¿Qué libro tiene entre manos?
Volver la mirada, de Azúa.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
Comprender que estaría mejor en otras manos.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con el Cervantes de la vejez.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
No fue el primero que leí, pero sí el primero que recuerdo: Miguel Strogoff.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Con tiempo por delante y, si es posible, en silencio y echado.
Cuéntenos la experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Desconfío mucho de la cultura, pero más aún de las conversiones apoteósicas.
Escribe poesía, novela, ensayo, diarios... es además editor, ¿dónde está más profundamente usted?
Profundamente, no sé, es una palabra que me viene grande.
¿De qué libro de la historia de la literatura le hubiera gustado ser autor? ¿Por qué?
Por vanidad, de ninguno. Por gratitud, de cientos.
En Diligencias, el último tomo recién aparecido de su Salon de pasos perdidos, el correspondiente al 2008, es tan literario como todos los anteriores, pero quizá menos combativo. ¿Es así?
Ojalá, porque me tengo por persona pacífica e inofensiva. Aunque hay al respecto por desgracia otras opiniones, y no todas concuerdan.
¿Cuando escribe estos diarios lo fía todo a la memoria, tan selectiva siempre?
Mi memoria es mala, por eso escribo. Claro que para lo que trato de hacer, "una novela en marcha", tampoco me hace falta. Un exceso de memoria mata la vida, decía Nietzsche. Y sin ficción no se puede vivir.
¿Le parece que hay muchos falsos prestigios en nuestro mundo literario?
Prestigio viene del latín, como sabe, praestigium, engaño, impostura. Sígase el razonamiento.
Su gran libro Las armas y las letras destila, aún en tiempos tan convulsos como los de la guerra civil, una grandeza en los personajes que difícilmente vemos hoy entre los políticos. ¿Qué le falta y qué le sobra hoy a la clase política?
Necesitan mentir. Incluso los mejores. Pero hasta para eso hace falta grandeza, o sea obrar desinteresadamente. Y esto se ve poco y durante poco tiempo. Con UPYD, por ejemplo.
Si usted fuese el próximo ministro de Cultura, ¿qué medida quisiera tomar?
No, ese ministerio no. Ese ya no tiene remedio. Deme otro.
¿Le importa la crítica, le sirve para algo?
Sí a lo primero y no a lo segundo. Y también sí y no juntos para cada una de las dos preguntas. En eso uno es poco épico.
¿Qué tipo de música escucha habitualmente?
Ni de Victoria para atrás ni de Falla para adelante, con especial apego por Mozart, Beethoven y Schubert.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Es de lo que más entiendo (trabajé de ñáñigo en una revista de arte moderno). Decía Gaya que la mayor parte del arte actual eran sustos baratos. Ya no son ni sustos ni baratos. Nos salen carísimos. Se pagan con dinero de todos.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Puestos a pedir, una de las vistas de la Villa Médicis de Velázquez.
¿Qué película reciente le ha impactado?
Roma.
¿Le gusta España?. Denos sus razones.
Le debe uno demasiadas cosas buenas a España como para tener que dar razones.
Denos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
La enseñanza en castellano en todas las escuelas y universidades españolas, como el francés en Francia.
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