del anochecer, la suave brisa de la amistad y una atmósfera impregnada de olores. En este tránsito sumiso y táctil encontramos reminiscencias del horror gótico de Edward Gorey, las paradojas temporales sci-fi o la ingenuidad visual del surrealismo pop. No se resistan, léanlo pero para volverlo a leer.