Miriam Cahn. Todo es igualmente importante. Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Comisarios: Ana Ara y Fernando López. Hasta el 14 de octubre

La pintora suiza Miriam Cahn (Basilea, 1949) fue uno de los artistas más destacados en la última Documenta, que sirvió para que su trabajo se catapultara a la escena internacional. Dos años después, y a punto de cumplir setenta años, celebra su primera retrospectiva en Austria y en España. La exposición en el Museo Reina Sofía aborda toda su trayectoria desde comienzos de los años ochenta, aunque el recorrido propuesto por la artista es inverso: solo al final terminamos de descubrir los sólidos fundamentos de una pintura de estilo neoexpresionista aparentemente arraigada en el simbolismo visionario, con ese gran protagonismo de los ojos que nos miran cara a cara desde sus cuadros, y el sentido del título de la exposición: Todo es igualmente importante.

No es fácil hoy en día que la denostada pintura resulte tan impactante. Sus cuadros y dibujos irradian energía y frescura: colores luminosos en ocasiones casi fluorescentes ilustran escenas violentas y de extrema vulnerabilidad. A menudo sus espectros están cargados con órganos sexuales remarcados, otras veces huyen solos o en familia despavoridos en la nada ante horizontes indefinidos, o yacen sin que podamos discernir si duermen o acaso se trate de cadáveres. Los títulos son precisos y hablan de violencia sexual, guerras como Sarajevo y los desplazados que se han multiplicado en las últimas décadas: los horrores que nos muestran cada día los informativos en televisión y que confirman que este mundo global y "posmoderno" no es tan distinto del de los campos de concentración y de las masacres del siglo XX. Realidad material que Miriam Cahn enseña directamente, pese al aspecto fantasmal de sus imágenes.

Sin embargo, ni forma ni contenidos terminan de explicar la enorme intensidad de su obra realizada, sean dibujos o pinturas, durante tan solo tres horas al día –según ha declarado– en lo que llama "la inmersión": un proceso mental pero también físico, en el que utiliza todo el cuerpo, dejando algunas veces huellas de sus manos y de sus pies, incluso con los ojos cerrados. Ideación y body art, "conciencia somática", una mezcla explosiva como la tensión de conceptos binarios: salvaje-clásico, masculino-femenino, animal-humano, naturaleza-historia, que va declinando en un trabajo en el que "todo es igualmente importante" y con el que intenta que empaticemos, porque todos somos igualmente importantes, decididamente muy alejado de cualquier esoterismo, tradicionalmente femenino.

Hija de una marchante, feminista y comprometida políticamente –explicito el pleonasmo–, Miriam Cahn rechazó los estudios artísticos en la anticuada escuela de Basilea y se formó durante la década de los años setenta en la galería STAMPA, que entonces acogía a performers como Vito Acconci y Ulrike Rosenbach. De ahí, el énfasis en el trabajo corporal en pinturas y dibujos que muestra de manera austera, sin marcos, colgados con alfileres o en el suelo, como una demostración más de su actitud radical y antiespectacular.

En el último tramo de la exposición descubrimos acciones repetitivas registradas en vídeo y mostradas en pequeños monitores sobre el pavimento de un pasillo, con la intención de "mantener el tono bajo" de esta deslumbrante exposición, que culmina en habitaciones recubiertas de dibujos realizados en el suelo con creta y carbón sobre telas blancas casi transparentes. Y donde comprobamos el origen de toda su trayectoria pictórica, basada en el dibujo como medio de expresión de la violencia combinada con soportes ligeros.

Ahora bien, como el final de la exposición es un cul de sac, nos obliga a retroceder y reconsiderar todo lo recorrido, en donde hay "al menos una obra" de todas las series realizadas por Cahn, incluidas fotografías, algunas esculturas e incluso un vídeo en donde la vemos modelando. Y entre lo que cobra un nuevo valor, los paisajes vacíos de formato monumental y las coloridas abstracciones que, sin embargo, se titulan Bombas atómicas. Así es como Cahn, dice, se da un respiro y retoma "la alegría de pintar".

@RocodelaVilla1