Sus historias beben de Alice Munro y hunden sus raíces en la escritura de Julio Cortázar. “Suelo volver a él a veces en busca de la magia que a mí me contagió”, cuenta Eider Rodríguez (Errenteria, 1977). Entre medias, dice, está Raymond Carver. Obsesionada con poder contarlo todo, lo que está por encima y por debajo de las apariencias, la escritora vasca “rasca el tiempo a mordiscos” devorando todas esas historias que aún tiene por contar. Acaba de publicar con Random House una antología de sus mejores relatos, Un corazón demasiado grande. Un volumen que reúne el libro de relatos que le da título y algunas de los textos publicados en Y poco después ahora, Carne y Un montón de gatos. Todos escritos en euskera. “Mi padre y sus hermanos lo perdieron durante el franquismo y nosotros somos la generación de la recuperación de la lengua -comparte-. Ellos no hablan euskera, ni saben ni lo entienden. Pero para mí siempre ha sido algo natural. De hecho vivía en Madrid cuando empecé a escribir y lo hice en euskera. De alguna manera echaba de menos poder hablarlo y fue un modo también de estar en otro universo a la vez que estaba allí".
P. Ha traducido anteriormente El baile de Irene Nemirovsky pero, ¿cómo ha sido traducirse a sí misma?
R. Traducirlo me pareció muy trabajoso. No es que no me gustase es que pensaba que iba a ser sencillo, porque era una novela aparentemente sencilla, pero fue una experiencia dura. Desde entonces veo con mucha admiración la labor de la traducción. Sin embargo, yo sí me he traducido a mí misma y la sensación de autotraducirme ha sido lo contrario a lo que me sucedió con Nemirovsky, muy, muy, muy placentera. Creo que tiene que ver con el hecho de que sea bilingüe porque las dos lenguas, mis dos lenguas, están batallando por conseguir el mejor resultado posible, se están ayudando, están colaborando, y se crea una especie de unión que pocas veces se da. Así que ha sido una bonita experiencia. Los libros anteriores también los traduje yo y la verdad es que no me cuesta demasiado. También han participado otras dos personas en el proceso, así que ha sido un poco a seis manos.
P. La antología de relatos que acaba de publicar se titula como la primera de sus historias, ¿por qué? ¿Qué importancia tiene “Un corazón demasiado grande” en el resto de su trabajo?
R. Es el título de mi último libro de relatos. Es el relato más largo. Y el volumen lleva ese nombre porque me gustaba la imagen del corazón, lo que podía sugerir en un primer momento, que es provocar generosidad, bondad, cuidados. Sin embargo, hace referencia a la doblez del lenguaje y también de las apariencias porque uno de los personajes realmente tiene un corazón demasiado grande, es decir, tiene una cardiopatía y es lo que mueve la historia. Tienes una enfermedad no un corazón demasiado grande. La generosidad y la enfermedad contrapuestas. Es esa idea de cómo están los extremos tan cerca a veces y cómo vemos algo y pensamos una cosa y realmente esconde otra. Este juego hace referencia a todo el libro de relatos.
P. Ha comentado en alguna ocasión que no persigue lo oscuro pero es indudable que esa oscuridad sí envuelve de algún modo todos sus relatos, ¿no?
R. En esta sociedad en la que estamos rodeados de frases bellas, cada vez más además, hay una fiebre. Ahora hay tiendas de cosas bonitas, a muy buen precio y con frases que te animan y que tratan de insuflarte valor, coraje, ánimos y un pensamiento positivo... Yo creo que todo esto realmente es para ocultar el inframundo que tenemos debajo de toda esta decoración y de todos estos adornos. Y ese inframundo es mucho más oscuro y es difícil de reducir a una simple frase. Entonces me interesa lo que está por encima del inframundo. Me interesan esas frases, esas tazas con eslogan desde el desayuno pero también me interesa lo que hay por debajo. Este mundo más fantasmal, más loco, más caótico, más enfermizo. Nosotros unimos ambos mundos. Estamos en mitad de los dos. Así que quiero contarlo todo, porque mi vocación es contarlo todo.
“Me interesan esas frases, esas tazas con eslogan, que están por encima del inframundo, pero también lo que hay por debajo, el mundo más fantasmal y loco”
P. Además, una imagen que se repite en sus cuentos tiene que ver con el entorno familiar, ¿los espacios domésticos le permiten subrayar esos dos mundos?
