Simon Hanselmann a su paso por Madrid. Foto: F. D. Quijano

Simon Hanselmann (Launceston, Australia, 1981) creció pobre y con una madre drogadicta en Tasmania, una isla que él define como “un agujero de mierda sin cultura”. Mal sitio también para ser un niño con una identidad de género confusa aficionado a travestirse. “La homosexualidad no fue despenalizada hasta 1997, cuando yo tenía 16 años. Hasta entonces era ilegal ser queer o diferente. Es una sociedad violenta a la que solo le interesan los deportes. No hay alternativas de ocio para los niños, no hay galerías de arte ni oferta cultural”. Dibujar sus propios cómics y fanzines lo mantuvo a flote, y en cuanto pudo se largó.

Un día antes de cumplir 31 años, Hanselmann consiguió su primer contrato editorial. Uno de los primeros sellos que se fijó en él fue la editorial riojana Fulgencio Pimentel, incluso antes que la estadounidense Fantagraphics, icono del cómic de autor. Hoy Hanselmann es algo así como una rockstar dentro de este género. Su sitcom de drogadictos e inadaptados sociales Megg, Mogg & Búho, protagonizada por una bruja, su gato/novio, un búho y un hombre lobo, lo ha catapultado en los últimos años desde el underground hasta la lista de más vendidos de The New York Times. Ha sido traducido a 14 idiomas, acaba de firmar un contrato con una productora que quiere convertir sus cómics en una serie de animación y el Bellevue Arts Museum de Seattle le acaba de dedicar una exposición con reproducciones a tamaño natural de sus personajes. Estos días el dibujante está en España para presentar en la Feria del Libro de Madrid y después en Sevilla, Bilbao y Zaragoza su último título, El mal camino (que lanza en primicia Fulgencio Pimentel antes que la edición en inglés), donde Megg y sus amigos se adentran en un territorio cada vez más oscuro cuando la realidad llama a su puerta para darles un bofetón en la cara.

Doble página de 'El mal camino', de Simon Hanselmann

Pregunta. ¿Cómo está viviendo el éxito de los últimos años?

Respuesta. Está muy bien. Tengo un techo, trabajo en lo que quiero y me siento muy libre. Ese era mi sueño de toda la vida. Además con lo que gano puedo ayudar a mi madre, que es una yonqui terrible. Es como tener una hija: pago su alquiler, le compro comida...

P. ¿Cuándo y cómo se dio cuenta de que se estaba convirtiendo en una estrella del cómic?

R. Hace un par de años, supongo. En 2012 empecé a publicar cosas en internet a través de Tumblr, aunque yo nunca he creído en los webcomics, ni en el arte digital, ni en regalar mi obra a cambio de nada. Pero entonces la cosa explotó y las editoriales empezaron a contactarme: Fulgencio Pimentel, Fantagraphics... En 2015 visité diez países y me di cuenta de que a la gente realmente le gustaba lo que hacía. Me han escrito todas las majors de la TV por cable estadounidense y he rechazado muchas propuestas. Me gusta el cómic porque tengo todo el control sobre mi trabajo y nadie que me censure. Un canal que estaba interesado en hacer una serie sobre mis cómics me dijo que no podía verse gente fumando. Es ridículo, obviamente un show así no funcionaría porque mis personajes se pasan el día entero fumando.

P. Pero finalmente ha firmado un contrato con una productora para hacer una serie de animación.

R. Sí, he firmado un acuerdo de venta de derechos con una productora que es de unos cómicos que me gustan mucho. No puedo hablar todavía del proyecto pero creo que lo harán muy bien. Yo me mantendré al margen. En general todo este tema de la tele lo veo como una forma de promocionar mis libros, que es en lo que quiero centrarme.

