Charlotte Posenenske: Work in Progress
MACBA. Plaça dels Àngels, 1. Barcelona. Comisario: Hiuwai Chu. Hasta el 8 de marzo
Charlotte Posenenske: Work in progress presenta de forma lineal la trayectoria de la mencionada artista desde los orígenes, pasando por sus diferentes etapas hasta la recuperación de su obra y legado después de su desaparición. Un planteamiento tradicional –presentación, nudo y desenlace– no exento de interés. Ferran Barenblit, director del MACBA, explicaba que su objetivo era reivindicar el arte de determinadas artistas mujeres de las décadas 60 y 70 e introducir disidencias –o contralecturas– a los relatos al uso. Ciertamente Charlotte Posenenske (Wiesbaden, 1930-Frankfurt 1985) se asocia al minimalismo, esto es reduccionismo, simplicidad formal, seriación, materiales industriales, etc. Pero frente al minimalismo americano hegemónico, que impuso modelos y procedimientos y artistas, Posenenske aporta una sensibilidad diferente más allá de las especulaciones formales propias de los minimalistas estadounidenses más difundidos: el suyo es un posicionamiento moral, su obra responde a un compromiso político. Puede que su trabajo se asemeje al minimal americano, que utilice estrategias y materiales semejantes, pero su obra posee una dimensión opuesta: tiene alma.
La exposición, espectacular con instalaciones y piezas de gran formato, posee una dimensión escenográfica. El punto fuerte es la sala 3, que originalmente el arquitecto del edificio del MACBA, Richard Meier, concibió para la escultura con grandes claraboyas habitualmente cegadas, y que de manera excepcional se han abierto, lo que permite la entrada de luz natural. Allí se concentran piezas y grandes artefactos, algunos de ellos reconstruidos inspirándose en los dibujos originales de la artista.
Sin embargo me ha llamado la atención una obra menor, acaso por su ingenuidad: La monotonía es bella (1968), una película rodada en super 8 –la única que realizó– en la que captura un paisaje elemental tras los cristales de un coche durante un viaje a los Países Bajos. A veces este paisaje se transforma en simples líneas que corren paralelas al vehículo, otras son los elementos de la autopista y del paisaje como postes, indicadores o estructuras de puentes o diques que se prolongan hasta el infinito en un ritmo repetitivo y mecánico como si el mundo se observara desde un carrusel y las cosas giraran repetidamente una tras otra en un movimiento sin fin. Estructuras geométricas, repeticiones, ritmos… todo ello hace pensar en el lenguaje abstracto propio del minimal, pero la intencionalidad y el contexto de Charlotte Posenenske es otro. En ella hay un mensaje que no es otro que el de la utopía del arte.
Espectacular exposición que, paradójicamente, quizá traicione los principios de la artista. Alguien debe reírse del arte
Utopía del arte, esto es –en el caso de Posenenske– la búsqueda de una manifestación auténticamente popular, dirigida a todos y no a una élite. La apuesta por un arte público y el rechazo del mercado del arte. La revisión de la noción de autor que ella hacía extensible al espectador al promover una interacción entre obra y usuario…De ahí que, como decía antes, algunas de las piezas de la exposición se han reconstruido libremente a partir de los dibujos de la artista. Todos estos aspectos están implícitos en su obra. Más aún, representan el auténtico contenido que le da sentido. Si ella utiliza materiales industriales (planchas metálicas o cartón) es para abaratar los costes y hacer accesibles los objetos. Si trabaja a partir de series que se pueden multiplicar hasta el infinito es porque así cuestiona la idea de obra única, etc.
Naturalmente que existe sintonía generacional y una preocupación por la forma –y además resuelta con habilidad– que la asocia con el minimalismo. Pero en la trayectoria de Posenenske hay una circunstancia reveladora y que nos ayudará a comprender el sentido profundo de su trabajo. En 1968 ella abandona la práctica artística y desde entonces apenas se volverá a exponer su obra en público. Reorientará su trabajo y se concentrará en el activismo y la sociología con un posicionamiento crítico, consciente como era de los límites de la utopía del arte y de la imposibilidad de que el arte pueda cambiar la vida de las personas ni resolver los problemas sociales más urgentes.
Sin embargo, su último esposo, Burkhard Brunn, con quien había empezado a estudiar sociología, parece que motivado por el deseo de la propia artista, empieza una labor de recuperación de Charlotte Posenenske, fallecida prematuramente. Una exitosa operación a la luz de la bibliografía y la presencia de la artista en grandes colecciones como la del MoMA o la Tate (también en la del MACBA). Pero no sé hasta qué punto esta musealización y mercantilización de la artista representa una traición a los principios originales que alumbraron su obra. Alguien debe reírse del arte, la sociología y el activismo.