En pocos años, Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) se ha consolidado como uno de los grandes nombres de la literatura latinoamericana, avalada por escritores como Ricardo Piglia, quien calificó su prosa como el gran acontecimiento de la narrativa argentina, o la revista Granta, que la seleccionó como una de las mejores narradoras en español. Su última novela, Mona (Literatura Random House), narra la huida que emprende una joven escritora de origen peruano con la excusa de acudir a un premio literario al que ha sido nominada. A lo largo del festival Mona se rodea de los demás finalistas, extraños personajes con los que compartirá diatribas intelectuales. Por otro lado, la persistencia con la que recibe mensajes amenazadores y el paisaje veraniego de una Suecia en la que apenas anoche servirán como el escenario perfecto para un final de lo más estremecedor.
Pregunta. ¿Cómo surgió Mona?
Respuesta. Surgió precisamente en un festival literario. No sabía cómo gestionar lo que estaba viviendo y de pronto cuando vi la posibilidad de volverlo libro todo se solucionó y encontré el orden que necesitaba. Entonces empecé a disfrutar de las cosas de las que no podía disfrutar. Esa me parece que es la maravilla de la escritura, que transforma tu mundo cuando escribes. Es que al final el festival es una novela. Y tú puedes aceptar volverte un personaje y disfrutar estar dentro de la novela, o no. Incluso luego volverlo una metanovela. Como que te tienes que rendir al género literario o pereces. Te tienes que entregar.
P. ¿Qué piensa de los premios literarios?
R. Me parece loable y bien que haya un star system. Resulta divertido, por ejemplo, que el star system del castellano esté aquí, en Cataluña. Es muy gracioso. Me parece, también, que forma parte de la manera en la que entendemos la narrativa en el sentido de qué es lo nuevo, qué está pasando, cómo hablamos acerca de las cosas… Creo que los festivales ayudan a esa conversación.
P. ¿Qué le llevó a escoger una voz peruana siendo argentina?
R. Me encantó escribir así porque no quería escribir en argentino, no quería escribir prosa rioplatense porque no la soporto. De hecho empecé a escribir la novela en inglés y luego la traduje y ahí encontré otra manera de escribir. En un momento me di cuenta de que me faltaba la lujuria del castellano, la aventura de la imaginación que no para. Podía jugar a cierta neutralidad y trabajar con el castellano desde otro lugar, no desde el lugar de origen, de la historia o de la memoria -que es como el castellano que yo aprendí- sino inventar un castellano del mundo que es un poco también el lugar desde donde transitamos. El castellano es enorme, es una jungla, y me gustó inventar mi castellano para mi escritora peruana.
"Me parece que EL LENGUAJE tiene una capacidad transformadora total en nuestras vidas"
P. En su segundo libro trató de controlar cierto barroquismo en su escritura y creo que en Mona ha terminado de dominarlo. ¿Cómo ve el cambio que ha padecido su escritura?
R. Yo creo que traté de controlar mi barroquismo en Las constelaciones oscuras y no me salió porque sigue siendo muy barroca la novela, pero en Mona sí lo he conseguido. Este es un libro más ligero en la frase y eso me permitía poner más peso en otros lugares y en otro tipo de humor, más sutil, mucho más irónico todo el tiempo. Escribir así tenía otra complejidad que necesitaba una estructura de frases mucho más liviana.
P. En Las teorías salvajes ya abordó a las instituciones literarias, ¿qué novedades aporta en Mona sobre el tema?
R. Me había ocupado sobre todo de la izquierda argentina, de la cuestión de la institución y del valor en relación a la violencia y a la creación de superioridad, que es un tema que me fascina. En Mona pensaba más en la izquierda internacional, la izquierda para la que yo soy una escritora que porta una identidad y a la que escuchas en tanto a que porto esa identidad, no en relación a lo que vaya a decir, o porque el libro sea bueno, o porque sea un tema literario que viene a plantear ideas sobre la literatura. Hay una relación bastante hipócrita dentro de esos esquemas de la literatura global que me divertía mucho poner en cuestión dentro de una comedia. Quería escribir sobre cómo todos están capitalizando la cuestión de la diferencia y de la representación de raza, de etnias, de ideologías…
P. En el libro, Mona se plantea si el hecho de haber ido a Suecia es una forma de huida, ¿cree que su relación con las drogas y el sexo continúan con esa tendencia a escapar?
