Lo que empezó siendo una conversación, una observación personal ha dado como resultado una exposición que explora los vínculos creativos de dos grandes genios del arte: Picasso y Calder. Existen varias similitudes entre estos dos creadores en apariencia tan dispares como puede ser esa fuerza que los empujaba a trabajar los siete días de la semana, una pasión que deriva en una producción tan amplia como para poder rastrear infinidad de teorías. Pero sobre todo hay un hilo conductor que gira en torno a la idea del espacio y del vacío que tanto Bernard Ruiz Picasso (nieto del artista malagueño) como Alexander S.C. Rower (nieto de Calder y presidente de Calder Foundation) han querido hilar para la muestra Calder – Picasso que se puede ver en el Museo Picasso Málaga hasta el próximo 2 de febrero.
Ambos “nacieron en el siglo XIX, tuvieron una educación artística clásica y durante el siglo XX hicieron una gran cantidad de obras aunque de manera muy diferente”, recuerda Ruiz Picasso, copresidente de la Fundación Almine y Bernard Ruiz Picasso para el Arte (FABA). Más allá del gusto que compartían por el circo, “no se puede hablar de similitudes técnicas o visuales pero sí tenían una visión común de no pertenecer a ningún movimiento y tuvieron como concepto central el vacío”, amplía minutos antes de la presentación de la muestra. A través de las 57 obras del escultor, 50 del artista malagueño, fotografías y manuscritos, la exposición cuenta cómo cada uno trató el espacio partiendo de sus principios creativos y necesidades vitales.
“En sus obras Picasso retrata sus preocupaciones, sus miedos interiores, su propia mortalidad y sobre todo que cada día partía desde cero. Calder, por su parte, no se preocupa por las emociones, lo que quiere hacer es energizar el espacio y conectar con los seres humanos. Por desgracia la crítica suele decir que Calder habla del universo pero en realidad creo que habla de lo universal, de lo que nos une a todos”, arguye Rower.
La exposición, que viene del Museo Picasso de París donde ha recibido a 400.000 visitantes, pone de manifiesto estas observaciones que han surgido de largos debates y de interminables conversaciones entre los nietos de ambos artistas que rompieron con la educación clásica que recibieron para renovar el arte. Esta visión tan personal la han podido ir perfeccionando a lo largo de los años gracias a la convivencia diaria que hacen con la obra de sus abuelos. Una investigación que ha hecho que actualmente les resulte complicado distinguir entre lo emocional y lo intelectual, entre el sentimiento y el conocimiento. “Si hasta ahora no se ha hecho una exposición así es porque no es un hilo conductor obvio”, detalla Rower. Sin embargo, para ellos cobra sentido cuando “miras a la historia y en las colecciones privadas, como la de Peggy Guggenheim, aparecen juntos una y otra vez”.
Estos dos astros modernos se conocieron en 1931 en la primera exposición de esculturas no objetivas que la Galerie Percier de París le dedicó a Calder. El autor de Las señoritas de Avignon quiso acudir a la galería antes de la inauguración para ver con detenimiento aquella obra tan rompedora. El nombre del joven artista le había llegado a Picasso, que era 17 años mayor, entre alabanzas. Rower no tiene evidencia ni testimonio de cómo fue aquel encuentro ni de cómo transcurrió el segundo con motivo del Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937. Entonces la Mercury Fountain de Calder se expuso frente al Guernica de Picasso, convirtiendo al primero en el único artista no español en exponer en aquel espacio diseñado por Josep Lluís Sert. A pesar de la falta de testimonios, más allá de las evidencias fotográficas presentes en la muestra, el nieto del escultor recuerda que bautizaron a Calder como 'Calderón de la Fuente'.
El recorrido arranca con tres bocetos que Picasso presentó para un monumento dedicado a Apollinaire que no se llegó a realizar. El proyecto fue rechazado. “No entendieron la idea pero mirándolo con detenimiento se ve cómo capta el vacío y el espacio”, indica Rower. A su lado una escultura de Calder en la que “la organización de los alambres y círculos es energética”, sostiene. ¿Se influyeron entre ellos? Sí y no, dice Bernard Ruiz Picasso. “Los artistas, y Picasso incluido, no tienen dioses que por las mañanas les envían mensajes. Cada uno tiene su vida y se alimentan de todo lo que ven. Si hay un artista que ha dejado una huella, una información en el lienzo o si alguien ha dicho algo o ha visto un movimiento en la calle, todo ello puede entrar en su trabajo cotidiano”, detalla. De modo que más que una influencia directa se trata de una influencia “intelectual que permitió a Picasso ir más allá del cubismo y a Calder a concebir la escultura de una manera novedosa”.
Ambos rompieron los moldes y se convirtieron en maestros de la modernidad aunque nunca compartieron principios artísticos ni amistad. Sí una gran admiración mutua. Se conocieron a través de su obra y como ha adelantado José Lebrero, director del museo y co-comisario de la temporal, es posible que en ocasiones el visitante no sepa distinguir quién es el artista que firma algunas piezas. Hay, por tanto, mucho de juego, de divertimento, de descubrimiento y de entendimiento del uno a través del otro.