Andrés Sánchez Robayna. Ilustración: Ulises Culebro

Entre la memoria y el deseo, el poeta canario Andrés Sánchez Robayna (1952) recupera El libro, tras la duna (Sexto Piso), en vísperas de lanzar un nuevo poemario, Por el gran mar (Galaxia Gutenberg).

¿Qué libro tiene entre manos?

Siempre tengo varios. Ahora mismo, las Apuntaciones sueltas de Inglaterra, de Moratín; El sentido de la vista, de John Berger, y La imagen que hoy nos falta, de Quignard.



¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?

La decepción, el tedio, la ilegibilidad.



¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?

Con Leopardi, por ejemplo.



¿Recuerda el primer libro que leyó?

No. Pero sí la impresión que me causó uno de los primeros: la novela de Nigel Balchin Antes del amanecer.



¿Cuáles son sus hábitos de lectura: es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?

En papel, a cualquier hora del día y de la noche.



Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambiara su manera de ver la vida.

Ha habido varias. Hace años, por ejemplo, ver la Sala Mark Rothko en la Tate Gallery. En los últimos tiempos, escuchar el Preludio en si menor de Bach-Siloti tocado por José Luis Castillo.



¿No ha sentido la tentación de cambiar nada al recuperar El libro, tras la duna, de añadir más versos quizá?

Sentí esa tentación al terminar el poema: no sabía si lo había terminado de verdad. Hoy está en un punto del tiempo. Es completamente mío y, a la vez, completamente ajeno ya a mí.



¿Qué queda del autor de El libro, tras la duna en el Sánchez Robayna de su nuevo libro, Por el gran mar?

Han transcurrido casi veinte años. Quedan memoria y deseo. Ambos se han acrecentado, me parece, en los poemas de Por el gran mar.



¿Es este nuevo libro un paso más en su camino hacia el escepticismo, hacia el romanticismo, es una manera distinta de ver la realidad quizás?

Es, sobre todo, un ahondamiento, una profundización, en el sentido de Juan de la Cruz ("entremos más adentro en la espesura"). Pero también hay, quiero pensar, nuevas realidades y nuevos contenidos.



Explicaba Bonnefoy en su prefacio a El libro, tras la duna que nos incita "a cuestionarnos lo poético en este siglo". ¿Sigue siendo válido en el XXI? ¿Qué garantiza su pervivencia?

Es preciso cuestionarse siempre lo poético, porque lo poético, sobre una firme base histórica, se transforma una y otra vez. Eso es precisamente lo que garantiza su pervivencia.



¿Qué pensarían Octavio Paz o Valente si conocieran la lista de los libros de poesía más vendidos en España hoy?

Sentirían interés sociológico, sin duda, pero también desconcierto. Pensarían que los responsables de la lista se equivocan de género.



¿A qué poeta joven nos recomienda, qué libro no nos debemos perder?

Acabo de leer un espléndido primer libro: Umbral de la primera ola, de Jesús Díaz Armas (Salto de Página).



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

Sí, pero no todo. Soy muy crítico. Ciertas expresiones del arte contemporáneo me parecen fraudulentas, formas lamentables de publicidad.



¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?

De Etel Adnan, o de Blinky Palermo. Y tal vez algún dibujo de Vuillard.



¿Qué música escucha en casa?

Clásica, sobre todo.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Me entusiasma la España que ha dado a Juan de la Cruz, la riquísima artesanía, a Tomás Luis de Victoria, la gastronomía excepcional, a Ramón y Cajal, a Tàpies, a Campo Baeza. Y me horripila la que ha dado a Torquemada, el enriquecimiento fácil, la visión empresarial del paisaje, a Franco, a los nacionalistas. Las razones son obvias.



Déjenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.

No sabría decirle. ¿Enseñar a leer de verdad?