Basilio Sánchez
Acostumbrado a tratar el dolor ajeno -es médico de cuidados intensivos-, Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) es uno de esos poetas secretos que vuelcan en versos de aparente sencillez la angustia de vivir un mundo pulcro pero insufrible. Su último libro, He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, conquistó el XXXXI Premio Loewe y ve la luz estos días.
Abrumado pero feliz, el poeta intuye lo que le espera: recitales, entrevistas, presentaciones. Más visibilidad y nuevos, inesperados lectores. “Desde luego. Nuestra época, con su despliegue de ofertas para el ocio y la dispersión, no favorece la lectura, y menos la de poesía, que requiere esfuerzo, una inmersión en la profundidad. Pero siempre habrá lectores, porque la poesía, como se ha dicho, se dirige a quienes salen a recibirla, gusta a quienes ya han decidido quererla. La poesía es un mensaje en la pared de una gruta, una nota a propósito para los que se pierden en la noche, para los que no tienen un lugar como propio. Hacia ellos va dirigida mi poesía, ellos son los lectores que me interesan”.
"La imagen que la escritura forma de uno mismo se construye, al estilo de Borges, por acumulación"
Pregunta. ¿Qué significa He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes en el conjunto de su obra?
Respuesta. Utilizando una imagen del poeta peruano Eduardo Chirinos, percibo mis libros como planetas solitarios que giran alrededor de su propio eje, pero sometidos todos a unas mismas leyes de movimiento, a un orden cosmológico superior que no es otro que la idea que yo tengo de la poesía. Concibo la creación poética como una especie de diario del espíritu, como una forma de anotar y de poner en relación la vida de uno mismo con el mundo que nos rodea tal y como el poeta consigue percibirlo a lo largo de las diferentes etapas por las que va pasando. He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes es una expresión más, sin duda incompleta, pero reveladora, de mi forma de decir y de vivir en el tiempo. En lo formal, es un paso más hacia la naturalidad y la transparencia.
P. ¿Y en relación con su libro anterior, Esperando las noticias del agua?
R. Esperando las noticias del agua recoge, por su cercanía en el tiempo, muchas de mis inquietudes vitales y literarias actuales. Entre ellas, mi preocupación por el hecho de que el positivismo deshumanizado y la transformación de los valores nos hayan dejado en herencia una sociedad más pulcra en lo material, pero enormemente pobre en lo espiritual; una forma de vida en la que la riqueza, la comodidad y la complacencia hedonista se han acabado pagando, como decía Tolstói, con sordidez moral. En ambos libros prevalece la idea de que la resistencia activa de carácter moral es lo único que nos puede ayudar a superar las inclemencias de una época que en muchos de sus aspectos esenciales adolece de inanición y de sequía; que el acuerdo entre nosotros y nuestra vida -entre el actor y su escenario, como escribió Camus-, es lo único que puede hacer posible la viabilidad de nuestro futuro.
P. ¿Cuánto hay de autorretrato en estos versos?
R. Bastante, pero no porque lo haya buscado expresamente, sino porque la imagen que la escritura forma de uno mismo se construye, al estilo de Borges, por acumulación: el poeta va poblando un espacio con árboles, paisajes, intuiciones, fulgores y recuerdos y, al cabo de los años, todo eso no es más que un laberinto cuyas líneas trazan la imagen de su rostro. Yo escribo, además, desde la experiencia en el sentido de que es poesía de la vida, poesía que acompaña a la vida para confortarla, trascenderla y transformarla. En poesía la verdad debe estar, como mínimo, a la altura de la belleza.
P. ¿Qué le deben estos versos a otros poetas contemporáneos, como Eloy Sánchez Rosillo o Álvaro Valverde?
R. Creo que mis versos comparten con los suyos, además de la búsqueda de la esencialidad y la sencillez, una misma visión humanista de la vida, una forma de entender la escritura que arraiga en la poesía meditativa y que pretende conciliar en el poema el pensamiento con la imagen y el sentimiento con la ética.
"En poesía la verdad debe estar, como mínimo, a la altura de la belleza"
P. ¿En qué tradición poética se inscribe, y a quiénes lee?
R. Podría ser en la poesía del fervor, como la llamaría el poeta polaco Adam Zagajewski, o en la poesía del entusiasmo, como querría Hölderlin. En cualquier caso, me inscribo en la poesía que, consciente de la realidad en que la vive, y comprometida con ella, es capaz de sobreponerse al agotamiento y desengaño de nuestro tiempo. De formación ecléctica, he leído a poetas de muy diversas tendencias y regiones. Entre los que más me han interesado están Aleixandre, Machado, Cernuda, Rilke, Brines, Colinas, John Berger, Wallace Stevens, Brodsky, Jacottet, Edmon Jabès, René Char, Paul Celan, Valente, Milosz, Eugénio de Andrade, Pessoa, Pavese, Octavio Paz o Roberto Juarroz.
