Copenhague, del dramaturgo Michael Frayn, es la obra que acaba de aterrizar en la programación del Teatro de La Abadía y estará representándose hasta el próximo 30 de junio. Sobre el escenario se reúnen Emilio Gutiérrez Caba, Carlos Hipólito y Malena Gutiérrez, tres incombustibles de la tarima, y los coordina el polifacético Claudio Tolcachir(Buenos Aires, 1975), que describe esta experiencia como "un privilegio porque son actores tremendamente modernos". La última vez que dirigió una obra programada en Madrid fue hace tres años con La Mentira, y ya en aquel momento estaba repitiendo con Carlos Hipólito.
Este texto plantea una situación real de la que se tiene constancia pero de la que se desconocen los pormenores.Copenhague, estrenada en 1998 en el londinense National Theatre, trata el encuentro entre los científicos ganadores del Premio Nobel, Niels Bohr y Werner Heisenberg, en una ciudad sometida a la ocupación nazi en 1941. El primero, danés y medio judío, fue maestro del segundo, alemán y líder de la investigación sobre la bomba atómica dentro del régimen de Hitler. El personaje de la mujer de Bohr representa la bisagra entre ambos científicos y será la encargada de hacer viajar al público entre las posturas antagónicas de los dos hombres que proponen el problema ético del desarrollo de la ciencia y su uso frente a fines a veces cuestionables.
El director de este nuevo montaje, Tolcachir, nos recibe en el ambigú del teatro. Se confiesa cansado por la cantidad de trabajo, pero muy satisfecho con los resultados. Al hablar muestra una serenidad y una pasión por su oficio que fluyen parejas en cada una de sus respuestas.
Pregunta. ¿Cómo surge la idea de representar Copenhague?
Respuesta. Desde hace unos años intento hacer obras que me impliquen un desafío. Es muy difícil encontrar material nuevo que lo sea, que excite y emocione. En España siempre trabajo con una productora que me da la libertad de poder elegir lo que quiero. Y luego fue este devenir de armar un elenco maravilloso y un equipo técnico con el que ya vengo trabajando. Teatralmente es un desafío muy grande porque van y vuelven en el tiempo. Es una obra con mucho texto y muchas ideas. Además, es de acción porque todo el rato están machacándose, seduciéndose, perdonándose y culpándose.
P. ¿Cómo ha sido dirigir a este elenco?
R.Con Carlos y con Malena había trabajado antes. A ella la conocí cuando hicimos Tierra del fuego y me encanta, es un amor y una actriz camaleónica. A Emilio Gutiérrez Caba no lo había dirigido nunca antes y me volvía loco la idea de poder trabajar con él y ver cómo ensayaba. Descubrí que es un actor tremendamente moderno, abierto, apasionado y muy divertido. Y con Carlos Hipólito había hecho Todos eran mis hijos y La mentira. No tengo objetividad. Lo amo porque es un actor descomunal, puede hacer todo, te divierte, te emociona, es inteligente y humilde. Además, te la hace pasar bien, se hace cargo de la obra, es equipo y facilita todo.
P. ¿Por qué traer esta obra a España ahora? ¿Le recuerda a alguna situación actual?
R. No necesito que me recuerde a nada. Lo que más me apasiona del teatro es lo humanista, el hecho de acceder a personajes con un nivel de complejidad y contradicción que me obligue a ensancharme, que no me sea fácil asirlos. Dicho en palabras de Carlos Hipólito: "Este es el personaje más difícil que hice en mi vida". Imagina. Y, además, la guerra no es un hecho pasado. Uno piensa que el conflicto está allá y que uno está acá, pero aquí ves que un físico toma decisiones sobre la vida o la muerte de la gente. De alguna manera, en esta obra estamos todos involucrados. También se plantea el bien y la valentía de escuchar. Por todo esto, tiene mucho sentido hacer esta obra en España y en cualquier parte del mundo, porque hay que revisar el pasado para entender el presente y lo que puede suceder.
P. Precisamente dice que los personajes de esta obra tienen que escucharse. ¿A quién le recomendaría ver la obra, sentarse en la butaca y abrir su cabeza para escuchar al resto?
R. Sin duda a los que tienen decisión sobre los pueblos. Puedo hablarte de Argentina, que está muy atravesada por la violencia y por las divisiones porque cada quien se imagina su país de una manera, pero tenemos que tratar de crear algo común. Cuando bajas la persiana, has perdido. A los que nos gusta hacer teatro creo que nos interesa la modificación. Yo vivo con la esperanza de salir cambiado y con una reflexión nueva cuando voy al teatro. ¡Qué suerte es tener un trabajo que me pone en la obligación de repensar todas las cosas!
P. ¿Con qué preguntas saldrá el espectador después de ver Copenhague?
R. Lo interesante de esta obra es que no toma partido. Te lleva a un lugar en el que por momentos te hace pensar en algo y te lo refuta. Y al final, tomas distancia y te hace ver todo como si fuera una línea de tiempo. Tu vida misma con distancia. Lo maravillosa que es y cómo se complica. Creo que la pregunta más interesante es: ¿quién tiene razón? Y eso te hace pensar en todo: ¿Por qué Heisenberg no hizo la bomba atómica?, ¿porque no pudo o porque no supo?, ¿por qué tomé las decisiones que tomé en mi vida? La obra funciona como un espejo revulsivo muy interesante, como un espejo movilizador sobre la complejidad de las cosas.
P. ¿Qué diferencia este montaje de otros anteriores, por ejemplo el de Carlos Gandolfo, en el que ha dicho que se ha inspirado?
R. Esencialmente es una obra de actores. Entonces, al cambiarlos la obra también lo hace. Tengo un elenco de subtextos, de pequeñas miserias, de pequeñas bondades, de pequeñas alianzas, que hace que todo el tiempo estén sucediendo cosas valiosas. Intento que la puesta nunca esté por delante de los actores, ni ellos del texto. Creo que el teatro tiene que ser un maravilloso accidente, que parezca que todo sucedió por casualidad. Sigo intentando en cada escena que la dirección desaparezca, para que crezca el todo.
P. Si la dirección no se tiene que notar, ¿prefiere actuar, escribir o enseñar?
R. Tengo la suerte de tener cuatro profesiones y cuando más disfruto, te lo juro, es cuando cambio. Necesito cambiar. Si dirijo muy seguido, me agoto. Necesito cambiar y actuar. Voy extrañando mis profesiones. Ahora estoy extrañando escribir y empiezo a ir para allá. Eso me hace descansar de mis profesiones porque las extraño. Me gusta estar en el teatro de la manera que sea. Me parece milagroso.
P. ¿Qué será lo próximo?
R. Lo próximo es Próximo. Es la última obra como autor que escribí hace dos años. Cuento con dos actores magníficos. Uno es español, Santi Marín, y el otro es argentino, Lautaro Perotti, un histórico de Timbre 4. Ellos hacen juntos esta obra que tiene que ver con la distancia, con una historia de amor en la que los cuerpos nunca están juntos.