Según la comisaria de la exposición, Eleanor Clayton, esta no es una muestra sobre Lee Miller. A diferencia de otras exposiciones anteriores dedicadas a la artista norteamericana (algunas de ellas en Barcelona en 2007 y 2008), esta propuesta de la Fundación Miró de Barcelona intenta ir más allá. Lo hace estudiando la recepción del surrealismo en Gran Bretaña a través de la mirada de un personaje singular, Lee Miller (1907-1977), musa, fotógrafa, promotora, que tuvo un papel central en aquel contexto.
Partiendo de su figura, la muestra extiende varios hilos argumentales para tejerlos en una red de episodios -contactos, encuentros personales, diálogos e influencias- que configuran todo un ecosistema artístico. No hace falta señalar que se trata de un proyecto ambicioso y complejo, puesto que lo que se propone es explorar esa parte “oculta” de la historia del arte que tiene que ver con los procesos de difusión, promoción y recepción de la creación artística.
La muestra lanza una nueva mirada al movimiento surrealista en Gran Bretaña a través de la figura de Miller
Planteadas así las cosas, quizá el formato exposición -esto es, el cuadro y la vitrina- no es el más adecuado para abordar esta problemática. En este sentido, el singular libro de memorias de Roland Penrose -poeta y artista, crítico y promotor del surrealismo, además de esposo de Lee Miller-, 80 años de surrealismo. 1900-1981, resulta más clarificador para comprender aspectos puntuales de la recepción del surrealismo en Gran Bretaña y de la participación de Lee Miller en este proceso. En efecto, aquel contiene todo un material documental -fotografías, cartas, folletos y documentos de todo tipo- que podría complementar las obras artísticas expuestas y que nos permitiría visualizar de una forma más dinámica los vínculos que se establecen entre los agentes que conforman este ecosistema.
¿Cuál es el resultado de la presente exposición? Se trata de una primera aproximación, loable por el alcance de su ambición, a una problemática densa y compleja como es la difusión y exportación del surrealismo, digamos de paso, en una área tradicionalmente hostil a las corrientes provenientes de Europa y donde el movimiento germina -a partir de los años treinta- con notable retraso con respecto a otros centros. Y, ¿cual es el significado de Lee Miller en este contexto? La imagen que se ha difundido de ella es la de modelo, fotógrafa de moda y sociedad, musa de creadores, amante de artistas, además de una mujer de una belleza deslumbradora que se codeaba con la alta sociedad. ¿Podemos ver en ella algo más allá del glamur? Evidentemente sí, mucho más.
Es necesario replantearse algunos aspectos de su trabajo que inciden en esa imagen frívola que a veces se ha divulgado. Entre ellos, las fotografías que realizó de sus colegas artistas, captados en la intimidad de su entorno cotidiano. En las series hechas en Cornualles o en Farley Farm, los presenta relajados, en momentos de ocio, sin poses o etiquetas. Estas fotografías, aparentemente insignificantes o anecdóticas, nos muestran, sin embargo, detalles llenos de sentido que alumbran nuevas facetas de los personajes retratados.
Otro aspecto polémico y que conviene revisar es su doble labor como fotógrafa de moda y reportera de guerra en revistas comerciales (en especial, las imágenes, publicadas en Vogue, sobre los campos de concentración), en las cuales introdujo además elementos estéticos del surrealismo. En estas publicaciones se podía ver una modelo posando con un vestido de alta costura al lado de imágenes de los cadáveres amontonados ante los hornos crematorios. Autores como Serge Guilbaut han criticado la perversidad del uso sensacionalista y morboso que hicieron del horror los medios de comunicación de masas, en un proceso de espectacularización y banalización del mal que aboca sin remedio a la insensibilidad ante el dolor y la amoralidad.
Queremos hacer aquí una lectura -o apuntar una hipótesis- alternativa a la luz de un episodio que trata la presente exposición y que aporta otra perspectiva: la muestra Wonder and Horror of the Human Head (1953), comisariada por Lee Miller para el Institute of Contemporary Arts de Londres. Realizada con materiales procedentes de la cultura de masas -anuncios publicitarios, imágenes de revistas de moda o prensa, fotografías anónimas-, combinados con obras de arte, ofrecen una suerte de calidoscopio de la moderna cultura capitalista. Se trata una propuesta marcada por el surrealismo en la que, como en los Wunderkammer, en Breton o en Benjamin, se mezcla “el horror y lo maravilloso”, buscando provocar cortocircuitos que iluminen nuevos sentidos. La aproximación de Miller, entre el surrealismo y la cultura de masas, nos hace intuir que hay una dimensión soterrada en las imágenes comerciales.