P. Escribe: "El poeta es el hombre arrodillado". ¿Ante qué, por qué?
R. El poeta sólo se arrodilla ante sí mismo, es una forma de recogimiento y de búsqueda del centro. Una actitud de escucha que en todas las religiones -y también fuera de ellas- ha sido utilizada como cauce para el conocimiento gratuito y maravillado del mundo. También es una forma de expresar la humildad con la que uno debe afrontar la escritura y su propia vida. Ya se sabe lo que decía Heidegger: "El hombre no es señor del universo, sino el pastor del ser".
P. ¿Y ante el poder? ¿cuál debe ser la actitud de un poeta?
R. Ante el poder siempre hay que mantenerse erguido y sonreír. Eso es, al menos, lo que aprendí de Lanza del Vasto, poeta, filósofo y activista de la no violencia al que pude conocer personalmente y cuyo libro, Umbral de la vida interior, me ayudó a superar los desvaríos de la edad en mis años de estudiante de medicina.
"Ante el vértigo de nuestra existencia cotidiana no hay otra salida que devolverle a la vida lo que es suyo"
P. "Acercarnos con afecto a las cosas nos permite intimar con lo sagrado": ¿Es la única salida ante el vértigo cotidiano?
R. En un poema he escrito: "La idea de lo sagrado es lo completo, lo que no ha sido nunca circunscrito, lo que nos une al todo y a la nada, ese núcleo infinito, silencioso, del que manan las posibilidades". Yo creo que esa concepción de lo sagrado constituye la esencia de lo que nos rodea y descubrirlo requiere de nosotra atención y perseverancia. Ante el vértigo de nuestra existencia cotidiana no hay otra salida que devolverle a la vida lo que es suyo: la sombra a la semilla, la comida a los pájaros, el consuelo de unas pocas palabras a lo que no lo tiene.
P. Como dicen sus versos, el universo, vienen de "la sustancia de la tierra", sin olvidar la trascendencia... ¿no es una apuesta arriesgada en estos tiempos de ripios y ciberpoesía?
R. Una poesía que asume una conciencia humanista de la existencia, que intenta situar al individuo en armonía con su entorno y que, al margen de honores y beneficios, no ambiciona otra cosa que la obra bien hecha, de algún modo cuestiona la forma de vida que tenemos y subvierte muchos de los valores de nuestras sociedades actuales. Con las redes sociales los mapas se han modificado, la geografía ha desaparecido: ya no existen escritores periféricos, sólo escritores desconectados. Leer poesía ya no es un problema ni económico ni de latitudes, y esto es bueno, pero añoro, por encima de todo, la vigencia de unas relaciones personales en las que el tacto, la mirada y el tono de la voz les confieran a las palabras el sentido que les corresponde. También, frente a la inmediatez y fugacidad de mucha de la poesía que se escribe ahora mismo, echo de menos la escritura que se hace lentamente, la que exige atención, la que demanda esfuerzo.
P. ¿Sabe ya "qué hacer con el silencio"? ¿A qué creadores y por qué les recomendaría callar?
R. Es posible que sólo los místicos hayan conseguido hacer del silencio su ciudad en la tierra. Yo me conformo con poder escuchar, de vez en cuando, en el silencio de un poema, la música secreta de las cosas. El creador verdadero sabe por sí mismo cuándo tiene que callar, porque sólo en el silencio puede llegar a ser quien es.
"Con las redes sociales los mapas se han modificado: ya no existen escritores periféricos, sólo escritores desconectados"
P. ¿Y a los políticos que sólo se acuerdan de la cultura cuando se acercan las elecciones?
R. En sociedades en gran parte deshumanizadas como la nuestra, a los políticos se les exige lo mismo que a los artistas: que puedan devolvernos a un estado de convivencia con lo que nos rodea que asegure nuestro futuro y nos permita recuperar para el presente el sentido perdido de las cosas. La cultura, que es indisociable de la conciencia ética, es la que impulsa, con la ayuda del silencio creador, las grandes transformaciones de la humanidad. El resto es griterío que se disuelve en nada.
P. ¿Cómo se admite que uno "ya no tiene razones para engañar al corazón"? ¿Y, sobre todo, cómo se llega a esa verdad infinita?
R. A todos nos llega una edad en la que empezamos a desprendernos de lo que hemos sido. Lo que era expectativa, conjetura, se convierte, para bien o para mal, en la realidad de lo que somos. Llegado ese momento, uno adquiere la doble certeza de saber que está solo frente a su propia vida y que, por ese motivo, ya no tiene razones para engañarse. Pero ésta es una verdad que se adquiere con los años.
P. Escribe también: "la soledad se gana, se defiende, uno lucha por ella mientras le quedan fuerzas" ¿Cuál es su secreto, qué debe uno hacer o leer para iniciarse?
R. Uno escribe cuando puede y cuando le dejan, no siempre cuando quiere. Los momentos de escritura tenemos que buscarlos como espigadores, agachándonos un momento en medio de la multitud. Igual que la escritura, la vida también nos pide que desaparezcamos, que retomemos los asuntos que tenemos pendientes con nosotros mismos y que disfrutemos del recogimiento que nos hace crecer. En mi libro en prosa La creación del sentido decía que la individualidad es la tierra fecunda en la que hunde sus raíces nuestra capacidad de convivencia. Y sigo estando de acuerdo. La opción de estar solo ha de tener también su dignidad.