Gerald Martin: "A Vargas Llosa no le importa lo que se piense de él"
Cuando comenzó a estudiar la literatura latinoamericana en los años 60, el biógrafo, profesor y crítico Gerald Martin (Londres, 1944) no se imaginaba hasta qué punto esta determinaría su vida. Tras doctorarse con una biografía sobre el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, que afortunadamente ganó el Nobel en aquellos años y de quién ha traducido sus principales novelas, Martin se centro en seguir durante casi 20 años a Gabriel García Márquez, cuya novela Cien años de soledad le deslumbró como “una obra transhistórica, por encima de su tiempo”.
Fruto de estas dos décadas fue Gabriel García Márquez. Una vida (Debate, 2009), la hoy canónica narración de la vida del también Nobel. Y para cerrar el círculo, poco tiempo después se le presentó la ocasión de completar un trío de excepción poniendo en negro sobre blanco la vida de la otra gran figura del boom junto al colombiano, Mario Vargas Llosa, aunque al principio fue reticente. “Tras la de Gabo era reticente a embarcarme en otra biografía, pero era Mario. Lo conocí en el 67 en Londres con Asturias y 10 años después, cuando llegué a conocerlo bastante bien le dije que algún día escribiría su biografía aunque él no quisiera. Pensé que no lo haría pero ya ve”.
Pregunta. El eje de su obra son tres grandes biografías, ¿cómo nace su interés por este género y por esas grandes figuras del boom, García Márquez especialmente, pero también antes Miguel Ángel Asturias y ahora Vargas Llosa?
Respuesta. Cuando era un joven estudiante de literatura me apasionaba viajar a otros países y América Latina me atrapó. En cierto sentido utilizo a estos grandes nombres como pretexto para adquirir un profundo conocimiento de sus mundos y sus países. ¿Quién no se fascina con cualquiera de estos escritores? Siempre supe que algunos escritores representan no el alma, pero sí de alguna manera la experiencia, la realidad y la identidad, de sus pueblos. Estudié a Asturias para comprender Guatemala, porque era “el” escritor de Guatemala en su época, igual que García Márquez era el de Colombia o Vargas Llosa el de Perú. Mi trabajo no solamente me aporta la fabulosa experiencia de conocer a estos escritores, sus familias y amigos, su entorno, sino que a través de ellos conozco sus países, su experiencia histórica o incluso a sus pueblos.
P. En 1989 publicó Viajes a través del laberinto, un compendio de la literatura latinoamericana del siglo XX en buena medida culpable de que terminara escribiendo la biografía de García Márquez. ¿Qué considera que sigue vigente y qué ha cambiado de aquel análisis en estos 30 años?
R. En aquel entonces estábamos plenamente en la secuela del boom, no sabíamos hacia dónde iban a ir las cosas, pero creíamos que de alguna manera sería una especie de extensión, de prolongación del boom. Hubo escritores previos tan grandes como los de esa generación, Carpentier o Borges, que deberían haber sido mundiales en su época, pero no lo fueron porque eran latinoamericanos. Sin embargo con el boom la generación posterior empieza a internacionalizarse. Desde entonces, el panorama ha sido básicamente estable. No quiero hablar como un viejo, pero voy a hacerlo. La verdad es que no hemos visto muchas cosas nuevas después del año en que concluye mi libro. Mucha gente sostiene que tras el boom la novela latinoamericana se normalizó, es decir, ya no era necesario que los latinoamericanos hablaran sobre la identidad latinoamericana, sino que podían empezar a ser ciudadanos del mundo sin mencionar América Latina. Pero en mi opinión, ha habido no una decadencia, pero sí una falta de algo realmente nuevo. El gran debate actualmente estriba en si América Latina debería seguir siendo el tema de los escritores latinoamericanos o si la internacionalización y el cosmopolitismo debería primar.
