Más de cuatro décadas de lucha, de batallas con la literatura y consigo mismo para poder plasmar palabras e ideas hasta las últimas consecuencias, han conformado el personalísimo territorio literario de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948). Un universo donde se mezclan sin pisarse ironía y paradoja, donde la esencia nace en parte de desenterrar autores perdidos y de sublimar los textos ajenos, y donde plagio, homenaje, engaño y autobiografía se confunden desdibujando los siempre confusos límites entre realidad y ficción. ¿O es que en realidad todo es ficción?
“Aunque no lo quiera, la literatura invade, se infiltra en mi vida”, suele decir el escritor. Y sobre ella, sobre las diferentes formas de entenderla, sobre la conveniencia de amarla, odiarla, o simplemente soportarla, versa su nueva novela, Esta bruma insensata (Seix Barral), la historia de dos hermanos que representan dos formas opuestas de entender la creación literaria.
Pregunta. La novela elabora un constante Jekyll y Hyde sobre la figura del escritor y su relación con la literatura, por un lado rechazo y renuncia y por otro, fe y felicidad, ¿cómo es la convivencia entre ambos?
Respuesta. Tensa. Porque se da una oscilación entre dos conciencias: la que cree en las palabras y en la escritura y la que preferiría inclinarse por el desprecio y la radical renuncia. La tensión que genera esa oscilación va construyendo parte de la trama.
P. Pero también plantea la tensión entre escribir o no escribir. ¿Ve posible que un escritor se canse de escribir y dé la espalda a la literatura?
R. No hay que desechar esa posibilidad que, además, apuntala la importancia de la literatura, porque la vuelve más esencial, si cabe. Es como la vida, que no nos parecería tan inútil, pero también tan esencial, si no existiera la muerte.
"Igual que la muerte hace esencial la vida, La posibilidad de no escribir es lo que hace esencial la literatura"
P. Explora de fondo las figuras de esos famosos escritores ocultos o invisibles como Pynchon y Salinger, haciéndose eco de los mitos, chismorreos y paradojas, que genera su condición, ¿qué le parece atractivo de ese modelo?
Y es que los dos hermanos escritores que protagonizan el realto de Vila-Matas comparten mundos muy distintos. Mientras Rainer, ahora Gran Bros, ha conocido un apabullante éxito mundial tras su fuga a Nueva York, dejando atrás a su familia, su Barcelona natal e incluso su idioma, su hermano Simon lleva dos décadas trabajando para él como hokusai, o distribuidor de citas, completando la arquitectura del estilo que fascina a las masas de lectores de su hermano.
P. También planea entre la bruma de la novela el muy actual debate del apropiacionismo. ¿La cultura es eso, ir reciclando todo lo pretérito, lo que tiene uno dentro, y darle nueva forma?
R. En mi novela no pretendo demostrar que la cultura es esto, tan sólo narrar una historia nunca contada. Eso no quita que Gran Bros, parece que a modo de respuesta a algunos de sus paisanos que decían no comprender la intertextualidad exagerada en sus novelas, haya sido capaz de escribir un documento en el que ofrece una brillante explicación de su forma de trabajar al transformar nada menos que algunas de las propuestas de T.S. Eliot en La tradición y el talento individual en una interpretación innovadora de la práctica e historia de la literatura. Logrando incluso que todo el mundo crea que ese ensayo de Eliot fue una pieza clave a la hora de estimularle a colocar la intertextualidad en el centro de su narrativa.
El estilo es la única verdad
P. Simon, el prootagonista, es un citador profesional que vive a la sombra del escritor de éxito internacional. ¿Es uno tan escritor como el otro?
R. Claro. Pero se diferencian en que, entre otras cosas, el citador profesional -que dice vivir humillado y ofendido, pero sentir especial orgullo ante las novelas de su famoso hermano- cree firmemente en “el arte de la cita”, es decir, en las novelas que él mismo le ha ido dando estructuradas por carta a su hermano -novelas conformadas por secuencias de citas sutilmente trabadas-, mientras que éste, el triunfador gracias a su hermano y subordinado, no cree para nada en esa poética, aun cuando ha escrito ese ensayo con una vigorosa defensa de la misma.
"Hay países en los que el síndrome de atasco del lector les está llevando a vivir de nuevo en la Edad Media"
P. Al hablar de este trabajo, Simon también desvela la absoluta precariedad de la literatura y de todos sus trabajos asociados. ¿Qué empuja a la gente a persistir en ella?
