Juan Cruz. Ilustración: Ulises
El último libro de este escritor, periodista y activista cultural que es Juan Cruz (1948) tiene mucho de autorretrato. Primeras personas es un paseo melancólico y estimulante por el mundo de la cultura y sus gentes.
Ahora leo la poesía de Jaime Gil de Biedma. Siempre vuelvo a ella, en tiempos de melancolía.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
La pedantería, la impostura, la maldad. Pedantería literaria, impostura civil, maldad humana.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con mi madre.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Con conciencia de estar leyendo un libro decisivo, a los dieciocho años, cuando descubrí Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura: digital, papel, por la mañana, por la noche...?
Leo a todas horas, en papel, leo cuando estoy muy solo.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
La vida en Inglaterra, el descubrimiento de los museos, las lecciones de don Emilio Lledó en la Universidad de La Laguna.
Escribe usted en el prólogo de Primeras personas que "uno se hace con otros" y que por lo tanto es casi un autorretrato.
Sí. Es un libro para abrazar a otros. Neruda tiene un verso, "el destino del hombre es amar y despedirse". Este libro combina ambos, el amor y la despedida. Me costó mucho hacerlo, muchos textos me desgarraron, la verdad.
Elíjanos de "tantos otros" que ha conocido, a tres que por alguna razón le parezcan excepcionales.
Emilio Lledó, Pérez Minik y mi madre.
Dice también que apenas hay papeles en los que apoyarse. ¿Lo fía todo a la memoria, siempre tan selectiva?
Escribo desde una impresión, y a partir de ahí asocio imágenes de las personas que he conocido. Son retratos de gestos y de estados de ánimo.
En este jarrón hecho de cristales rotos que es Primeras personas (Alfaguara) hay más melancolía que en otros egos revueltos suyos, ¿no es así?
Sí, es así. Es un recorrido por una memoria que recibe impactos sentimentales. Es un libro que refleja esos impactos en mí. Es, como dice, un autorretrato con otros.
¿Cómo podríamos acercar más los libros a la gente?
Teniendo más espacios en los medios, sobre todo en los audiovisuales, para explicar la lectura como uno de los apoyos más eficaces en la educación de los niños. Que TVE no tenga un gran programa cultural es un desperdicio contemporáneo.
¿De qué libro de la historia de la literatura le hubiese gustado ser su autor?
Me hubiera gustado vivir en Rayuela y en el Gran Gatsby. De hecho, mientras leí Rayuela pedí que no me hicieran la cama en el Colegio Mayor. Quería vivir siempre en esa atmósfera.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
No lo entiendo: me emociona, me emociona Mompó, me arrebata Bacon, todo lo sencillo complejo me fascina.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Ya tengo: de José Luis Fajardo. No tengo de Mompó. Tengo de Gordillo, de Chirino, de Cristino de Vera, de Saura. ¡Grabados!
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Ahora redescubrí las crónicas literarias de Edmund Wilson que publicó Barral en 1972. Excelentes, hipercríticas. Me gusta leer lecturas de libros, que es otro modo de hacer crítica.
¿Qué música escucha en casa?
Me gustan mucho los párrafos musicales más melancólicos de Vivaldi y de Albinoni. A veces escribo siguiendo esos ritmos.
¿Le gusta España? Denos sus razones
España es un país extraordinario: por su literatura, por su humor y porque no se toma en serio simulando que se toma muy en serio.
Una coda: ¿vive para escribir, o escribe para vivir (otra vez)?
Escribo porque estoy solo.