"Los escritores latinoamericanos deberían escribir sobre lo que significa ser latinoamericano en esta época globalizante"
P. ¿Y cuál cree que debería ser la postura de los escritores en esta disyuntiva?
R. Soy una persona bastante interesada, incluso obsesionada con la idea de la aldea global. Creo que este tema de la relación entre lo local y lo global lo vemos en todas partes. Por ejemplo en mi país, el Brexit no es una división entre socialistas y capitalistas, sino entre los locales y los internacionales. Lo mismo ocurre en Estados Unidos con el voto a Trump o aquí con el separatismo catalán. Lo que me aterra es que en todos estos casos la división es total, casi un 50/50. Creo que los que sólo escriben desde el punto de vista internacional están perdiendo un tema enorme, y creo que todavía, pero quién soy yo para opinar si ni siquiera soy latinoamericano, deberían estar escribiendo sobre la relación de Latinoamérica con el mundo y sobre lo que significa ser latinoamericano en esta época globalizante. Eso es lo que a mí me gustaría, pero en general son un poquito más solipsísticos.
P. Volviendo a la biografía, ¿cuáles son los peligros del género, hasta qué punto puede una biografía convertirse en una hagiografía o mitología de un personaje?
R. Bueno, de eso me acusaron con García Márquez, y puede que tengan razón. Aquel libro es obviamente una biografía bastante admirativa, aunque creo que también tiene sus ironías y sus críticas implícitas. No voy a negar que, aunque al principio era bastante escéptico, terminé admirando a García Márquez. Pero hay varios peligros, como que la alabanza hacia un escritor encierre una narcisista exaltación del biógrafo o que, por el contrario, uno intente rebajar a su escritor por envidia. Y luego está el peligro ético, el más importante. Uno tiene que decidir qué va a contar y qué no. Si tú no das una visión representativa de tu autor estás traicionando tanto al escritor como al lector. Cada línea que uno escribe es una decisión ética, pues se debe separar lo que es mero chismorreo de las cuestiones representativas y definitorias de un escritor. Ahí está el reto. Por ejemplo, si yo hubiera contado todas las cosas que me han dicho (porque un biógrafo no puede afirmar, si no acogerse al “me han dicho”), sobre García Márquez habría vendido indudablemente muchísimos más ejemplares. Ese es otro peligro. Si hubiera tenido malas intenciones...
P. Inevitablemente, tras tantos años de estudio y convivencia, atesora muchos secretos, ¿cuánto se guarda realmente, porque incluso se comentó que tras la muerte del escritor saldría una versión ampliada?
R. Podría decir que tengo un compromiso con el público, pero éste tiene apetitos malsanos... Como digo hay cosas que podría haber dicho, pero no quiero exagerar y dar la impresión de que Gabo tenía, como decimos en inglés, muchos esqueletos en la alcoba. No sé qué voy a hacer con todos esos apéndices, pero probablemente no vaya a haber una reedición escabrosa como muchos pretenden.
"Lejos de ser un oportunista, Gabo pagó en realidad un precio muy alto por su relación con Cuba"
P. Estuvo trabajando en esa biografía durante casi dos décadas, y comentaba antes que su trato directo con el escritor cambió su visión de él. ¿Cómo es eso de encontrarse a otro hombre con el paso del tiempo?
R. Es cierto que lo fui viendo paulatinamente de otra forma. Comencé con una opinión bastante negativa de García Márquez, en primer lugar, porque había atacado a mi primer hombre, que era Asturias, y después porque lo creía un vanidoso. Me di cuenta de que no comprendía la posición irónica de García Márquez, el llamado mamagallismo colombiano. No comprendía las bromas que hacía a los periodistas o su solidaria idea de experiodista de darle a cada uno una primicia explicando sus vivencias de mil maneras distintas. Al comienzo pensé que era un oportunista político con Castro, como dijeron muchos, pero luego vi que no, que en realidad pagó un precio muy alto por su relación en Cuba. Finalmente pude comprobar que era un hombre muy, muy generoso, con muy pocos instintos malsanos. La mayoría de las cosas caritativas que hizo fueron secretas.