Viñetas de 'El mal camino'

P. ¿Cómo creó a Megg y el resto de personajes de sus cómics?

R. Por accidente. Me mudé a Londres en 2008 y empecé a trabajar en una gran novela gráfica llamada Girl Mountain. Era como Twin Peaks, con diferentes familias en un pequeño pueblo y elementos de ciencia ficción. Muchos ingredientes de Megg & Mogg surgieron ahí: un chico travesti, una madre yonqui, cosas raras… Pero me cansé de eso. Empecé con 21 años pensando que haría un cómic de mil páginas, me sentía preparado para mi obra magna pero no me di cuenta de que todavía era muy joven. A los seis años me di cuenta de que lo que estaba haciendo era una mierda. Después de eso quería hacer algo tonto, una stoner comedy [comedia de fumetas]. Había una serie británica de libros infantiles llamada Meg and Mog sobre una bruja y su gato, así que decidí llamar Megg y Mogg a mis personajes. No me imaginaría que diez años después estaría traducido a 14 idiomas y que aparecería en la lista de bestsellers de The New York Times. Durante mucho tiempo pensé que Penguin Random House, que publica esos libros infantiles, me demandaría por usar esos nombres. Y mira por dónde ahora son ellos quienes publican mis libros en Latinoamérica.

P. El tono de la serie se ha vuelto más sombrío en El mal camino.

R. Sí, Megg, Mogg & Búho empezó como algo tonto, pero cuando dejé de hacer “la gran novela gráfica” volqué todo ese material depresivo en este proyecto, lo cual tiene sentido, porque los personajes son adictos y a medida que van haciéndose mayores la droga les jode los cuerpos y las mentes, así que se va a volver cada vez más oscuro y lúgubre. Están enfrentándose a la realidad, que llama a su puerta. Ya he mostrado antes un flashforward de la muerte de Werewolf Jones, así que a este personaje lo vamos a ver caminando hacia ella. Esperemos que Megg sea capaz de cambiar sus malos hábitos… Ya veremos. ¡Seguid leyendo!

WW Jones da un buen susto a sus amigos en el último libro de Simon Hanselmann

P. ¿Ya sabe cómo va a terminar todo?

R. Sí, voy cinco libros por delante, escribiendo el argumento, lo que pasa es que luego me lleva mucho tiempo el dibujo y el color.

P. ¿Qué herramientas utiliza?

R. Lápiz, tinta, acuarelas y colorantes alimentarios. Descubrí que van muy bien. Yo crecí sin ordenador, para mí eso era un lujo de niños ricos. Me compré mi primer ordenador como en 2010 y aún los veo como algo nuevo para mí. No sé cómo usarlos para hacer arte ni tengo Photoshop. Lo que ves en la página es exactamente el original de la vida real. No creo en el trabajo digital. Tengo amigos que usan tabletas Wacom pero para mí eso es como hacer arte que no existe en la realidad. Si se estropea tu disco duro, desaparece tu arte. Yo en cambio hago exposiciones en Francia con mis originales y gano miles de dólares que pagan mi alquiler durante un año. Es otra fuente de ingresos.

P. ¿Cómo es su rutina de trabajo?

R. Para este libro he empleado exactamente 3.764 horas de trabajo, con algunas jornadas de 16 horas. Casi me da un colapso nervioso hacia el final. Es difícil para mí tener una vida equilibrada entre el trabajo y estar presente para mi mujer y pendiente de mi madre.

P. ¿Ella sigue viviendo en Tasmania?

R. Oh, sí. No podría salir de allí. Hablo con ella por teléfono, básicamente soy su terapeuta. Me habla de sus sobredosis y sus asuntos de camellos y no me pregunta nada de lo que hago. Es emocionalmente extenuante. Al menos luego lo plasmo en mis cómics, es una terapia para mí.

La deprimente realidad llama a la puerta de Megg y Mogg

P. ¿Cómo son sus fans?

R. Muy diferentes entre sí. Todo tipo de gente: surferos, punks, skaters, góticos, gente rara… He conocido a mucha gente distinta en las firmas de libros y no hay un patrón definido. La mayoría son muy majos y me gusta hablar con ellos, aunque también me ha tocado ocasionalmente algún tipo siniestro que me ha amenazado de muerte.

P. Lleva un tatuaje de Pushpaw, la mascota de Frank en los cómics de Jim Woodring. ¿Es este autor una influencia en su trabajo?

R. Sí, mi mujer tiene tatuada a Pupshaw, la compañera femenina de este personaje. Es un rollo romántico entre los dos. Me encanta Jim Woodring. Mi trabajo es diferente pero él es uno de mis favoritos. Lo conozco porque vive también en Seattle. Es un tipo encantador.