R. Tal vez se persiste tanto porque se busca obstinadamente un tipo de reconocimiento. De nuestra propia alma, creo. Porque es ella la que suele estar en juego en esto de la literatura. Después de todo, la personalidad de un escritor viene dada por su forma de estar aquí, en el mundo, y su escritura es un trazo evidente de ese modo de estar. Vista así, la literatura es muy atractiva porque permite ver al estilo como una necesidad personal, como la única expresión posible de una conciencia humana individual. De hecho, el estilo es el mejor modo que tiene un escritor de decir la verdad... Pero bueno, me doy cuenta de que estoy hablando ahora sólo como Simon. Sin duda su hermano Rainer -el célebre escritor “invisible” de Nueva York- se exaltaría menos.
P. Simon también fantasea con la que debe ser la ambición de todo escritor, ¿existe el lector ideal, ese que asimila y comprende a la perfección todos los giros e intenciones de una obra?
R. Simon cree que hay una lectora, cuyo nombre no desvelaré aquí, que sabe leerle a la perfección, que lee con sorprendente lucidez hasta los mensajes cifrados que él envía a Nueva York a su hermano, al invisible Gran Bros.
P. Es un lugar común hablar del atasco del escritor, de la famosa página en blanco, pero ¿existe el atasco del lector?
R. Hay países en los que el síndrome del atasco del lector les está llevando a vivir en la Edad Media.
Un atasco que afecta asimismo a Simon, que emprende un largo paseo por Cadaqués, donde vive también medio oculto del mundo, en busca de la cita perdida. Un viaje que le llevará a encontrarse con su escurridizo hermano, dando paso a una charla entre ambos escritores donde la novela alcanza el paroxismo. Ambas posturas enfrentadas, en un implacable y por momentos sutil diálogo donde danzan los grandes temas que comprometen a la creación literaria, son defendidas por dos personajes que son el mismo Vila-Matas, que teoriza con humor e implacable ironía sobre la literatura y sus límites.
P. Destila la novela la sensación de que la literatura es una gran broma, de que un escritor puede (o quizá debe) no creer en su escritura o en su método de trabajo, aunque le granjee éxito. ¿Es así?
R. Eso me recuerda ese momento de la novela en el que alguien dice que ama la literatura, los libros, los autores, y que ese es su mundo, pero que tiene que proclamar, profundizando en la cuestión, que de todos esos autores que viene leyendo hace tiempo -tanto los que le fascinan como los que solamente aprecia, tanto los que adora como los que no le gustan nada, tanto los que se creen muy espabilados como de los que van de tartufos- sólo tiene que decir que de todos se ríe, pues no puede evitar que una vocecita le vaya diciendo sigilosamente acerca de todo lo que lee, por extraordinario que sea: ¡anda ya! No sé, pero creo que de esa vocecita no se salva ni el apuntador, aunque sea Shakespeare.
"La no ficción cree estar copiando lo real cuando en verdad sólo está copiando la copia de una copia de una copia"
P. En el clímax que es esa charla entre los dos hermanos late su desprecio por las historias “basadas en hechos reales”, ¿por qué son, como decía Nabokov, “un insulto al arte y la verdad”?
El espacio de los poetas
P. ¿Hasta qué punto la literatura debe ocuparse de la realidad como tal?
R. Se tiende a creer que la realidad es la que reflejan los periódicos, los informativos de televisión y las redes sociales, y ese sí que es un gran peligro.
P. El humor y la ironía inteligente es ya una seña de su literatura, ¿es algo indespegable?
R. Aunque no lo tenía previsto, al final Esta bruma insensata refleja un proceso de huida de la tragedia, de desdramatización de la trama. Al final hay como una sensación de penetrar en un universo póstumo, en alguna geografía soñada por un demonio liberado de todo, hasta de su desgracia. Toda la novela parece escrita para que la tragedia de las primeras páginas vaya perdiendo peso.
P. Quiero lanzarle para terminar una pregunta con la que fantasea Simon en un momento, ¿habrá literatura en el siglo XXI?
R. Sí, la habrá, sin duda. Nunca faltarán los que estén dispuestos a impedir que la tecnología lo registre todo sin ningún mediador, es decir, lo registre todo sin cederles un cierto espacio a los poetas. Este es objetivo común a todos los mejores escritores actuales: impedir que en esta era de la técnica en que vivimos se haga ostensible lo poco necesarios que pueden llegar a ser.