R. Yo creo que sí, ella está un poco perdida. Además, en contextos así es muy fácil estar perdida porque una mujer joven y profesional a veces tiene que trabajar y no le sale y es fácil querer escapar, dejarse llevar tanto por el sexo, las drogas o una relación amorosa. Las tentaciones están ahí y me gustaba que ella fuera una protagonista que se dejara llevar por ellas, que fuera a explorar, que se metiera en el lado salvaje aunque le costara, le doliera, le marcara. Me interesaba ese heroísmo de la aventura. El panorama literario está lleno de novelas tipo Henry Miller o Bukowski que hablan siempre de un personaje masculino que se enrolla con todas y no hay tantas escritoras mujeres que estén teniendo sexo, escribiendo y perdidas, tratando de sobrevivir la situación y a la vez teniendo que producir, teniendo que trabajar. Y así es la vida.
P. Para Mona el goce está intrínsecamente ligado al temor, ¿cree que no existe placer sin terror, sin dolor?
R. Me encanta que me hagas esa pregunta. Mona es un poco católica, de hecho ella habla un poco de eso, y creo que sí, tiene tendencias autodestructivas. Se siente atraída hacia un placer que la lastima y por eso me interesaba también plasmarlo en la novela, porque existen esa clase de placeres y no es que sean tóxicos. No todas queremos que nos acaricien y nos digan que somos lindas. Hay una idea de exportación de la izquierda norteamericana, que es súper puritana, y que me parece que no tiene nada que ver con la forma en que las mujeres, ni en Latinoamérica ni en Europa, se manejan. Quería explorar esa forma más libre de ver las relaciones, y es que todo el mundo habla del deseo femenino pero sigue estando poco estudiado, sigue siendo un misterio.
“Había pensado en escribir en inglés pero en un momento me di cuenta de que me faltaba la lujuria del castellano"
P. ¿Hay algo de Pola en Mona?
R. Sí. Mi mamá era peruana y por eso quise hacerla peruana. Me apetecía jugar a que fuera una autoficción mientras lo escribía, aunque no lo fuera. Al existir ese género quería ver cuáles eran las coordenadas para que la obra se leyera como una autobiografía, si alguien quisiera leerlo así. Entonces, decidí hablar de ciertas cosas, acercarla a mí. De hecho, la máscara de ser una escritora peruana la acerca más a mí que si se hubiera tratado de una escritora argentina. Tocar esos pequeños dispositivos me divertía mucho, me daba mucha libertad
P. ¿Qué haría Pola con los 200.000€ que se dan como premio en el certamen?
R. Ay, ¡nunca lo pensé! Es que no hago nada con ese dinero… Me gustaría tener una casita en la Costa Brava, ese es mi sueño, pero creo que no me alcanza. Me conformo con un cobertizo.
P. En el libro se habla del poder que tiene la lengua para transformar el mundo, ¿también cree en él?
R. Totalmente. Incluso en el castellano, como comentábamos antes, a medida que lo vamos hablando es como que lo estamos digiriendo, como si el habla fuera un estómago exterior que nos permite saber qué es lo que estamos pensando. Al escribir nos enteramos de qué pasa por nuestra cabeza. El castellano es un caos, es la posibilidad de todo. El lenguaje tiene una capacidad transformadora total en nuestras vidas. Cuando nosotros elegimos una narrativa, la novela en la que estamos ahora, nos permite entenderla, disfrutarla y escribirla, o no. Me parece que hay algo transformador en la lengua en relación a la literatura, a la capacidad de volver literatura el mundo. Esa es mi utopía.
P. ¿Está trabajando en algún nuevo proyecto?
R. Estoy escribiendo una especie de ensayo. Hace tiempo que quería escribir uno y creo que llegó el momento. Como también me encanta escribir la historia y los personajes quiero encontrar una manera de que haya personajes dentro de una propuesta puramente ensayística, que haya un poco de novela dentro del ensayo en lugar de que haya ensayo dentro de la novela, como he venido haciendo en mis libros. Quiero hacerlo al revés.