P. ¿Qué otros autores le han influido?

R. Olivier Schrauwen es el mejor autor de cómic contemporáneo. También me gusta mucho Daniel Clowes, al que conozco. Fuimos en un viaje de parejas con nuestras mujeres. También he conocido a Chris Ware, a Art Spiegelman… He podido conocer a todos mis héroes porque mi mujer es publicista en Fantagraphics.

P. La música es su otra gran pasión.

R. Sí, ayer conté en la tele [en la entrevista con David Broncano en La resistencia] lo de mi compañero de banda que murió por una sobredosis de heroína. También hablé de la sobredosis que sufrió mi madre la semana pasada… ¡Qué desastre, di demasiada información! Si hubiera estado mi mujer me habría dicho: “¡Cállate, no hables de todas esas cosas deprimentes!” En fin, he hecho música durante años. Recientemente he dado conciertos en un show-instalación en un museo de Seattle. Pero no soy un buen músico y por eso lo he dejado bastante de lado. Tengo un poco de talento para los cómics, pero nada de talento para la música. Ese es el propósito de mi banda en realidad. Nos conocían como la peor banda de Tasmania. Nos odiaban.

La madre de Megg en 'El mal camino'

P. ¿Cómo era su vida en Tasmania?

R. En Launceston, mi localidad natal, horrible. Hobart [capital de Tasmania] es mejor y viví allí unos años. Tiene una buena escena de música, de cómic. Decíamos: “Que le den a Nueva York, hagamos nuestra propia escena”. Y lo hicimos. Pero sí, en general odio Tasmania. Nunca quiero volver allí. También viví en Melbourne, que es adonde te mudas si quieres ser músico o artista. Todos mis amigos se mudaron allí pero se convirtieron en drogadictos y se volvieron. En Melbourne conocí a otros dibujantes. Allí conocí a HTML Flowers, mi compañero de escritura y mi mejor amigo. Me mudé con él y con su madre porque me dejaron vivir gratis en su garaje. Luego conocí a una chica y me mudé a Londres tres años. Luego volví a Melbourne y después conocí a mi mujer y ahora vivo en los putos Estados Unidos. Es raro. Todo el mundo está cabreado con todo el mundo, el ambiente político está enrarecido. Parece la caída de Roma.

P. ¿Qué tal la vida en Seattle?

R. Es una ciudad bonita, con aire limpio y muchos árboles, pero Amazon la está matando [la compañía tiene su sede principal en la ciudad]. Los alquileres están subiendo una barbaridad, hay cada vez más problemas de gente sin hogar y mientras tanto Amazon no paga impuestos. Yo creía que Seattle era el grunge, Kurt Cobain, el sello Subpop. Ya no. Me quiero pirar de allí.

P. Uno empieza a sentirse culpable por comprar en Amazon.

R. ¡Oh, sí, pero si yo tengo cuenta Prime! Soy un hipócrita en realidad. ¡Pero es que es tan cómodo! Es tan popular porque dan un servicio increíble, pero tienen que pagar más impuestos. Si te instalas en una ciudad, tienes que contribuir en ella con tus impuestos. Bezos y su gente son unos capullos.

P. ¿Hasta qué punto Megg es un alter ego de su creador?

R. Todo lo que hago es autobiográfico. Todos los personajes representan diferentes partes de mi personalidad. WW Jones es mi parte maldita, bestia y loca; Búho es el tipo que quiere ser una buena persona y encajar en la sociedad; Megg es mi parte femenina y deprimida; Mogg es mi parte fría y pervertida… Los conozco bien a todos y por eso me resulta muy fácil escribir estas historias.

P. ¿Por qué estos personajes sacados de los arquetipos de la fantasía y el terror? ¿Le gusta especialmente ese género?

R. En realidad no, aunque la gente me lo pregunta mucho. Simplemente las brujas me parecen personajes chulos, con la nariz larga y la piel verde… Entonces empecé a añadir personajes del mismo tipo. Me preguntan también mucho si son representantes de toda la gente inadaptada, y contesto que sí, pero en realidad tampoco fue intencionado. Toda mi carrera ha sido un feliz accidente detrás de otro. No pienso ni planeo mucho, aunque soy muy autocrítico. En cierta medida odio mi trabajo, pero creo que eso es sano. Me empuja a intentar hacer un libro mejor cada vez.

@FDQuijano