P. Quiero ahora preguntarle por Vargas Llosa y se me abren dos vías a raíz de lo que me acaba de contestar. Una es la parte de la coherencia política y otra es la del ego. Empiezo por esta. Está preparando su biografía, y siendo el ego de Mario tan legendario, ¿no teme dejarse cosas en el tintero para no herir su sensibilidad?
R. Ah, no, no me preocupa. Uno hace su trabajo. En el caso de Mario, contradiciendo la leyenda no le importa mucho lo que los demás piensan de sus declaraciones, por eso creo que será excesivamente indulgente con mi obra. Yo no habría comenzado estos dos libros sobre estos hombres si no pensara, primero que valía la pena histórica e incluso éticamente hacerlos. Y segundo, creo que, aunque todos los escritores del boom son importantes, estos dos son los más significativos históricamente. Fuentes es un escritor grandísimo, no podría admirarlo más desde muchos puntos de vista y me encantan los cuentos de Cortázar, pero Gabo y Mario son los más grandes. Y además sucede que ambos ganaron el Nobel. Aunque siempre había querido escribir la biografía de Mario, desde antes de la de García Márquez, fue cuando Mario ganó el Nobel cuando pensé: “Ahora sí, ahora son iguales y puedo hacerlo”.
"La coherencia política de Vargas Llosa se ha mantenido tras el abrupto cambio originado por el Caso Padilla"
P. De Márquez destaca siempre la coherencia política, algo ajeno a Vargas Llosa y a esa especie de epifanía ideológica que siempre relata. ¿Si le admiraba al principio, por qué le sigue atrayendo su figura tras ese cambio? ¿Por qué hacer su biografía?
R. Todos tenemos derecho a cambiar de idea en la vida, pero la cuestión es por qué cambió Mario, un hombre que creyó tan firmemente en el socialismo hace 40 años como cree hoy en el liberalismo. Hay dos grandes choques en la vida de Mario Vargas Llosa. El segundo es el famoso puñetazo, pero el primero históricamente y en importancia es el Caso Padilla, una de las grandes colisiones políticas de toda la literatura del siglo XX. Porque todos esos escritores que eran tan amigos, que eran casi hermanos del alma, rompieron dos por cada lado, Cortázar y Gabo con Cuba y Mario y Fuentes, que ya había sido expulsado en los 60, con la derecha. Mario, y también Juan Goytisolo, que para mí fue el quinto miembro del boom, estaban ya embarcados en la publicación de la revista Libre, que con su nombre ya era una especie de rechazo a Cuba. Ahí arranca todo. Mario justifica su cambio a partir de eso. Desde entonces ha sido bastante coherente en su trayectoria, en ese arco que ha dibujado en el aire histórico.
P. Finalmente, ¿cuándo podremos leer la biografía?
R. Estoy muy atrasado, es la verdad. Empecé pensando que Mario no iba a colaborar, al ser yo quien había hecho la biografía de García Márquez, pero eso fue subestimarle. Me dijo algo parecido a lo que me dijo en su día Gabo, que me iba a tolerar y a ayudar de cierta manera, incluso me permitió utilizar su archivo en su casa de Perú. Así que en lugar de escribir en tres años una biografía con todo lo que ya sabía, esta es una biografía como la de Gabo, con entrevistas con todos sus amigos y familia, y que nace una especie de convivencia desde hace ya casi ocho años. Mi familia, mi esposa y mis editores, están hartos de mis demoras y excusas. Pero ahora he terminado toda la investigación y la cronología, y he escrito buena parte, así que, si las cosas me van bien, terminaré la redacción para comienzos de primavera, por lo que espero que el libro se publique en inglés en 2019 y ojalá se traduzca pronto al español.