R. También. A mí me encanta mirar a las familias e imaginarme lo que sucede en el interior de las vidas familiares ajenas a la mía. Pero además de que es un motivo muy literario y una gran cantera, porque se entrecruzan muchos sentimientos, hay más motivos por los que escribo sobre esto. Por un lado están las relaciones de poder que se generan entre los diferentes familiares pero también me gusta pensar en qué esperamos cada uno del otro. Además, cuando hablo de una relación materno-filial, eso también me da pie para hablar de una relación intergeneracional. Cómo mira una generación a la otra y al revés. ¿Qué espera una generación de la otra? Me gusta ver la sociedad a través de las relaciones familiares y también sentimentales. Cómo afecta el mercado, el sistema económico, el trabajo o la precariedad a estas relaciones.
P. El contexto sociopolítico vasco recorre todos sus relatos, en algunos como “Lo que se esperaba de mí” o “Actualidad política” de manera más explícita y en otros más soslayada pero siempre está ahí, ¿qué impacto tiene en su escritura?
R. Como ya he dicho mi vocación lamentablemente es querer contarlo todo. Ahí también está el conflicto vasco, porque yo he intentado escribir muy pegadita a la realidad, a la realidad que me circunda y que me ha circundado. Aquí hay relatos del último volumen que es del año pasado pero también hay una compilación de relatos de libros anteriores, desde hace 15 años, así que el conflicto desde entonces ha cambiado mucho. Yo siempre lo he tenido presente al igual que lo he tenido presente en mi vida cotidiana. Y a veces lo trato de manera explícita, otras tangencial y otras veces es solamente un eco. Pero trato de hablar de ese conflicto de una manera no estereotipada y para eso las relaciones personales, las relaciones de pareja o familiares, también puede ser una buena manera. A mí me interesa relatar el conflicto cuando sirve para entender, para movernos, para llegar a otros lugares a los que tal vez no pudiésemos llegar.
P. Ya que lo menciona, ¿tiene la sensación de que el contexto vasco está demasiado estereotipado en la literatura o el cine?
R. Se ha escrito mucho acerca del conflicto vasco. Se ha hecho mucho cine, ahora se están haciendo series... Y relatar el conflicto es algo muy, muy, muy complejo, al margen de desde dónde lo relata cada uno. El origen no es tan simple como hablar de buenos y de malos, o de demócratas y asesinos. No es tan sencillo. Ha habido muchísima gente que ha sufrido mucho por eso. Gente de todos los pelajes ideológicos y gente ajena al conflicto a la que también le ha tocado. Entonces ya solamente por respeto, delicadeza o pudor hacia esas personas hay que hablar de él fuera del estereotipo intentando comprender. El estereotipo está bien para entretener, pero no es algo que yo busco con mi literatura.
“Escribo para entender, para ir a otro lugar en el que no estaba, para llegar a partes de la realidad que no consigo alcanzar de ninguna otra manera ”
P. ¿Y qué busca?
R. Busco moverme de lugar cuando escribo. Siempre escribo sobre cosas que me han perturbado, que me han tocado, que me han conmovido o que me han inquietado. Cosas con las que he soñado, que no me las puedo quitar de encima. Escribo para entender, para ir a otro lugar en el que no estaba, para llegar a partes de la realidad que no consigo alcanzar de ninguna otra manera. Para eso la literatura es una muy buena herramienta. Si además de conseguirlo yo, el que lo lee también consigue ver las cosas un milímetro más distanciado del lugar en el que estaba, la verdad es que me doy por satisfecha. La literatura es diálogo y yo he querido formar parte de este diálogo. En este sentido, creo que la literatura va muy por delante de la clase política.
P. Siempre ha cultivado el relato, ¿cómo encuentra el pulso de este género literario hoy?
R. La gente está más habituada a leer novela y hay gente que le cuesta más acercarse a este género, ni te cuento a la poesía. Sin embargo, en los últimos años ha habido un repunte. Quizás pequeño, pero creo que ha habido uno. Tal vez tenga que ver también con el ritmo en el que vivimos, con la sociedad en la que estamos. Por ejemplo, las series de repente lo están invadiendo todo, llegamos tan cansados al sofá por las noches que tenemos energía para ver solo 50 minutos y no para ponernos delante de una película. No sé si tiene que ver con esto pero están publicándose muchos libros de relatos muy interesantes. A mí hasta ahora el relato me ha servido para contar lo que quería contar. La historia que yo quería, que yo tenía hecha un ovillo de alguna manera, esos nudos que yo he tenido, cuando los he deshecho han cabido perfectamente en un relato y es por eso que me he dedicado a este género.